Ya sé que no debería decirlo
que no debo poner olas de luto en los labios
y echarte lágrimas a fuego lento;
Ya sé que no debería decirlo
que no debo poner olas de luto en los labios
y echarte lágrimas a fuego lento;
Ven y róbame
la noche noche
la espera de los días muertos
y rompamos el silencio de los pájaros.
Nací en el 98, en el mismo año en que España perdió su último vestigio colonial en América y con él, el resto de su grandeza y su poder... en el año que, para riqueza de nuestro espíritu nacional, surgía también aquella generación del 98 que produjo hombres como Unamuno, Baroja y Ganivet. Quiero decir que yo heredé, probablemente, no el espíritu derrotista en que quedó España sumergida después del desastre sino más bien el espíritu creador que insufló a aquellos hombres para redescubrirnos nuevamente. Y fue por eso tal vez, que crecí artista....
(Nota Editorial: dado que durante esta semana Mónica Puig fue declarada la atleta femenina de las Olimpiadas Rio de Janeiro 2016, republicamos este delicado y hermoso poema).