Duele la paz perdida
de los hombrecitos que juegan a la guerra
o al gigantesco monopolio neoliberal
y la de las mujercitas que los apoyan
orgullosas de sus héroes ausentes
o inundadas de placer carnal
Y me duele más la indiferencia, el fanatismo.

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A quienes se inspiran

Te visito en noches de ojos abiertos

para darte mi inspiración

y cantarnos en un concierto.

Con tu mano me escribirás

y en la niebla la novedad

bañará la canción de besos

Serán tus brazos

el misterio de un carruaje azul

crecida de un arpegio in-mistr-alado

fibras agitadas de un corazón

y el lánguido suspiro de final feliz

distancia breve entre musa y poesía

en tu amanecer, melodía.

En el salón virtual de la clase de ciencia teatral, el colegio estrena una nueva tecnología que ha revolucionado la manera de hacer representaciones. En el gran espacio, unos nano-hologramas de estudiantes simulan una protesta. Unos se visten de policías, otro se viste de transeúnte y el resto se viste de ciudadanos con mascarillas. Todos simulan lo sucedido antes de las grandes protestas de la era prototecnológica, con la particularidad de que el policía no llega a arrodillarse en el cuello del transeúnte. Los jóvenes aprendices vestidos de ciudadanos lo graban, fingen no poder atrapar al policía malo que se les escapa.

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En 1981 viajé a Nueva York a ver a Raquel Welch en el musical “Woman of the Year” en el teatro Palace de Broadway.

El musical, basado en el clásico cinematográfico que Katharine Hepburn y Spencer Tracy protagonizaron con el director George Stevens en 1942, tuvo como figura estelar a la célebre actriz norteamericana Lauren Bacall y cuando ésta dejó la obra, fue sustituida por Raquel Welch, quien recibió elogios de la crítica por su actuación. El musical alcanzó 770 presentaciones en Broadway, Posteriormente, en los más de dos años que la obra se mantuvo en cartelera, Debbie Reynolds y Barbara Eden también estuvieron a cargo del personaje.

 

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Tras el inmensurable dolor de sus heridas, una calma de luz anaranjada iba cubriéndole el rostro y luego las extremidades y luego el torso. Veía como sus dedos se despegaban de sus manos con ese mismo color de incendio mientras escuchaba decir a las cuidadoras que se había muerto. – Estoy vivo aún. Entonces, un rostro conocido con cara barbuda de ángel se le acerca y le dice que la lucha terrenal se había acabado. De repente, aquella sensación de bienestar general desaparecía y Pedro lloraba desconsoladamente como si el dolor se concentrara en un solo instante… Patria, Patria, Patria…

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Cada ser humano es un mundo. Tirada en un pasillo observo a los humanoides que comparten mi entorno. Un hombre vestido con camiseta y pantalón corto de color negro mira en su móvil una novela colombiana. El volumen de su artefacto está tan alto que, aunque estoy en la otra esquina, escucho el melodrama. Cambio la vista y una madre e hija hablan con otra mujer a la que acaban de conocer. Tal parece que fueran amigas de toda la vida. La matrona, aprovechando que su retoño va al baño, le comenta a la extraña: “Mi hija es jamona, no se casó y tampoco conoce varón alguno.

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