Mis encuentros personales y textuales con José Emilio

Historia

altEl 26 de enero de 2014, murió el poeta mexicano José Emilio Pacheco, a quien mi vida académica ha estado íntimamente ligada desde que inicié mis lecturas de sus poemas en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, mi Alma Mater, por allá por 1982, y las continué en la Universidad del Estado de Nueva York, en Stony Brook, hacia 1986, bajo la atenta mirada de dos poetas chilenos, Pedro Lastra y Jaime Giordano, cuando elaboré una tesis de maestría sobre los niveles del prosaísmo en la poesía de Pacheco, manuscrito que fue la base de mi primer libro sobre nuestro poeta.

Después que José Emilio Pacheco: Poesía y poética del prosaísmo se publicara en España en la editorial Pliegos, en 1990, continué mis acercamientos en ponencias y ensayos presentados en congresos de literatura, y publicados posteriormente en revistas electrónicas, y en las actas del simposio organizado por el TEC de Monterrey para la Feria del Libro de 2004, en donde tuve la oportunidad de encontrarme con José Emilio una segunda vez. Ya lo había conocido en Brown University, en el Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana de 1990, justo el año de publicación de mi monografía sobre su obra poética.  Luego en Mérida, Yucatán, México me encontré con el poeta en el marco del Otoño Cultural de 2006, cuando visitó la ciudad para dar una charla y hacer una lectura de su poesía más reciente. En 2013 también coincidí con él en Mérida, en la Feria Internacional de Lectura de Yucatán (FILEY), en el marco del Congreso UC-Mexicanistas[1] “Lectores somos y en la FILEY andamos” dirigido por la preclara Sara Poot Herrera.

En estos cuatro encuentros personales hablé brevemente con el poeta y pude apreciar al sencillo ser humano que era José Emilio, sin poses de ningún tipo, así como atestiguar el aprecio que le tienen sus lectores, en especial los más jóvenes.  En la FILEY 2013, la cola para la firma de sus libros duró unas dos horas en las cuales el Maestro Pacheco platicó amenamente con los que tuvimos la paciencia de hacer la fila.  En esa ocasión, el colectivo Rutas Literarias, un grupo de jóvenes estudiantes de la carrera de Literatura Latinoamericana de la Universidad Autónoma de Yucatán, presentó el performance “Tal vez no hubo esa tarde, Mariana”, basado en la famosa novella de Pacheco titulada El principio del placer, en el cual se mostró un video donde varios lectores hablaban de su encuentro con la literatura de José Emilio.  Esto muestra la vigencia que tiene en el mismo México contemporáneo el acto de leer su obra para las nuevas generaciones de lectores y críticos profesionales todavía en formación.  La presea “Excelencia en las letras” le fue presentada por la FILEY y los organizadores del congreso de UC-Mexicanistas “Lectores somos y en la FILEY andamos”, y a la vez, con la concesión de este reconocimiento, se estableció el Premio José Emilio Pacheco de Excelencia en las Letras.  El poeta pidió la palabra, tomó el micrófono y rogó modestamente que se le pusiera otro nombre a este reconocimiento, haciendo alarde involuntario de la sincera humildad que lo caracterizaba.

En mi primer encuentro personal en Brown University me tocó conocer a un José Emilio de 51 años ya instalado en la madurez de una obra poética de diez poemarios hasta Ciudad de la memoria (1990).  En el segundo encuentro, diez años después, ya se había consolidado el nombre del poeta premiado en distintos foros[2] y conocí al hombre maduro de 62 años que en medio de una entrevista para la revista Mérida viva, en la que me tocó participar junto a la colega Patricia Argáez, habló de ese grado cero en el cual se encuentra la emisión de los discursos poéticos ante la ausencia de la noción autor.  Que para él no es la más importante, como en Aproximaciones (1984), El Cantar de los Cantares: Una aproximación de José Emilio Pacheco (2011) y Una noche: Aproximación a Constantino Cavafis (2011) o las reescrituras, versiones, apropiaciones e intercambios de los poemas de otros poetas en su propia pluma, como traductor y “traidor”, reescribiendo a los clásicos (a Salomón y Constantino Cavafis entre otros) en su propio lenguaje particular.

