Entonces lo vi. Devisa su silueta a lo lejos en el claroscuro. De alma firme, con sus pies bien puestos en el suelo. Estaba de cara al mar. Como uno de esos seres que emergen del agua para traer historias mojadas. La luz tenue impedía apreciar su rostro, pero escuche su voz. Una voz, de esas dulces, gentiles e imponentes, feliz de ver a sus amigos musicalmente hermanados por la sal.
Cuanto hay que recorrer en leguas marinas para pisar un nuevo caminar? Camina conmigo y dale rienda suelta al viento del sur. Amando los siros, los cúmulos y estratos. Blanca espuma...que arrulla y dicta el cambio. Blanca espuma...que rompe azuleada para llegar a orillas esperadas... Espuma liviana y refrescante, simultáneamente rompiendo y recomenzando para esconderse nuevamente debajo del mar, devuelto a la inmensidad. Corrientes subterráneas que nos llevan a otros lugares. Espuma disuelta en el todo. La ola, como la vida y la muerte en un segundo, y todo se subsana con amor. La ola que resurge en plenitud certera en manifiesto. Esperanza probada al ver la lluvia de estrellas. Como en los sueños deseados que todo se vuelve calma. Como cuando obedecemos a caminar descalzos. Entonces...lo vi, y supe que las historias eran reales. Tatuado en tinta para la sirena. Supe, que el mundo que vislumbramos es vasto y ancho y que proviene del mar. Porque la música de caracol nos llega de muchas maneras y nos cambia el corazón....