El 13 de abril de 2014, el teórico y pensador postmarxista Ernesto Laclau. Se nombraba a sí mismo, no un argentino de nacionalidad en tanto identificado con su Estado-Nacional, sino latinoamericano precisamente porque su cuerpo y sentimientos apelaban y se circunscribía al proyecto de “NuestrAmérica” o la integración de los países latinoamericanos. Como él mismo decía “La latinoamericanidad de nuestro proyecto es una de las fuentes de nuestra identidad política”.
Nacido en 1935 en Buenos Aires, Argentina. Su vida siempre estuvo marcada por la política. Hijo de un abogado, Ernesto Laclau, jefe civil de la sublevación radical frustrada contra (el presidente de facto) José Félix Uriburu en 1931. Vivió en medio de los debates políticos. Su madre decía “en esta casa las ideas sobran. Lo que falta es plata”. Sus participaciones políticas y teóricas en la Argentina lo llevaron a vivir incidental y accidentalmente en Inglaterra de la mano de Eric Hobsbawm. Allí vivió hasta su muerte como profesor en la Universidad de Essex.
Su trabajo teórico-político ofreció nuevas pistas y aportaciones al concepto de hegemonía, revolucionó la teoría sobre el populismo y su relación con la democracia y ofreció un marco para entender la trayectoria histórica de los países latinoamericanos conforme a sus procesos de democratización e integración. Transgresor de las ciencias sociales occidentales, entendía los procesos sociales no para clasificar y ordenar los acontecimientos sociales, sino espacios donde se va articulando lo político y, por tanto, ventanas de oportunidad para el ejercicio de la política.
Pero, tal vez, el legado más importante de Laclau sea su visión como intelectual. Sobre ello nos decía “un intelectual tradicional sería incompatible con el tipo de posición política que siempre mantuve. No defiendo cosas en las que no creo. Y como un intelectual orgánico participó en el quehacer público. Yo pongo juntos el quehacer intelectual y la actividad política.” Que descanse en paz, Ernesto Laclau.