Creativo
Paseos con Leo 13: Los Colores
Mis primeros años los hice en una escuelita en Long Island, Nueva York. Vivíamos en un barrio judío. Cuando me monté en la guagua que me llevaría a la primera escuelita de mi vida, una niña negra se sentó a mi lado. Nunca había visto a una niña de ese color tan profundo. Desde entonces, creo, preferí estar con personas distintas a mí, la intensidad de su color y su mirada me iniciaron en maneras de amar que mi familia no entendería nunca. Pero era yo quien sería más diferente.
Queremos hablar
Nana para Mamá Bebé
A mi madre
Duerme mamita linda
Duerme Mamá Bebé
Que el Ángel de la Guarda
Guarda tu sueño fiel.
Cierra ya tus ojitos
Porque es de noche ya
Mira que es importante
Debes de descansar
En tu sueño seguro
No sentirás temor
Duerme mamita linda
Duérmete con mi amor.
Con qué soñarás, mamita.
Madre, cual decir bebé.
Paseo con Leo 14: La Fuga
Estudié en Nueva Orleans. Era principios de los 80. Apenas se conocía del SIDA. Recién llegaba el otoño. Solía coger el streetcar para ir a la ciudad desde la universidad. Una tarde particularmente fría, mientras esperaba, observé a un hombre joven sin camisa. Recuerdo que lo observé detenidamente, pensé: pobre, debe tener frío. El joven se detuvo en la esquina de la florista, compró una rosa de pistilo largo. Lo vi acercarse y con sobriedad extendió su mano a aquella mujer que fui. But why?, le dije, why not?, replicó. Lo observé marcharse, perdiéndose en el bullicio de la calle Canals. Jamás lo volví a ver. Con el tiempo supe que aquel incidente se repetiría en cada país por el resto de mi vida. Los instantes se van, se fugan, incluso de la memoria.
Juegos del hambre
Paseo con Leo 12: La cama
Hay días, y estoy segura que esto nos ha pasado absolutamente a todos, que no quiero levantarme a enfrentar el mundo. Días en que deseo requedarme por infinitas horas en mi cama de sábanas azules, cubrirme la cara para no sentir el sol. Entonces me levanto, uso el baño, me cepillo los dientes con los ojos cerrados y vuelvo como sonámbula. Me pongo mis sandalias ya gastadas, miro la puerta semicerrada de mi cuarto y es entonces cuando doy dos pasos para atrás. Vuelvo y me siento en la cama con la intención inocente de tomar fuerza y enfrentarme a la puerta. Pero su suavidad me seduce hasta tirarme de espaldas. En un segundo me levanto, me digo, y mientras pienso en eso, justo en ese microinstante, levanto mis piernas y cubro mi cuerpo con el manto azul más parecido a una nube. Y así me deslizo entre mis almohadas.
Paseo con Leo 11: Aquella historia de las hormigas
No sé porqué extraña razón las mujeres tenemos la sensación de que debemos encargarnos del mundo. Soy una persona muy ocupada, y sin embargo no escatimo en pensar en todos los detalles de mi entorno. Sí, así es, me detengo a pensar y a observar. Todos los días desde la galería de mi casa miro el mar. Presto atención al tamaño de las olas, la espuma blanca y densa que baja por intervalos hacia la arena. Sé la marea más alta y la marea más baja en las diferentes estaciones del año, que aunque vivimos en el eterno trópico, el mar sufre los cambios.