Había un pueblo que no sabía leer. Todo lo que veían, todo lo que olían, lo saboreaban para entender... su esencia.
Lo tocaban y rompían, lo arreglaban y escupían,... para nacer, acentos en símbolos hechos con palabras de fuego con madera, en sus manos y en sus lenguas; mientras derretían acero para solo endurecerlo. Afilarlo y apuñalarlo. Desangrarlo, acariciarlo… apreciarlo y entenderlo.
Hay que mucha sangre de entendimiento, ha corrido por mentes de piel dulce, y de sangres agrias que solo el mosquito emprendedor arriesgaría saborear. A su riesgo...
Hay cobre con plata con oro, con sodio, con odio, con carbón, con amor y un cabrón que de repente tuvo valor.
Coraje mezclado con sangre y pensamientos volantes que todos querían, y no obtenían. Y, al enterarse que con solo calentar el aire… a las nubes irían. Fantasía...
Entendían el sabor de lo que veían, se inventaban colores con aromas que sentían.
(...pausa y fast-forward... tiempo atrasado y adelantado. Hechos confundidos de lápiz y papel.....de pasado a presente sin razón...)
¿Revolución intelectual? Si la mayoría no lo son. La dependencia esclavizada imponente de los altos poderes que controlan el flujo de recursos, la educación, la información, el norte colectivo. Recursos económicos es lo de menos. Recursos sociales es lo de menos. Recursos culturales es lo de menos.
Lo demás es la falta de todo esto; que nos embrutece, nos convierte en estadísticas del “googleo”, de zombis contentos vestidos de hamster, dando vueltas en la rueda....vueltas y vueltas y vueltas. Sudando, sangrando, rodando… gozando de ese hikie colectivo que la rubita de ojos azules nos chupa del cuello.