En las huellas de Arturo Alfonso Schomburg: Revalorizando la imagen que la esclavitud destrozó

Historia

I.  Introducción.

Mi pasión con el tema del racismo comenzó hace más de 50 años, cuando terminaba la escuela superior en Puerto Rico (grados 10-12 en un sistema de educación pública que incluye 12 grados). Según nos acercábamos a la fecha de graduación y se organizaban los festejos y celebraciones, notaba un recrudecimiento en las expresiones de crítica racista o promotoras de la exclusión de estudiantes por color de piel oscuro y rasgos físicos de tipo negro africano.  Fue continua y fuerte la batalla explicativa de por qué no me estiraba el pelo.

Fue cuesta arriba convencer a unos de que si Egipto era la cuna de la civilización, África era la generadora del Egipto de esplendor y por consiguiente, África era tierra de grandeza y no de miseria ni de ignorancia. A pesar de mi empeño en hallar explicación de la situación que marcaba mi vida y la de otros estudiantes negros, no fue posible un diálogo esclarecedor con los maestros. Una pesada cortina de culpabilidad por no ser blanco y deseable, me acompañó por varios lustros.

Terminado nuestro grado de “bachillerato” (4 años de universidad, luego de 12 años de escuela primaria, intermedia y superior) me enrolé en el programa de maestría de la Escuela Graduada de Trabajo Social. Fue en ese taller artesanal de actitudes y conocimientos que desperté verdadera curiosidad investigativa de las raíces de la desigualdad social que desde niño palpaba y conocía.  Fue mi despertar de conciencia a los fundamentos de la pobreza, la marginación social, el discrimen, el prejuicio, la falsificación de la historia, la marginación de figuras negras importantes o su presentación sin aparente coloración o pigmentación. Es preciso destacar que en Puerto Rico se ha tratado de invisibilizar el problema racial durante los pasados 140 años.  Toda una pléyade de racistas ilustrados  de estirpe profesional y de clase acomodada o por acomodarse, racionalizaron el racismo durante lo que parecían eternas décadas.

Así ocurrió con Colombán Rosario y Justina Carrión quienes publicaron hace seis décadas en Puerto Rico el libro “El Negro”. Es éste un texto que rezuma tristeza, resignación, silencio y  tolerancia a los insultos velados y abrazo a las justificaciones seudocientíficas, pero carente de crítica o condena por los autores. Reiteradamente usa el término “de color” para describir o mencionar a las personas negras y peor aún, abraza la teoría de que el negro desciende del blanco… Por último, valida el término “negro puertorriqueño”, en vez de “puertorriqueño negro”.

Buscando raíces en otros prados, un día, al leer una sección del semanario Claridad, me topé con la figura de Arturo Alfonso Schomburg. De momento tuve ante mí un Quijote negro, atacando los molinos movidos por los torvos vientos del prejuicio; combatiendo “los gigantes” de la exclusión de amplias capas de pueblo supuestamente nacidas con mala suerte y sin fortuna.

Desde entonces mi vida cambió.  El modelaje de Schomburg como agudo pensador, fino polemista, incansable organizador y escritor sobre la valiosa historia del negro a través de los tiempos, me identificó con quien es considerado en Estados Unidos y en el mundo como una de las figuras más importantes en la reescritura de la historia de los pueblos negros del planeta.

II. El racismo en Puerto Rico

La esclavitud negra y el racismo comenzaron con la llegada del hombre europeo a las  tierras al otro lado del Océano Atlántico. Ellos trajeron su afán de explotar a las personas africanas esclavizadas para ser utilizados como mano de obra barata. El robo de la libertad de los esclavizados fue agravado por la ocultación a todas las nuevas generaciones hechos hoy innegables, como la existencia en el África precolombina de inmensos y ricos imperios, donde floreció el saber en todas las artes y ciencias, donde se desconocía el hambre y la relación con la madre naturaleza era sagrada. Los Africanos esclavizados llegaron a los países americanos encadenados y vendidos como parte de un grupo homogéneo (negros) cuando, de hecho, había considerable diversidad entre ellos. Durante el cautiverio esclavista intencionalmente se destruyó su herencia cultural respecto a los idiomas, religiones y costumbres y los negros eran instruidos para que pensaran que eran seres inferiores, sin historia, irracionales y salvajes.

