Era una noche de jueves social en uno de los pueblos más frecuentados por la juventud universitaria, que compone el casco metropolitano borincano. Mientras caminaba por el asfalto machacado podía escuchar la canción Plástico de Willie Colón y Rubén Blades que retumbaba las bocinas de uno de los negocios aledaños, mas no le preste mucha atención. Entre medio de la algarabía acostumbrada, coincidí con una excompañera de la escuela secundaria que no veía desde aquel entonces. Luego de dar y recibir los cordiales saludos y haber contestado satisfactoriamente preguntas convencionales como: ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo te va?, la conversación giró y se asentó hacia un interés compartido: el cine. Ella, había culminado sus estudios de grado hace un par de años atrás, pero ahora se hallaba tentada a incursionar en cualquier rama que estuviese ligada a la cinematografía. Sin embargo, antes de proveerle con alguna sugerencia, le pregunté por sus intereses primordiales y me contestó: “Irme pa’ Hollywood, pa’ hacerme de chavos.” A lo que respondí con una sonrisa sosa seguida por un gesto afirmativo que denotaba entendimiento pero no complicidad; el himno salsero de Blades y Colón, que había dejado de sonar para darle oportunidad a Marvin Santiago y su Estaca de guayacán, permaneció perforado en mi mente.

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altNo es cuestión de tener miedo. La estadidad es una opción política, que en referéndum político informal llevado a cabo en Puerto Rico en noviembre de 2012, el 61 por ciento de los votantes le votó a favor. Entonces, lo que sí vemos es que el pueblo está proclive a dicha opción, pues de alguna forma la ve como beneficiosa. Dicho esto, en el reciente informe presentado por la Oficina de Presupuesto del Congreso de los EE. UU. (GAO, por sus siglas en inglés), se estableció que la estadidad le costaría al Gobierno federal poco más de $5 mil millones de dólares en nuevos gastos en Puerto Rico. No obstante, el pueblo de Puerto Rico aportaría entre $2.5 mil millones a $4 mil millones en contribuciones. Es decir, la estadidad es autofinanciable. Esto nos hace pensar que por primera vez en nuestra historia los caminos entre la voluntad del pueblo y la voluntad de Washington no se encuentran tan distantes.

Ahora bien, ¿para los que no vemos en la estadidad una solución digna a los problemas de Puerto Rico, como nación y como pueblo caribeño, qué debemos hacer? Me parece que el primer punto de partida es reconocer que la estadidad de momento no es inviable. Por ende, hay que trabajar para educar al País en otras respuestas al problema del estatus colonial que no nos integren a Washington. De otra parte, la mejor estrategia, no desde el miedo, sino desde la astucia, es afirmar la cultura nacional como una identidad separada de los EE. UU., y que solo de forma separada puede sobrevivir.

En esta medida, hay que seguir consolidando un proyecto cultural de forma clara y diferenciada de los EE. UU. Con dicho proyecto cultural, debemos afirmar una nacionalidad y su urgencia de seguir creciendo sin fronteras jurídicas que establezca Washington.

El reciente evento del sepelio de José “Cheo” Feliciano es una apuesta a la defensa cultural del País. Es curioso, pero por más que exponentes de la salsa como Tito Nieves canten a veces en inglés, la salsa que vende, la que produce una identidad a defender, es la que se canta en español. Me parece que este ángulo, la defensa de la cultura como herramienta antiestadista, la descubrió en este fin de semana el Gobierno de Puerto Rico.

Crédito foto: Ricardo Mangual/Ricymar Photography, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/deed.es)

 

Dos Caribes se han ido en un mismo día. Nos sorprendió el día con la noticia de la muerte de Cheo Feliciano. Para muchos de nosotros esa madrugada se pareció demasiado a una madrugada en la que se anunciaba el descubrimiento de un cuerpo calcinado en el baúl de un automóvil del desaparecido Luis Vigoreaux. La música del Caribe, del Gran Caribe perdía una voz que supo dejar huella de solidaridad. En la tarde del mismo día nos arropó la noticia de la muerte de Gabriel García Márquez quien se distinguiera por ser otra voz, no de música pero de historias, que supo cómo retumbar en los arcos del poder de la cultura occidental. El Gabo y Cheo se han ido en mismo día. El Caribe sufre dos partidas y a su vez dos silencios.

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Fui uno de los miles que ayer sábado no se imaginaba que iba a estar despidiendo al cantante puertorriqueño Cheo Feliciano, luego de que partiera en un lamentable suceso automovilístico.

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Mamá Grande te ha visitado

en esa vuelta a tu primer aliento

esta vez la muerte en la garganta

no asomará el cadáver del hermoso ahogado

que puso jardínes en la soledad de la playa

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