Tras la muerte de la joven hija de una amiga se cuestionó ¿cuál había sido el detonante que la llevó a tomar esa fatal decisión con apenas diecinueve años? A esa edad se supone que uno es feliz y no tiene problemas. A esa edad se comparte con amistades, se trazan metas, uno se enamora y desamora fácilmente. A esa edad no hay tiempo para pensar en la muerte porque simplemente se vive. Pero ese no fue el caso de la hija de su amiga a quien quería como si fuera suya.
No quiso comunicarse con Maricarmen porque no sabía cómo podía abordarla; era su única hija y acababa de perderla. Sorprendentemente, fue ella quien la contactó, porque deseaba saber qué puede ser un detonante para que una joven tan llena de vida, decidiera ponerle fin a su existencia. Ángela sabía por qué su amiga la llamaba y la dejó desahogarse; primero fueron palabras de rabia, luego de dolor e impotencia y al final, de aceptación.