Es tiempo de sanciones. En estos tiempos llueven por doquier, particularmente contra Rusia, tras el inicio del conflicto armado en Ucrania. Son medidas principalmente de carácter económico, pero también deportivo, cultural, mediático, comercial, aéreo, en fin, de todo tipo. El gran objetivo nada disimulado es estrangular a Rusia, dicho esto casi literalmente. Se ha volcado contra ese país todo el poderío de Estados Unidos, Europa, Japón y otros tantos países.
Bueno, hay sanciones y también hay sancioncitas; que si no fuera por la gravedad del momento que vivimos, moverían a la risa y a la burla. Y, además, porque terminan siendo harto reveladoras de lo patético que resulta quien las decreta más que del impacto, si alguno, que generan.