De origen celestial, a sugerencia de los Dioses y para rendir pleitesía al Padre de todos ellos, Zeus, nacieron. Crecieron por la sabia que les engendro Apolo, hijo de Júpiter y Dios de las cosas ocultas, de las artes, de la Música, de la Poesía que habitaba en el Parnaso con las Musas y a quien el Dios Padre concedió el honor de conducir el carro del Sol. Los Juegos antiguos se materializaron en Olimpia, Tierra Sagrada y antigua, que era un sitio de oración en el Peloponeso, en el año 776 a.c. y se mantienen por 1.168 años. El primer Campeón fue Corebos un atleta que domino en la prueba: "Carrera del Estadio". Concluidas estas justas, un nuevo calendario cronológico llamado Olimpiadas mediría el tiempo en la Grecia Antigua. La ciudad sede, Olimpia, se llenó de gloria y de gala, de misticismo, de orgullo. Fue ella quien percibió de cerca el aroma de las virtudes humanas surgidas por los inicios del deporte excelso, como expresión social y benéfica para el hombre. Ella, fue testigo presencial de los sacrificios que se hacen y se conceden por las causas nobles. Del esfuerzo que se requiere para lograr una meta superior, a la que todos nos podemos arribar primeros. Olimpia vivió íntimamente la lucha por la vida, en la que no todos tenemos los mismos éxitos, o fracasos o resultados al fin, pero en la que cuenta mucho la forma como cada cual se ha batido.