El escritor debe protegerse de las trampas del ego y de sus mismos prejuicios. Aveces a algunos les da trabajo reconocer la labor ajena a su propia producción y esto podría pasarles, sobre todo a los que no leen a sus coetáneos, o a los que, ya montados en su ecuación de palabras, entran a la famosa torre y desde allí ven todo lo demás tamaño hormiga.
La literatura es un acto de valor, respetable en su forma primitiva desde el buen uso del lenguaje hasta el logro de llevar en su mensaje la imagen esencial del poeta. Esto requiere de humildad, amplitud de visión de vida y entendimiento de que es mejor escribir para sentirnos felices que escribir para llegar a la iusión de ser famoso. Dentro de ese espectro del buen uso del lenguaje al mensaje llevado podría pensarse que se trata de una fórmula simplista, pero no es así; es que, en el trayecto, cada escritor evoluciona, se enriquece, se transforma, cambia de temas y se actualiza como el cosmos mismo.