Hay cine y hay cine. Hay películas para toda ocasión. Y ahora que las producciones en cable, o por plataformas, son al infinito, usted pide un tema que lo encuentra. Lo importante es siempre examinar si lo visto se sostiene o no.
Cine Caribe
The last duel o como entender la génesis del patriarcado contemporáneo
Sentimental o la película de los deseos en pareja[s]
Two distant strangers o el arte de reorganizar tus recuerdos
Me dijeron que era buena. En medio de un hotel-urbano-moderno, con cine en el televisor, ¿por qué no? Me senté a ver un cortometraje ganador de un Oscar en el 2021, y sin lugar a dudas la vi una, dos y tres veces. Excelente.
Two distant strangers (Dir. Travon Free y Martin Desmond Roe, EE.UU., 2020) es un interesante trabajo de 32 minutos, escrito por Travon Free, quien funge como comediante en su vida diaria, y la puso realmente hablando en “Marte”. Es un filme excelente bien pensado, apretado y sucinto pero que nos lleva al punto del asunto: ¿por qué el policía blanco tiene interés en criminalizar al hombre negro? Y, ¿por qué el hombre negro al ser criminalizado desarrolla un desvío psico-emocional?
The lost city o “cuando el amor llega de esta manera”
Marry me o una interesante apuesta para conocer la vida de Jennifer López
16 Blocks o una interesante mirada sobre la ética alternativa
Si fuera por el cine americano, por la llamada industria de Hollywood, viviríamos todos en dentro de una lógica de vida ética anarquista. Todos contra el poder, no importa cuán autoritario o democrático éste sea. Es cuestión de estar en contra. Hay algo de eso en la película hoy reseñada.
16 Blocks (Dir. Richard Donner, EE.UU., 2006) es un ya “antiguo” filme que sólo dan en las redes sociales o en los aviones. Yo la ví en un viaje trasatlántico en el cual, de todas las películas esta resultaba la más interesante. Pese a que la había visto, no me acordaba; y cuando la volví a ver, me pareció excelente para hacer una reflexión sobre la ética ambivalente.
Belfast o mi hermoso recuerdo de la reconciliación nacional
Belfast es un lugar familiar en mi memoria. Le dediqué cuatro años intensos de mi vida, entre 1995 al 1999. En particular, a solicitud de organizaciones internacionales, con la colaboración del gobierno de Africa del Sur, coordiné un interesante proyecto de resocialización para excombatientes y expresos políticos del conflicto de Irlanda del Norte, los cuales venían a Africa del Sur para entender el difícil verbo, pero más aún difícil sustantivo, que es el arte de la reconciliación. Aquí aprendí a beber Guiness. También a pedir una “pint of lager”. También aprendí a reconocer que superados los conflictos, todos los participantes, por fuertes que hayan sido en el combate, deseaban vivir como seres humanos en la diferencia y tolerancia al otro. Esa fue mi experiencia de vida en Belfast.