La esclavitud arrebató del ser humano negro el sentido de autosuficiencia y valía que le caracterizaba. Lo cosificó y bestializó para reducirlo a la inhumanidad del trabajo forzado, a la tolerancia del destrozo de la familia y a relaciones de dependencia enajenantes y castrantes. Por eso, uno de los resultados de la era esclavista es la imagen negativa creada en torno a los hombres y mujeres de piel negra, sin distinción entre libres, libertos o esclavizados. Como regla general y colectiva muchos hombres y mujeres de piel oscura fuimos marcados por la perversión de la “racialización”, pretendiendo desconocer que “raza” es préstamo de la biología, excelente para explicar conducta y expectativas sobre caballos de carrera, gallos de pelea, perros de caza o perros de bolsillo, pero no para los seres humanos, a quienes nos aplica la ciencia antropológica.

La palabra “negro” se ha convertido en un término muy sensitivo, cargado de connotaciones negativas. Cualquiera fue su significado original … el significado se ha deteriorado en la imaginación popular. No es sorprendente que muchos negros, particularmente en Norte América, ahora reaccionan al vocablo con diferentes de dolor y disgusto””… Van Sertima, xvi. Son muchos los negros y muchas las negras que sufren de imagen negativa al interior. Se consideran feos, débiles, victimizados, sexualizados y sin poder, en claras manifestaciones perniciosas del racismo internalizado. Al decir del puertorriqueño Massó…

Todo ese dolor y coraje está relacionado directamente con mi condición de racismo internalizado: el verme a mí mismo como me percibe y trata aquel que me rechaza por ser negro. Por consiguiente, la persona que sufre de esta condición se siente como lo ve el otro: fea, bruta, apestosa, victimizada, marginada, rechazada, incompetente e incapaz de superarse. Debo recalcar que no todas las personas negras son víctimas de esta condición, aún cuando hayan sido expuestas a ambientes y experiencias racistas. El padecer de ella o no, es mas bien una decisión existencial que hacemos de manera consciente o inconsciente. Massó, 10.

En mortal complemento, del exterior se nos considera violentos, problemáticos y de creatividad disminuida. La situación ya descrita no fue producto del azar ni de la providencia, como tampoco lo es la pretendida invisibilidad de lo negro en Puerto Rico, al absurdo de que el Censo del año 2000 alegadamente demostró que el 85 por ciento de la población de Puerto Rico era blanca. De igual forma se nos enseña que ser negro es sinónimo de fealdad, brutalidad, salvajismo, violencia, retraso e incivilidad; en fin ... nada deseable.  Tal aprendizaje negativo nos lleva a rechazar la negritud y a encomiar la blanquitud. De ahí que los estereotipos y prejuicios se atrincheran en la mente del ser humano negro y pueden permanecer allí, convirtiéndose en ideario personal reflejo de la ideología racista. Tal ideología controla y condiciona su pensamiento y moldea su ubicación en torno a otros en las relaciones en sociedad.

El racismo, terrible hijo de la esclavización negra, ha impuesto la invisibilidad de los negros y negras en el mundo de las opciones financieras, las oportunidades en las estructuras políticas dominantes, los cargos en las altas estratas de gobierno, la participación en la alta judicatura, la alta dirección en instituciones universitarias y de educación superior. También ha logrado legitimar la masiva visibilidad y concentración de ciudadanos negros en las cárceles del país, en los residenciales de pobreza, en el creciente número de desertores escolares, en las filas del desempleo, en las víctimas de crímenes violentos sin esclarecer, en las llamadas “comunidades especiales”; que así son clasificadas a pesar de que no es nada especial la pobreza, la carencia y el eventual y recurrente despojo del suelo comunal que por décadas han ocupado, si así conviene a las rancias familias que siempre han sido dueñas del país y pretenden también ser dueñas de nuestro futuro. En síntesis, el racismo ha logrado convertir los preceptos constitucionales pro igualdad del ser humano en “metal que resuena y címbalo que retiñe”...