En el tercer encuentro en el TEC de Monterrey en 2004, en el marco de un simposio sobre su obra en la Feria del Libro, dirigido por los colegas Pol Popovich Karic y Fidel Chávez Pérez, tuve el privilegio de tener a Pacheco en el público que escuchó la ponencia que leí sobre las preocupaciones de fin de siglo en su poesía más reciente hasta ese entonces.[3] Una versión más extensa de ese trabajo se publicó en las actas del simposio y se reedita en mi libro de ensayos en preparación José Emilio Pacheco o las voces subalternas de una poesía de las cosas.  Y de esa precisa ponencia leída en Monterrey, Nuevo León, México nace la necesidad de volver sobre la poesía de Pacheco en una colección de ensayos.

Mi cuarto y último encuentro personal con el poeta fue en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY) en 2013.  Ahí lo escuché hablar de su propia obra como una buena introducción para lectores jóvenes y al periodista Javier Aranda Luna presentar “José Emilio Pacheco: el arte de la memoria”, conferencia en la cual disertó acerca de la labor periodística del poeta en la prensa mexicana instando a recopilar sus artículos, de la manera como Miguel Ángel Flores recogiera todas las “Aproximaciones” de Pacheco en un solo volumen en 1984.  Haber sido público en este encuentro me permitió observar a un José Emilio de 73 años todavía fuerte y decidido en su voz, pero lamentablemente en una condición de salud un tanto precaria.  Fue necesario llevarlo en silla de ruedas al proscenio pese a que como comenté antes, estuvo unas dos horas firmando libros y conversando con sus lectores.  Pero la voz inconfundible de José Emilio Pacheco y su modestia se dejaron sentir ante un auditorio de unas trescientas personas allí reunidas.  ¡Quién hubiera sabido que era la última vez que le vería!

Mis encuentros personales con el poeta de carne y hueso han sido pocos, pero los ensayos de mi libro en preparación atestiguan mis encuentros textuales con sus palabras, en la página de sus versos, a lo largo de casi treinta y tres años, a partir de mi primer encuentro en 1982 en el Seminario Federico de Onís de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, mi Alma Mater.  De hecho, cuando me despedía de él en Monterrey le dije que nos seguiríamos viendo en las páginas de sus poemarios.

Releerlo en toda su obra poética de doce poemarios recogidos en Tarde o temprano [Poemas 1958-2000] así como en sus libros más recientes: El Cantar de los Cantares: Una aproximación de José Emilio Pacheco (2009), La edad de las tinieblas (su único libro de poemas en prosa) (2009), Como la lluvia (2009) y Una noche de Constantino Cavafis: Aproximación de José Emilio Pacheco (2011), es el mejor encuentro con la Poesía, así con mayúscula.  Porque la antipoesía conversacional del discurso poético pachequiano define a la Poesía más contemporánea, tanto del siglo XX como de inicios de estas primeras dos décadas del siglo XXI.  El punto de hablada del emisor, o el lugar desde donde se manifiesta el hablante lírico, sigue siendo la voz colectiva de la tribu que habla por todos y para todos mostrándonos la fragilidad del Tiempo en el que nos ha tocado vivir y la fugacidad de ese mismo Tiempo con mayúscula ante la modernización/globalización del mundo actual desde una perspectiva postcolonial.  Son las voces subalternas de los condenados de la tierra (“les damnés de la terre”) de Frantz Fanon las que se alzan en sus versos y buscan indagar precisamente sobre el conocimiento subalterno de esas voces de los desposeídos y sin tierra.  Una definición de postcolonialismo presentada por Robert J.C. Young ilustraría este aspecto:

Postcolonialism stands for the right to basic amenities –security, sanitation, health care, food and education- for all peoples of the earth , young, adult, and aged; women and men.  It champions the cause not only of industrial workers but also those underclasses, those groups marginalized according to gender or ethnicity, that have not hitherto been considered to qualify for radical class         politics.  While encouraging personal authenticity of sincerity and altruism, it questions attempts to return to national or cultural ‘authenticity’, which it regards as largely constructed for dubious                 political purposes.  It considers the most productive forms of thought those that interact freely across disciplines and cultures in constructive dialogues that undo the hierarchies of power.[4] (113-114)

Pacheco se lamenta de todos nuestros problemas instándonos a volver al Origen del individuo.  A buscar más allá de las nuevas tecnologías, el sustrato de humanidad que todavía nos quede intacto.  La “velocidad con que extinguimos las especies”, como nos dice en el ecopoema en prosa “La dorsa” de La edad de las tinieblas, ilustra muy bien esta idea:

