Es una película simplona. Pero tiene algo que me gustó. Fueron directo al grano, utilizaron bien sus 1.35 minutos de duración, y la historia fluye de forma super interesante. A fin de cuentas, se trata de una película más en el largo prejuicio de la industria del cine americano contra las comunidades culturalmente no dominantes. Lo interesante de este filme, que fue 100 por ciento firmado en Puerto Rico.
Cine Caribe
El Santero del genio Amílcar Tirado en la DIVEDCO
Disfrutar la primera época dorada del cine puertorriqueño es un soberano lujo. Eso uno se lo puede dar, cuando se sienta a examinar el trabajo que tantos cineastas grandiosos hicieron de ese momento particular de la década de 1950 hasta mediados de la década de 1970. Si bien es cierto que esto se hizo bajo el gobierno colonial de Luis Muñoz Marín, habría que reconocerle que se hizo teniendo un proyecto de país. Ese proyecto de país hoy ha cambiado, como también ha cambiado la presencia cinematográfica en el Departamento de Educación.
Nope o una versión novel de cuando fuimos invadidos por los alienígenos
Hay películas que uno las ve sin ninguna razón aparente. Este es el caso de la película de hoy, que uno se sienta a verla, porque le parece. Porque el director es tremendo tipo, un intelectual fílmico de primera. Pero también porque el principal actor de la película, a su corta edad se ha consagrado sin más, con varios premios memorables, incluyendo un Oscar.
Babylon o el lujo de aspirar a vivir la vida como en un casino [donde casi, casi el azar gobierna]
Hay algo de referente en esta película y las condiciones sociales hoy en Puerto Rico. Con tanto inversionista de la Ley 20 y 22, ahora conocida por la Ley 60, corrupto viviendo en Puerto Rico, uno siente que ellos han llevado a la isla a ser un gran casino. Es decir, todo está expuesto a la suerte, al azar, sobre todo a ganar y perder. No hay certeza. De eso trata la película hoy reseñada, de la incertidumbre que vivió una generación ante los cambios tecnológicos experimentados por en ese momento.
Los mecanismos o la continuidad del desarrollo de un cine nacional
La fui a ver porque una historiadora de Cayey, me dijo que era una película importante. Sobre todo, que los inversionistas y productores eran del centro de la isla, y qué más da, si casi todos los que producen películas son de la costa. Algo distinto, tienen que a ver dicho esos del centro de la isla.
La película Los mecánicos (Dir. Julio Román, Puerto Rico, 2023), narra la historia de una joven que heredó el talle de mecánica del padre. Era un taller especializado con autos que se dedicaban a la aceleración y las carreras. Un buen motivo para hacer una película, desde el tema de la familia, la pérdida, los roles de género en fin, un mejor país.
Los foodtrukeros o volver a llover sobre mojado
Esto nunca lo he hecho. Pero volví a ver la misma película en menos de dos meses, para saber si me gustaba más que la vez anterior que la había visto. Un lujo. Lo hice para ser dichoso, pues pese a mi gran admiración el director del filme, la crítica es la crítica. Pero ojo, peligro, al volverla a ver me gustó más. ¡Qué cosa!
Triangle of sadness o una representación plausible de la modernidad líquida
El filósofo Zygmunt Bauman acuñó un término que se ha puesto en boga, recientemente, que es el de la modernidad líquida. Viendo escritos y escritos diariamente, la forma en que se ha traducido, es que ya no hay derechas ni izquierdas. Sino seres humanos. Es curioso, pues los que utilizan mejor este concepto, para oponerse a la vieja tradición de izquierda y derecha del parlamento francés del Siglo 18, lo hacen para defender, sin lugar a dudas una base material claramente capitalista, y a veces neoliberal. Por lo tanto, soy cuidadoso en invocar la modernidad líquida.
Curiosamente, en Triangle of Sadness (Dir. Ruben Östlund, EE.UU., 2022), se implora con claridad el concepto de modernidad líquida. Al final, en un yate donde el valor no tiene valor, pero los invitados todos eran de la misma clase social, es decir sumamente adinerados, se debate entre neoliberalismo y socialismo, y a fin de cuenta, nos narra la película, todas y todos somos iguales. De mi parte, patético. Pero así es el cine.
Si usted vive agobiado por las privatizaciones, por el mundo donde la playa de Salinas la privatizaron y luego de un año el gobierno de Pedro Pierluisi no ha hecho nada, y peor aún, donde la precariedad es la norma del día para la gente que aún tiene un trabajo, entonces usted no es de derecha ni cree en la modernidad líquida. Usted se sigue alineando en la izquierda. Si usted, no cree que nadie le puede faltar el respeto a su dignidad, ni, para usar un ejemplo contemporáneo, botarle su teléfono por “robarle una foto a su imagen”, entonces, usted está en la izquierda.
Pues bien, la película es contada por Carl (Harris Dickinson), modelo de profesión y quien le plantea a su pareja, Yaya (Charlbi Dean) ciertos dilemas sobre la masculinidad igualitaria [¡toma nota Bad Bunny/Benito A. Martínez]. Ella no le hace caso, y lo compensa con un viaje que como influencers se gano a pasear en un crucero con mil millonarios. La vida no es igualitaria pero se vive.
Luego viene la lucha de clase, donde los barbudos Marx y Engels intervienen. Entonces se da un interesante diálogo de terror, entre el capitán del yate (Woody Harrelson) y uno de los invitados, el griego magnate de la basura, Dimitry (Zatko Buric). Ellos, ambos borrachos, tienen una escena extraordinaria sobre la lucha de clase en tiempos de la modernidad líquida, que vale un millón. Al final, la propuesta del director Östlund es que derecha e izquierda son iguales. Discrepamos.
En fin, vea la película pues lo que pareciera una abierta crítica a la cultura y economía neoliberal, se torna en un discurso anti todo mundo posible. Aún algunos de nosotros soñamos, por lo tanto nuestra razón de disentir con el proyecto social de la película. No obstante, es un gran filme, razón por la cual se llevó la Palma de Oro del Festival Cannes, 2022.
The menu o la narrativa neoliberal de la cocina gourmet
Hay que verla porque sí. Porque es una película completamente sórdida, la cual me acuerda a los programas de televisión sobre cocineros, hoy llamados chefs, y sus equipos de trabajo. Es más nos acuerda cuando Donald Trump dirigía aquel programa de televisión, y todo el mundo le fascinaba cuando botaba a gente del mismo. Curioso, hoy Trump ha sido acusado por el Congreso Federal de insubordinación y sedición. ¿En serio? Pues mejor hablemos de cine.