El 17 de julio de 2014, Elir Avivi, un joven israelí se mete en una manifestación antipalestina en Tel Aviv con la bandera palestina colgada al cuello y su kippah en la cabeza. Un reportero de Al-Jazeera lo entrevista.

—Me avergüenzo, —dice el joven de 22 años, ojos azules, piel blanca y cabello del sol, —de mi país. El judaísmo es todo lo opuesto al sionismo. ¡Estamos masacrando a nuestros hermanos y hermanas! Disiento de mi país. No estoy de acuerdo y lo llamaré siempre como lo que es: ¡genocidio!

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Si bien es cierto que cada verano volvemos sobre la lista de lecturas que nos quedan por leer, no debemos pasar por alto revistas como Curve: The Best Selling Lesbian Magazine con sus spoilers de la famosa serie de Netflix, Orange Is A New Black.  O la revista Billboard, con la reseña del último disco de Mariah Carey, Me. I Am Mariah… The Elusive Chanteuse, su décimocuarto álbum.

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El susurro de la sangre llena la habitación de palabras; él persiste en su infame intento de recordar las contradicciones de sus instintos. Los espíritus de sus víctimas rugen acompasados con la tenue brisa que anuncia la madrugada, capturan su silencio y tratan de confundir al escritor en su misión, aunque trastoquen su guarida, él es ya un semidiós obsceno, las voces van in crescendo, pero logra dejar sordos a sus personajes… Pasan las horas, la soledad es tanta que la sangre derramada es un vapor denso y las palabras fluyen sincopadas.

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La policía llamó a mi padre y me llevó a la casa dándome un sermón por el camino. Días después del incidente, en la vista preliminar, el juez archivó el caso porque los dueños de los establecimientos retiraron los cargos. Empecé a vivir una vida normal como todo el mundo. Pero sentía que me faltaba mi razón de vivir.

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Se pasó una buena parte de la mañana tocándose la cascarita que le había crecido alrededor del tajo en su dedo pulgar.  La sobaba y la rozaba con la uña, mirando, mientras tanto, hacia puntos indeterminados y fluctuantes en la dirección general de la sala, tratando, sólo por medio del tacto y sin hacer trampa con la vista, de contar los valles y cimas de su relieve. Su propia costra, de topografía única e irrepetible, le proporcionaba una satisfacción plena y la anticipación gozosa del explorador que se lanza a catalogar nuevos territorios.

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“En el ojo humano, la intensidad de la presencia humana se concentra

de manera singular y se vuelve accesible. El universo encuentra su

reflejo y comunión más profundos en él. Puedo imaginar a las montañas

soñando con el advenimiento del ojo humano. Cuando se abre, es como

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La arena estaba caliente a pesar de que la planta de mis pies está acostumbrada a estos trópicos. A lo lejos la laguna promete cangrejos. Más allá el mar con otras orillas. Recuerdo esas  costas, las fiestas bajo la luna. Mis aretes, mis paños al viento, el sonido del tambor, el sudor, el baile, la brisa, la dicha.

Después el viaje, la sal, el sol, el mar infinito, la luna y esta orilla. Huir, hacerme invisible entre los mangles, correr hasta sangrar. Hoy todo me es familiar  ya estoy aprendiendo su acento al hablar y al andar. Conozco esta tierra y sueno con la otra. En el día trabajo de sol a sol y en la noche, busco soñar con mi otra tierra. Busco soñar con mi gente y su amor. Mi madre, su olor, su sazón, sus guisos, sus ganas de vivir. Por las noches busco el sonido del tambor  y el fuego para acurrucarme y descansar.

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A Emilce Strucchi

Andar, andar ligero, seguir…
leer o no un diagnóstico, no altera sus colores:

El silencio blanquea la vida, la muerte
y me visto de negro limpio y prolijo
mientras Van Gogh revoluciona las siluetas
como yo mi destino.

Pregunto al manual de autoayuda: 
si habrá distintas categorías de suicidas,
si esta avalancha de recuerdos ahuyenta el destino,
si tan sólo puedo evitar sentir hambre o la angustia de engordar,
tal vez encuentre el póker de ases que temo abrir.

Llevo un pesado cargamento de piel:
de memorias rescatadas, otras perdidas,
de ternuras necesarias,
de pérdidas, dolores;
para construirme y reconstruirme 
parada tras parada asomada desde un vagón.

Podría bajarme, rendirme, dejar de andar,
pero huyo de la insignificante libertad del miedo
y respiro la libertad de las decisiones,

sobrevivir de cuerpo y alma.

2007


Crédito foto: Elodie Hunting Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons.

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