A pesar de haber sido impactada por la esclavitud, como otras sociedades del Caribe, el discurso sobre razas en Puerto Rico ha tendido a ocultar lo negro. Un catedrático de la Universidad de Puerto Rico, Dr. Ángel Ortiz García, publicó  un breve y acertado artículo titulado Negación étnica, el 22 de marzo de 2005, Día del 132 aniversario de la Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico. Señaló el distinguido académico,

El martes 18 de enero del 2005 la prensa del país destacó con fotos los nuevos miembros del gabinete y directores de agencia del gobernador Aníbal Acevedo Vilá, y no debe de extrañar a nadie, que prácticamente todos, 46 de los 49, eran de la etnia blanca. Lo que es peor aún, sin consideración previa alguna el presidente del senado Kenneth McClintock, anunció que cinco de los nominados no serían confirmados y entre ellos están los tres afro puertorriqueños. ¿casualidad?  Para el equipo que hizo la selección y recomendaciones era lógico dicha acción ya que en sus esquemas cognitivos el negro no existe. Nadie, absolutamente nadie, con sentido común puede creer que en nuestra isla no existan negros profesionales, competentes y preparados académicamente en todas las áreas… El Nuevo Día,  2005.

Ser negro en Puerto Rico tiene consecuencias desagradables, las cuales se resumen en dichos populares o pensamientos derivados de la cruda experiencia racista. Por ejemplo, según resumido en mi libro El Racismo nuestro de cada dia, (89):

Ser niño negro o niña negra en Puerto Rico es no conseguir padres adoptivos.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser ridiculizado en chistes racistas.

Ser negro o negra en Puerto Rico es convivir con la presunción de culpabilidad en los procesos investigativos y judiciales.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser mayoría en la población carcelaria.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser desalojado de los valiosos terrenos en que ubica el vecindario comunal para luego construir en el lugar hoteles de lujo o complejos de vivienda y comercio para empresas multinacionales.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser predestinado para el boxeo, los eventos de pista y campo, el béisbol y el baloncesto y por excepción ser catedrático, arquitecto, médico o abogado.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser extraño en el golf y en el tenis.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser actor o actriz de segunda clase asignado a personificar hampones, prostitutas, ignorantes y sirvientes.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser extraño en los vecindarios exclusivos.

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser “dominicano”, “haitiano” o “de las Islas”...

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser recurrentemente interrogado por los empleados de inmigración.

Ser negro o negra o negra en Puerto Rico es ser feo, y por excepción, ser “negrito fino".

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser bruto por naturaleza, y por excepción ser “negro o negra pero inteligente”

Ser negro o negra en Puerto Rico es ser violento, y por excepción, “tener el alma blanca”.

Ser negro o negra en Puerto Rico es no ser puertorriqueño.

 

Hace más de 140 años que la esclavitud fue formalmente abolida en Puerto Rico. No obstante, la tarea de saneamiento y rehabilitación de la imagen negativa de la gente negra, está inconclusa. Al decir de Schomburg, la tarea que urge terminar por el negro y la negra de conciencia despierta se resume así:  Para él, (el negro) la tradición colectiva debe servir de contrapeso a la persecución y el orgullo de raza debe ser el antídoto al prejuicio. La historia tiene que reponer lo que la esclavitud se llevó, porque es el daño social causado por la esclavitud lo que urge sea reparado y superado por las nuevas generaciones. Des Verney Sinnette, 40.

Necesario es al menos esbozar quien fue Arturo Alfonso Schomburg, colosal personaje de la historia de Puerto Rico y del “afro norte americanismo activista” de la primera mitad del siglo pasado.

Nuestro Arturo nació el 24 de enero de 1874 en San Juan, Puerto Rico. Se cuenta que ya pre-adolescente, su maestro le asignó, al igual que a los demás estudiantes, que seleccionara un tema de historia para escribir un trabajo o composición. El niño Schomburg, le expresó que haría su asignación sobre la historia de la gente negra. De inmediato  recibió la dura y burlona respuesta de su maestro, cifrada en la expresión “los negros no tienen historia, ni héroes, ni momentos memorables”. Paradójicamente, lo que pretendió ser una frase lapidaria para un intelecto libre, se convirtió en resorte impulsor de su pasión por saber, motivándolo a vivir para descubrir, conocer y resaltar las contribuciones históricas de las culturas africanas, o la llamada “raza negra” a la historia de la humanidad. A los 17 años, se trasladó a  los Estados Unidos de América en el 1891.

Allí, Schomburg entró en la temprana adultez, dentro de las culturas y movimientos sociales negros en los Estados Unidos de América. Su presencia y activismo fue piedra de apoyo para personas, grupos e instituciones, un “eben-ezer”, una “piedra de apoyo” según la frase hebrea, para las primeras generaciones de boricuas emigrados a los Estados Unidos, luego de la invasión a Puerto Rico en el 1898.

