Nelson R. Mandela… yo también te perdono

Creativo

altUn 27 de abril de 1991 me dirigía e Londres a la ciudad de Johannesburgo. Llegué a Africa al día siguiente. A penas a las tres semanas de mi llegada a dicho país africano, un colega de nombre Edwin Molahlehi me invitó a que lo acompañara a un evento sin igual: observar el día después como había quedado una comunidad que había sido víctima de una masacre en la cual fueron asesinadas sobre 45 personas. Era mayo, mes de la lluvia.

Al rato de estar viendo los residuos humanos luego de una masacre, llegó al lugar el recién liberado preso político, Nelson R. Mandela. Vino acompañado por Chris Hani, el entonces secretario general del Partido Comunista de Africa el Sur, y quien fue asesinado en el año 1992. Los escuché a ambos. A Mandela desde su figura mítica del líder histórico. A Hani como el fogoso líder comunista.

Esa parece haber sido mi primera impresión con Nelson Mandela, pero realmente era mi segunda, tercera, o cuarta impresión. Realmente hablando todo comenzó un viernes, 19 de septiembre de 1986. Acababa de llegar a Londres, Inglaterra un miércoles 17 de septiembre; había migrado para estudiar un grado de maestría en derecho en una universidad en dicho país. Ante el aburrimiento y la soledad, había visto un anuncio de una protesta por las calles de Londres en contra del régimen racista de Africa del Sur, llamado apartheid. Ahí comenzó todo. Luego me integré a un programa de estudios anti-apartheid. Más tarde fui a protestar frente a la Embajada de Africa del Sur en Londres. Y luego fui a todos los conciertos en el Wembley Stadium a favor de la libertad de Nelson Mandela. Se hizo inevitable, no podía volver a Puerto Rico. Tenía que irme a realizar un sueño y cumplir mi meta de migrar a Africa del Sur.

Solicité al primer trabajo internacional que me gané en mi vida, auspiciado por el Club Rotario Internacional, y que me permitió ubicarme en Johannesburgo para llevar a cabo una investigación en formas alternas de justicia no estatales. Así que cuando llegué en abril de 1991 a dicho país africano venía con el entusiasmo de una persona que deseaba, luego de cinco años de estar siguiendo los desarrollos de este país, integrarse en la vida política y social del ciudadano de a pie.

En Africa del Sur viví de 1991 al 2000 de forma ininterrumpida. Luego regresé a Puerto Rico. Tuve la dicha, y tengo aún la memoria histórica de haber visto bajar las banderas del viejo régimen político e izarse la bandera de la nueva sociedad, del nuevo país.

Durante el año 1993, asistí directamente al Congreso Nacional Africano, y luego del 1994 al 1998 al gobierno de Nelson R. Mandela, bajo dicho mismo partido, en reorganizar y restructurar a la policía nacional como al departamento de justicia. Como consultor trabajé para ministro de justicia, Dullah Omar, y con un extraordinario grupo de colegas, logramos gestar un proceso de cambios profundos en la policía como a su vez en el sistema de justicia.

Tuve la honra de estar en su inauguración en mayo de 1994, en Pretoria, en los edificios de Union Buildings donde hoy yace su estatua. También estuve en la fiesta privada en ocasión de la presentación de su libro, Long Walk to Freedom, en el año 1995, donde me al decirle que venía de Puerto Rico, se sorprendió, sobre todo porque lo vinculó con su cercanía a Cuba. Luego a la llegada de Fidel Castro a Africa del Sur, en el 1997, participé en una serie de recepciones que vinculaban esta cercanía afro-caribeña.

Cuando pienso en Nelson Mandela y su legado para los derechos humanos pienso en varios asuntos. En particular lo siguiente:

Primero, su rol monumental en cerrar uno de los últimos eslabones más difíciles de la esclavitud racial, que fue el apartheid.

Segundo, su contribución para la humanidad que fue demostrarnos que la historia de los pueblos puede ser cambiada por medios menos violentos, y donde el diálogo y la negociación puede conseguir grandes cambios para la humanidad.

Tercero, su lección de trascendental importancia en demostrarnos que el primer paso para transformar la vida es transformar el lenguaje. En esta medida, Mandela demostró que había que cambiar de lenguaje para poder explicar la vida desde otra forma y manera.

Cuarto, su máxima contribución, lo cual me marcó desde entonces, fue su sentido de perdonar y reconciliarse con su enemigo. Me acuerdo que a los pocos días de haber sido juramentado como presidente fue a ver a la viuda de Hendrik Verwoerd, el arquitecto del apartheid y el primer ministro que lo condenó a cadena perpetua en el 1963. La viuda de Verwoerd (asesinado en el1966), Betsie Schoombie, lo recibió en su casa. Mandela le dijo que la venía a invitar a ayudar en su nuevo gobierno. La mujer lo miró, miró a un negro ahora presidente, y lo invitó a tomar té. Así era Mandela. Así se ganaba el corazón de sus antiguos enemigos. Mostrándoles que podía perdonar y reconciliarse con él.

Ante este cuadro, y reconociendo que mi vida en Africa del Sur me cambió para siempre, no sólo porque desde entonces no tolero ninguna forma de opresión y dominación racial, es que deseo reflexionar sobre Mandela hoy. Porque trabajé para su gobierno, también puedo decir que conocí al político, más allá del prócer de la humanidad. Y como político pudimos tener algunas diferencias.

Tal vez la más significativa fue el hecho que él nunca entendió a Puerto Rico. Tampoco lo entendió su gobierno, ni subsecuentes gobiernos de Africa del Sur. Por eso es que nunca supieron expresar su apoyo a la liberación de los presos políticos de Puerto Rico. No nos entendieron.

No obstante esto, en el día de hoy deseo expresar mi voluntad de perdonar a Nelson R. Mandela. A fin de cuentas, como cualquier ser humano tuvo grandes aciertos como algunos desaciertos. No obstante en mi vida, su legado en torno a la lucha de los derechos humanos, y en particular a mi contribución a erradicar toda forma de discrimen racial, en particular de la cultura blanca contras las múltiples culturas negras, es tal vez su mayor huella en mí.

Por esto lo que hizo en vida Nelson R. Mandela, y por la influencia que dejó en mi Africa del Sur, le doy las gracias. Y afirmo, que siempre lo habré de recordar, pero hoy más que nunca, también lo habré de perdonar.

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Palabras ofrecidas en el homenaje póstumo a Nelson R. Mandela, que organizara en Puerto Rico, la Mesa de Diálogo Martin Luther King, el pasado 18 de diciembre en la Iglesia Metodista de Rio Piedras.