Pensando en E.
Al escuchar la voz del presentador de su programa favorito de los sábados, no pudo más que contener su alegría silenciosa, y de reojo miró a su perro, llamado Canela. Ambos se miraron con ternura. Luego, ambos dirigieron sus miradas a la pantalla del televisor, y prosiguieron en silencio. El presentador continuaba haciendo chistes, que tanto para él como para Canela, no les provocaban alegría.