La dorsa

A la velocidad con que extinguimos las especies pronto la dorsa habrá desaparecido bajo el cambio climático.  Esta flor sólo se da en el Valle de México. Se distingue por ser invisible.  Crece en los             pavimentos y en los muros, en los cables eléctricos y en los desagües.  Nadie de fuera puede reconocerla porque no tiene olor.  Únicamente los de aquí sabemos hallar dorsas: su aroma a Nada         nos acompaña desde la cuna.  (38)

La preocupación del hablante es la extinción de una flor oriunda del Valle de México, la dorsa, y su precariedad ante la manera como los seres humanos tratamos a la naturaleza.  De ahí la dimensión ecológica del poema.  Sólo los mexicanos pueden identificarla en su olor a Nada, pero lamentablemente pese a la invisibilidad de la flor y a su persistencia en crecer en la calle, en las paredes, en los cables eléctricos y hasta en los desagües, se encuentra en peligro de extinción.

Las voces subalternas que hablan y son representadas en la poesía de las cosas de José Emilio Pacheco son potenciadas en poemas como éste.  Y en el mismo poema “Los condenados de la tierra” de Tarde o temprano, tomando prestado el famoso título de Fanon, el hablante reflexiona acerca de su encuentro con la miseria de la chinche:

París.  En el hotel para inmigrantes

descubro un raro insecto, que jamás había visto.

No es una cucaracha ni es una pulga.

La aplasto y brota sangre, mi propia sangre.


Al fin me encuentro contigo,

oh chinche universal de la miseria,

enemiga del pobre, diminuto

horror de infierno en vida,

espejo de la usura.

Y pese a todo

te compadezco, hermana de sangre.

No escogiste ser chinche ni venir a inmolarte

entre los condenados de la tierra.  (369)

La chinche, compadecida por el hablante, representa esa universalidad de la miseria humana, la enemiga del pobre al ser “diminuto horror de infierno en vida” y “espejo de la usura” (369).  Ese derecho básico al que apela la cita de Young sobre el postcolonialismo, a que cada individuo tenga seguridad, sanidad, seguro médico, comida y educación, le aparecen negadas aquí a todo aquel que se expone a la chinche por falta de recursos en el hotel para inmigrantes de París, un espacio híbrido en la Ciudad Luz que ahora es la ciudad del maligno insecto.  Ese “espejo de la usura” con la que cierra el poema es una condensación de significados postcoloniales porque comunica la idea de la perenne explotación de los inmigrantes en el gran esquema de la miseria humana, pero también llama a la acción que pedía Paulo Freire en su pedagogía del oprimido, la cual hace énfasis en “las determinaciones históricas del paso del subalterno de una intransitiva a una transitiva conciencia inocente, en camino hacia una concientización completa” (San Juan, Jr.  107).[5] Así también lo explora Pacheco en los siguientes versos de “Milenio” en Tarde o temprano:

o aquel Gulag atroz en que dejan la vista

las mujeres que cosen vestidos de lujo a diez centavos la hora,

mientras los jefes de la compañía

y los accionistas que exigen más y más lucro sin pausa

tienen ganancias anuales de mil millones de dólares.  (597)

En las aproximaciones a El Cantar de los Cantares y Una noche de Constantino Cavafis se ve la capacidad de traductor del poeta, como escritor que reescribe, se apropia, intercambia y vuelve sobre los versos de Salomón y Cavafis, para devolverlos en un español acomodado a la sordina tierna de sus mismos versos, hasta apropiárselos del todo y hacerlos suyos como una aproximación original.  En realidad, se trata de apropiaciones o reescrituras o intercambios de unos poetas a otros. 

El macro-poema “Carta a George B. Moore en defensa del anonimato” de Tarde o temprano diserta sobre: “El verso de instrumento de todo aquello/(relato, carta, drama, historia, manual agrícola)/que hoy decimos en prosa” (303), y reflexiona sobre las nociones de poesía en prosa y prosaísmo en relación a la ubicación del hablante del discurso.  Hay que ver qué significado tiene el lugar desde el cual se emite ese discurso poético y cómo la noción autor ya no es el centro de las preocupaciones críticas en la literatura.  Al negarle la entrevista a George B. Moore, el poeta dice: “No leemos a otros: nos leemos en ellos” (303) y explica: “Si hay un mérito en esto –dijo Pessoa-/ corresponde a los versos, no al autor de los versos” (303).  Es decir, así como los heterónimos o seudónimos del poeta portugués, el anonimato de aquel que escribe versos no requiere conceder una entrevista para aclarar sus palabras porque la poesía es colectiva y se hace entre todos.