Su convicción de la importancia de superar el pensamiento vigente sobre la supuesta inferioridad de nosotros, los negros, lo convirtió en principal redentor y coleccionista de la negritud. Su casa se llenó de todo tipo y artículos variados que afirmaban la aportación de la llamada “raza negra” a la historia de la humanidad. Su menguado bolsillo de hombre trabajador, se vació para adquirir libros, revistas, escritos, películas, cuadros, vasijas, tapices y utensilios diversos, como mudos testigos que a gritos testificaban contra la historia oficial euro centrada y afro excluyente, o peor aún, afro degradante.

Schomburg utilizó con valentía el concepto de “raza negra”, aunque no creyó en la aplicación de ese concepto biológico a los seres humanos. Por eso, su frase “orgullo de raza” debe ser tomado como un llamado a la superación, trascendiendo las barreras sociales ligadas a la pigmentación de la piel, a la pertenencia a comunidades negras desposeídas y al atesoramiento de las creencias, costumbres, prácticas y ceremonias que nos caracterizan como culturas negras. Schomburg validó el efecto revalorizador en las personas negras de reconocerse en la imagen de hombres y mujeres negras de poder, inteligencia, estudio y creatividad en todas las dimensiones del quehacer humano. Comprobó que tal conocimiento genera  reconexión con el pasado, ubicación personal en el contexto del tiempo y sentido de pertenencia protagónica en el milenario devenir de la historia y apoya el esfuerzo para rehacer lo que la esclavitud destrozó.

Como resultado de la imposición de la vida esclavizada, la población negra de Puerto Rico perdió muchos de los contenidos que en las culturas africanas persisten bajo el concepto de Kwanzaa, un concepto de gratitud colectiva, que sintetiza todos los valores y prácticas sobre los cuales descansa la existencia y la unidad social.  De manera particular, se convocan y veneran los ancestros, por ser éstas fuentes  y símbolo de linaje, modelaje ético para la vida y servicio en la comunidad.  Se convoca a reflexionar sobre el pasado colectivo como fuente de inspiración.  Se revaloran el camino y los principios que nos legaron los antecesores/as  para nosotros/as y para nuestros/as descendientes, como ejercicio vital para preservar los fundamentos de la cultura.

En Puerto Rico, el concepto de Kwanzaa y su celebración fue rescatado, como parte de lo que la esclavitud destrozó por los esposos  Emma Duprey y Víctor Sterling, bajo el influjo de los libros publicados por el Dr. Maulana Ron Karenga, profesor de la Universidad de California y del contacto personal con otros “kwancistas” y sus obras comunitarias. Desde entonces varios centenares de familia continúan inspiradas por sus valores y prácticas.

Al examinar las prácticas y contenidos de Kwanza, podemos identificar al menos tres aspectos que determinan los valores y prácticas de estos festivales y empoderan las personas y las comunidades. Entre otros:

1. Recogida – conlleva reunir lo más valioso y productivo de una nación, que es su gente.

2. Reverencia al Creador y a su creación – Es elemento cardinal reconocer la existencia de un ente superior, no importa el nombre que le demos.

3. Conmemoración del pasado – enfatiza la veneración de los ancestros como símbolos de linaje y modelos de una vida ética, de servicio y de logro social para la comunidad.

En ausencia de una sociedad “kwancista” el individualismo y la competencia en hostilidad destruyen las posibilidades de colectivismo y cooperación. “La esclavitud y las relaciones económicas opresivas alientan el individualismo y las luchas fratricidas entre hermanos, condición que crea conflicto entre los valores libertarios … y la moral opresora que se nos impone”. Cotte, Orfila, Pizarro, Quiñones, Seda y Vega, 2012, 89. La ancestral armonía comunitaria quedó sustituida por el conflicto constante. La paz del ser humano con el ambiente desapareció ante la explotación inmisericorde de los recursos naturales, el envenenamiento de los cuerpos de agua.  La armonía del individuo con su propia imagen y con la imagen de sus semejantes, se perdió ante el empuje del acondicionamiento de “ser negro es ser feo; ser negro es ser inferior; y otros predicamentos similares. La abundancia de alimentos fue erradicada por las prácticas de cultivo de explotación que crearon inmensas riquezas para unos pocos y hambruna y miseria interminable para los grandes contingentes de seres humanos, libres, libertos o esclavizados.

