Parada 18: Cuartos oscuros y humanidad

Historia

alt“Todo desprecio de la vida sexual

es un crimen contra la vida.”

-Friedrich Nietzsche

Como zona de desarrollo industrial o espacio para el disfrute nocturno por excelencia, somos muchos los que en más de una ocasión nos hemos detenido en la icónica parada 18. Barras, clubes nocturnos y discotecas forman parte del elenco que siempre acompaña la ruta. Era un sábado en la madrugada, justo las 12:00 a.m., cuando una vez más me detuve en la famosa “18”. No era una noche normal, esta vez no iba con el propósito de pasar una noche espectacular junto a amigos cercanos, sino a explorar el erotismo y la prostitución que protagonizan esta parada.

Ya había seleccionado, de antemano, el lugar a explorar esa noche. Se describe a sí mismo como “el lugar más caliente de la zona” con los mejores strippers. Ya era abundante la presencia de la prostitución en el área. Para llegar al local, pasé entre dos grupos de travestis que ejercían la prostitución. Contrario a otras ocasiones, al pasar entre ellas reduje el paso –hasta casi detenerme- y así poder escuchar esa conversación que con tanto entusiasmo sostenían.  En el primer grupo hablaban de cómo se habían preparado para la noche. Una de ellas reía mientras comentaba la alergia que le había ocasionado rasurarse. El segundo grupo capturó mi atención, no por lo que hablaban, sino por el sentimiento con el que lo hacían. Sentada, triste y llorosa esta travesti conversaba, con quienes parecían ser unas grandes amigas, sobre su situación sentimental.

Confieso que esa travesti triste y llorosa la recuerdo a menudo, pues representa la humanidad de estos trabajadores sexuales. Finalmente, tras calles llenas de jóvenes encaminados a pasar una noche inolvidable, llegué al establecimiento. Me acompañaba un amigo, quien preguntó el costo de la entrada. El cobrador indicó que eran $5.00 por persona, y ahí, luego de pagar, comenzó nuestra noche.

La luz era escasa, la pornografía estaba presente en cada uno de los televisores, en la barra había sogas que caían del techo y no podía faltar el ya famoso tubo. Lo primero que hicimos fue el recorrido por el lugar: la ropa era la mínima necesaria, el exhibicionismo reinaba y el cuarto oscuro ya estaba ocupado por quienes practicaban el sexo oral. Era de suponer, éramos los menores del establecimiento y eso provocó algunas miradas de asombro. Se podría decir que la edad promedio era de 45 años por parte de la demanda y de 25 años por parte de la oferta.

Nos acomodamos en una esquina, entre la barra y el dj, y observábamos. Pedimos un jugo de cranberry al bartender, y su reacción también fue de asombro. Era común ver a las personas de mayor edad ofrecer dinero por bailes sensuales, que muchas veces terminaba con caricias en los genitales. También estaba quien mostraba sus destrezas bailando en el tubo. El pasillo hacia el cuarto oscuro siempre contaba con la presencia de strippers, quienes esperaban por algún cliente que solicitara su servicio. Y cuando pensábamos haberlo visto todo… dos subieron a la barra y, entre la sensualidad y el baile, su ropa desapareció. Con dinero en sus manos, los clientes gozaban de aquel acto.

Había líneas finas entre club nocturno y prostíbulo que a veces desaparecían. El baño al que había ido, decorado con carteles de prevención del sida, también servía para ofrecer servicios de menor duración. Ellos se entendían, tenían sus códigos y sus claves: llegaban, le daban dinero al empleado e iban al baño.  Era el cuerpo mercantilizado.

Ellos le sacaban provecho a su cuerpo, era su forma de ganarse la vida. Eran compañeros de trabajo, se preguntaban cómo había estado y qué habían hecho. Reían y pasaban un buen rato, aquel parecía ser un trabajo como cualquier otro. Detrás de lo que pudiese ser catalogado como un ambiente fuerte u hostil, había humanidad. Luego de una hora y media en el lugar, me fui con la pregunta: ¿venden o emplean su cuerpo?

Camino al carro reflexiono en lo que encontré en la parada 18: cuartos oscuros y humanidad. Las líneas finas entre la sensualidad y la prostitución. Risas y disfrute, tristeza y mal de amores. Necesidad y deseo, y el deseo convertido en necesidad. Era el mercado del cuerpo y las identidades. Era el trabajo para algunos y el placer para otros. Era la vida y la sexualidad, la sexualidad de la vida y la vida sexualizada…