“Manuscrito de Tlatelolco” y “Prosa de la calavera” son otros dos macro-poemas que son piezas clave en la emisión de voces subalternas que se potencian en el discurso pachequiano por medio de la denuncia a ultranza.  Entre el episodio histórico de la matanza de estudiantes mexicanos como “clases subalternas” en la Plaza de Tlatelolco en 1968, por parte del gobierno mexicano, y la reflexión de un yo que a la manera de Hamlet le habla a una calavera, Pacheco nos da una lección magistral acerca de la gran fragilidad humana. Se vuelve sobre las ideas de Gramsci, quien define este concepto de las “clases subalternas” asumiendo un valor diferente, como:

…un producto de interpelación ideológica por los intelectuales.

La subalternidad es producida por una práctica ideológica de                                    subordinación a través de aparatos de desplazamiento y                                               absorción.  (San Juan, Jr.  96)[6]

El aparato represivo del gobierno de Díaz Ordaz en el 68 reprimió a los estudiantes y “Manuscrito de Tlatelolco” es un poema hecho con las voces de los que narraron el suceso dando voz a los que no la tuvieron y fueron silenciados (represión/subordinación/subalternidad).

Miro la tierra (1986) y Ciudad de la memoria (1990)[7] retoman encuentros textuales posteriores que he tenido con la poesía de Pacheco a medida que se han ido publicando sus últimos poemarios a tono con la internacionalización de su carrera literaria y la concesión del Premio Cervantes 2009.  En Miro la tierra se lee la metáfora del desastre que construye Pacheco a raíz del terremoto de 1985 que azotó la ciudad de México y los poemas de este poemario son un testimonio fehaciente de esa catástrofe.  En Ciudad de la memoria se vuelve sobre el prosaísmo y la oscilación verso/prosa como un sello de vigencia del discurso poético pachequiano.  En El silencio de la luna (1994), La arena errante (1999) y Siglo pasado (Desenlace) Poemas 1999-2000 (2000)[8] se presenta una perspectiva postmoderna del fin de siglo del XX al XXI.  Vemos cómo las voces subalternas de los desposeídos llegan a las puertas de un nuevo siglo y cómo el poeta lidia con el impacto de la tecnología en su quehacer literario, al prestarles su voz.

Dos de sus últimos poemarios post-Premio Cervantes publicados por El Colegio de México y Editorial Era, Como la  lluvia (2009) y La edad de las tinieblas (2009), hacen un balance de todos sus poemarios anteriores, a la luz de la poesía anterior del poeta, para ver otra vez la evolución de esas voces subalternas a las que les cede la voz el hablante lírico, por medio de un tono neutro, en el que reflexiona sobre los avatares de la existencia humana con el devenir del Tiempo, el gran tema pachequiano.  También en el sentido de Gramsci, quien ve la subalternidad “como una condición marcada por la ausencia de un proyecto o fuerza por parte del grupo social para conseguir una autoconciencia de clase integral, orgánica y crítica” (San Juan, Jr.  95).[9]

Tanto mis encuentros físicos como textuales con José Emilio Pacheco me han convencido que estábamos ante uno de los poetas mayores de la literatura universal, y estas breves reflexiones a raíz de su reciente muerte son un pálido reflejo que intentan dilucidar cómo el poeta mexicano asumía la voz de los sujetos subalternos. El hablante lírico los hace hablar, por medio de sus palabras, como es el caso de “Milenio” en Tarde o temprano o “El misterio del odio” en Como la lluvia.  En uno el hablante diserta sobre la ironía del centro comercial ante las miserias de aquellos que no pueden acceder al poder adquisitivo de comprar en el mall con tarjetas de crédito: “el Templo de los Templos/el santuario electrónico a la deidad de la usura y el oro plástico” (597) y, en otro, habla sobre la abominación del ser humano ante el hecho de que el Sol reaparezca cuando ha llovido y nos recuerde lo “misterioso y cruel [de] nuestro odio” (116).