III. Conclusión sobre el problema racista en Puerto Rico

El término “racismo” es una ideología que afirma la superioridad de un grupo, alegadamente “racial” respecto a los demás. El racismo se caracteriza por conductas o patrones de conducta que sistemáticamente niegan el acceso a las oportunidades y los derechos de un alegado grupo racial, a la vez que perpetúan los privilegios de los integrantes de otro alegado grupo racial de su preferencia.

Hace once años presenté mi libro “Boricuas son, son de aquí, ¿Los conoces?”, una colección de 130 aproximaciones biográficas a 130 personalidades negras puertorriqueñas, casi todos sepultados en las brumas del tiempo y en la ingratitud de la historia oficial. Quedé perplejo al conocer que los descendientes de algunos de los incluidos en el libro, objetaban tal inclusión como una afrenta en vez de un reconocimiento a sus méritos.

Hace nueve años presenté mi libro “El racismo nuestro de cada día”. Afirmé en éste que es tiempo y es nuestro deber rescatar y atesorar el inmenso legado de grandeza y humanismo dejado por nuestros ancestros negros. La reacción de buena parte de la prensa y de los sectores racistas, oficiales o encubiertos, fue cáustica, insultante e intolerante. Comprobé que el aparato racista permanece incólume y en control de lo que se dice y piensa en la sociedad.

En el esfuerzo por rescatar lo que la esclavitud destrozó, tenemos que impactar los sistemas de educación públicos y privados, porque el racismo se fortalece con un sistemático esquema de educación que omite en los libros de texto la aportación de los afrodescendientes.. Agrava el hecho que muchos maestros no han recibido educación liberadora del problema racista, por lo cual, directa o indirectamente promueven el mantenimiento y fortalecimiento de las concepciones clasistas y racistas. Solo presentan imágenes de éstos con cadenas y esclavizados, pero no se menciona a negros libres o liberados como el español conquistador Juan Garrido, y los boricuas Miguel Henríquez, corsario, el pintor José Campeche, el zapatero maestro Rafael Cordero Molina, el compositor Juan Morell Campos, el jurista y patriota Pedro Albizu Campos y el activista e historiador Arturo Alfonso Schomburg, entre muchos otros.

Como nuevo desarrollo a la lucha antirracista se está concretando la posibilidad de reclamar “reparaciones” de las antiguas colonias esclavistas que se enriquecieron con la trata negrera y la esclavización de millones de hijos e hijas de la madre África. Se pretende que las naciones que fueron esclavistas de africanos reconozcan el grave daño causado a infinidad de pueblos africanos, a la pauperización de dicho continente y al estado de guerra y violencia que persiste en muchos países y regiones africanos, así como sus secuelas en nuestras sociedades americanas. Se pretende que dichas naciones otrora esclavistas asuman algún grado de responsabilidad en la urgente tarea de reponer en las comunidades negras y la gente que las integran “lo que la esclavitud destrozó”. Ello debe traducirse en subsidios económicos para programas comunitarios dedicados a crear nuevas y efectivas oportunidades de desarrollo material, intelectual, espiritual y cultural en todas sus formas. Esa iniciativa merece nuestro esfuerzo. Les invito a tomar ese otro  compromiso ante la desigualdad y la discriminación. Así podremos rescatar para nuestras propias generaciones lo que la esclavitud destrozó.

Muchas gracias.

 

Profesor Adjunto, Universidad de Puerto Rico, Facultad de Cs. Sociales

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Lista de obras citadas

Libros

Colombán Rosario y Carrión Justina, El Negro: Haiti – Estados Unidos – Puerto Rico, San Juan, Universidad de Puerto Rico, 1951.

 

Des Verney Sinnette, Elinor, Arthur Alfonso Schomburg, New York, The New York Public Library & Wayne State University Press, Detroit, 1989.

 

López Ruyol, Ebenecer, El Racismo nuestro de cada dia, Puerto Rico, ITS, Inc. First Book Publishing, 2005

 

Massó Vázquez, Benito, Jr., Negro: este color que me queda bonito, San Juan, Divinas Letras, 2013.

 

Van Sertima, Ivan, They Came Before Columbus, New York, Random House, 1976.

 

Artículos de Periódicos

Ortiz García, Ángel, Negación étnica, El Nuevo Dia (San Juan, 22 de marzo 1990) 71