Querida Madre, como te extraño:
como sl la caldera del Lago Atitlán
estuviese huérfana de su cuna celeste,
y el quetzal con su flameante corazón
ya no habitare su disminuida morada,
y la suave y sedosa flor de tu nombre,
fues casualidad de una
innombrable fumigación
no conozco ciencia ni creencia
que tenga explicación
para la apocalíptica ecología
de tu ausencia
Pasaste por ciclos y estaciones de
barbaras inavasiones,
y amargas temporadas
de incertidumbr y necesidad
Korea y su secuela
temprano te robó
tu primer y último amor,
tu esposo, nuestro padre,
herida de guerrra,
morfina y deuda,
causaron la casualidad del Ser,
al tercer día de muerto
el baul del carro fue su primer atuad,
su forense reposo.
Madre al fin,
rellenesta el insondable hueco
de esa perdida
con la brujula interna
del destino de tus hijos,
¿no es esa la razón de ser
de toda madre soltera?
Infatigable luchadora,
tu vida toda,
inquisición existencial,
misión generacional,
entrega maternal.
Te aseguraste de cumplir
con la ley natura:
ninguna generación ha de brincar la otra,
hoy yo escribo
y te venero.
No hay pescador tan hábil,
ni hilo tan fuerte,
que pueda arrancar al pez de la vida
de la incontenible corriente de la muerte.
No existe caña tan indomable
ni alborotada protesta
que pueda más que el silencioso clarión
de la fiesta imaginada
en la otra consciencia.
Al final, no hay intelecto ni sentimiento
en nuestra red de neuronas
que tenga plena potestad
sobe la energía vital de la vida.
Todo sucumbe a la defectuosa genética,
o al apoteósico llamado
del accidentado camino ó
del sol poniente.
Gracias Madre
por el amor otorgado en vida:
el hacha de tu palpitar fatal
no ha repercutido en nosotros,
todavía es tu sangre originaria,
tu transfusión umbilical
la que nos mantiene.
Aunque no entiendo porque tanto amamos
a lo que estamos predestinado a perder,
o porque perdemos a lo que perenne amamos,
- esta cruel orfandad del alumbramiento -
no importa.
Siempre te recordaré
ya sea en la debil memoria de mi sacos de huesos
o este ataud eterno de versos,
que hoy en el día de los muertos de este rincón del mundo,
con amor te escribo y te dedico,
a la luz más hermosa de mi eterno amanenecer.