El racismo que habla la cuba de hoy

Caribe Hoy

altConfieso que en un inicio, me oponía a la idea de hablar de racismo en Cuba... sigo nombrándolo actitudes racistas... porque no son todos los que así piensan o así se expresan... pero comprendo perfectamente lo impropio de que revolucionarios piensen o se expresen peyorativamente de nuestros hermanos porque lo dijo el más grande de todos los cubanos: "Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro"... y cubano es más que todo ello, que nuestros niños sea esta la enseñanza que recuerden!!

Fueron tres frases y situaciones ocurridas el mismo día. Para aquel muchacho su vecino era “el negro más blanco que pudiera verse en el mundo”, por lo limpio y aseado que acostumbraba a andar.

En otro momento, la señora, en la descripción de quien coincidió con ella en el mismo empleo, decidió apelar a su físico y su conducta: “es negrito, negrito, negrito… pero decente”.

Más tarde, justo cuando se iba sin preocupaciones hasta el fondo de la vivienda, el colega notó que ante la puerta abierta un “moreno” indagaba por los residentes en la casa de enfrente. “Déjame ponerle el candado a la bicicleta”, solicitó al propietario, “y así entro más tranquilo”, le explicó.

En las expresiones del lenguaje cotidiano aparecen frases que demuestran la permanencia de pensamientos y prácticas discriminatorios. En nuestro país, donde la legislación define igualdad entre todos los cubanos, sin atención a los pigmentos de la piel, el lenguaje se ha convertido en reservorio de muchos de los prejuicios racistas.

Escuchar un mismo día tres expresiones de esa realidad demuestra la necesidad de ampliar los debates sobre los remanentes de sojuzgamiento también en nuestra habla.

Por mucho tiempo se consideró innecesario discutir asuntos como estos, porque el afán totalizador de la voluntad política dio por resuelta o muy próxima a resolver cualquier desigualdad que permaneciera entre los olvidados de siempre.

Para investigadores como Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro y autora del texto “Elogio de la Altea o las Paradojas de la Racialidad”, se produce una expresión también discriminante cuando en el lenguaje se cuida de no revelarle al negro “su realidad cromática”.

Dice la Romay que “en Cuba a las personas blancas (…) se les enseñó a tratar a los negros con atildada indulgencia, como evitando la ofensa implícita en el recordatorio de su condición”. Por eso todavía pulula el eufemístico término de “persona de color” para describir a alguien de pigmentos oscuros, como sin querer hacerle daño.

El lenguaje como expresión del poder recibe la atención de decenas de estudiosos y activistas, que impulsan la eliminación de actos de discriminación referidos por construcciones lexicales.

Meses atrás fue noticia que la Casa de la Cultura Afrouruguaya lanzó una campaña para enviar una carta a la Real Academia Española, en la que solicitan retirar del diccionario la expresión «trabajar como un negro», que los impulsores de la iniciativa consideran discriminatoria.

No creo que esos ejemplos constituyan paranoias sin importancia de lingüistas modernos, porque todavía discriminamos, sobre todo, con la lengua.