Se trata de esos sujetos subalternos que no han tenido medios para expresar la situación de opresión en la que todavía se encuentran y poemas como estos le permiten hablar tanto a ellos, como al poeta, a la manera de un coro griego, que nos recuerda los avatares del héroe, que es el ser humano, víctima de un sistema post-capitalista de políticas neoliberales que lo oprime y lo hace compartir un odio colectivo misterioso y cruel contra otros individuos.  Leamos, pues, los versos de José Emilio Pacheco, quien descansa eternamente en el seno de la Poesía.


Bibliografía

Diccionario de la lengua españolaVigésima segunda edición (2011).  Consulta en línea en varias ocasiones. http://lema.rae.es/drae/

Pacheco, José Emilio.  Aproximaciones.  Compilación de Miguel Ángel Flores. México: Penélope, 1984.  Impreso.

___________________.  Como la lluvia (Poemas 2001-2008).  México: Era: El Colegio Nacional, 2009.  Impreso.

___________________.  La edad de las tinieblas: Cincuenta poemas en prosa.  México: Era: El Colegio Nacional, 2009.  Impreso.

___________________.  Tarde o temprano (Poemas 1958-2000).  México: Fondo de   Cultura Económica, 2004.  Impreso.

___________________.  Una noche de Constantino Cavafis: Aproximación de José Emilio Pacheco. Prólogo de Minerva Margarita Villarreal. Monterrey: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2011.  Impreso.

San Juan, Jr., Epifanio.  Beyond Postcolonial Theory.  Nueva York: St. Martin’s P, 1998.  Impreso.

Torres, Daniel.  José Emilio Pacheco: Poesía y poética del prosaísmo.

Madrid: Pliegos, 1990.  Impreso.

Young, Robert J.C. Postcolonialism: A Very Short Introduction.

New York: Oxford University Press, 2003.  Impreso.

Wikipedia: La enciclopedia libre.  Consultada en línea el 28 de septiembre de 2013: http://es.wikipedia.org/


[1] UC se refiere a University of California, institución sede del Congreso UC-Mexicanistas.

[2] Premio Magda Donato 1967 por Morirás lejos, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1969 por No me preguntes cómo pasa el tiempo, Premio Xavier Villaurrutia 1973 por El principio del placer, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Sinaloa -16 de noviembre de 1979-, Premio Nacional de Periodismo de México 1980 por Divulgación cultural (http://es.wikipedia.org/wiki/Jose_Emilio_Pacheco).

[3] En este encuentro le pedí a José Emilio que me autografiara mi ejemplar de Tarde o temprano (2004) y tuvo la gentileza no sólo de autografiarlo con las pausas de un poema breve (“A Daniel, poeta,/ crítico y amigo/ generoso incomparable”) sino también de corregir las erratas de la edición con su puño y letra.

[4] “El postcolonialismo apoya el derecho a los servicios básicos –seguridad, sanidad, seguro médico, alimento y educación- para todas las personas de la tierra, jóvenes, adultos o ancianos; hombres y mujeres.  Es campeón de la causa no sólo de los trabajadores industriales sino también de las clases bajas, esos grupos marginados por su género o etnicidad que hasta ahora no han sido considerados cualificados para una política de clase radical.  Mientras anima la autenticidad personal de la sinceridad y el altruismo, cuestiona los intentos por volver a una ‘autenticidad’ nacional o cultural, la cual se contempla como ampliamente construida para propósitos políticos dudosos.  Se considera la más productiva forma de pensamiento que interacciona libremente a través de disciplinas y culturas en diálogos constructivos que deshacen las jerarquías de poder”.

[5] “He [Paulo Freire] has always emphasized the historical determinations of the subaltern’s passage from an intransitive to a naive transitive consciousness on the way to full concientization” (San Juan, Jr. 107).  El uso del adjetivo “transitivo” aquí se refiere a un llamado a la acción sobre las palabras en ese proceso de concientización, en el marco de una pedagogía del oprimido o subalterno.  “Transitivo” significa “que pasa o se transfiere de uno a otro”, consultado en la versión digital del Diccionario de la lengua española.

[6] “The concept of ‘subaltern class’ thus assumes a different valence when Gramsci theorizes it as a product of ideological practice of subordination through apparatuses of displacement and absorption” (San Juan, Jr.  96).

[7] Incluidos en Tarde o temprano.

[8] Incluidos también en Tarde o temprano.

[9] “Gramsci holds that subalternity is a condition marked by the absence of a will or project on the part of a social group to achieve an integral, organic, critical self consciousness” (San Juan, Jr. 95).