El Diccionario de la Lengua Española, entre otras acepciones, define la palabra “primavera” como una estación del año que “comienza con el equinoccio del mismo nombre y termina con el solsticio de verano.” Otras interpretaciones, como la que figura en las redes sociales, particularmente en la página referida como Wikipedia, nos dice que esta estación del año “corresponde a un tiempo intermedio entre la estación fría, el invierno, y cálida, el verano.” En política, se ha utilizado también el término para referirse a un ciclo de apertura; de liberalización de regímenes autoritarios como resultado de amplias movilizaciones sociales; una etapa de avance en el ejercicio de derechos democráticos; y de un período de transición, desde estructuras anquilosadas y anacrónicas de gobernanza, a nuevas y amplias formas de pluralidad política de los ciudadanos de un país.
Históricamente hablando, se ha ido cimentando a escala global el discurso, en alguna medida impuesto por los países capitalistas más desarrollados, de anteponer los estilos de gobiernos de algunos países a las formas distintas de gobernanza prevalecientes en las llamadas “democracias representativas”. Estas “otras” formas de gobernanza, en algunos casos adquieren el carácter de regímenes represivos y autoritarios; en otras ocasiones, a pesar de sostenerse en el ejercicio democrático del derecho al voto por parte de sus ciudadanos, igualmente sus sistemas de gobierno son criticados por tales democracias representativas, sencillamente por la resistencia de sus pueblos a someterse a los designios imperiales de la primeras.