La primera vez que Amanda leyó el ensayo Pura Becerra para servirle a usted, de la escritora puertorriqueña Magali García Ramis, fue cuando estudiaba en los Estados Unidos. En el 1993, llamó a su amigo Pablo, que trabajaba en la librería La Tertulia, y le pidió que le recomendara algunos textos. Él le mencionó que La ciudad que me habita estaba súper pegado por la crítica social que las crónicas contenían.

Leer más...

Por el momento, lo importante aquí es entender

que nuestra identidad [boricua] como pueblo proviene de

una memoria colectiva que compartimos con otras

islas del Caribe.

Arelis Valentín

 

No se pude tomar la sopa de la democracia con

el tenedor de la división.

Jean-Bertrand Aristide

 

Y parece que fue ayer que Don Pedro [Albizu Campos] se quitó el

sombrero ante las estatuas de Dessalines  y Loverture en el

Campo de Marte haitiano.

Ana Lydia Vega

 

Leer más...

Hay maneras de leer, también hay maneras de escribir; la mayor parte de tiempo una no tiene que ver con la otra: el lector no le dice al escritor cómo escribir y el escritor no le dice al lector cómo leer. A veces, sin embargo, esa dicotomía escritor/lector se desdibuja y el lector, sin haber sido invitado, invade el lugar del escritor y el escritor, a su vez, siente la libertad de adentrarse en el espacio del lector.

Es en este momento donde el autor hace las veces de un guía turístico y nos deja un manual de lectura como ya hizo Julio Cortázar en Rayuela.

En Relatos en clave de salsa su autor, Urayoán Enrique, invade el espacio del lector y, parecido a aquellas advertencias que en tiempos de pandemia estábamos acostumbrados a ver en los establecimientos (Prohibido entrar sin mascarilla), nos dice que “Para una mejor experiencia, se sugiere escuchar el tema musical de referencia antes de sumergirse a leer el cuento en que está inspirado”. Tal vez no sea necesaria dicha sugerencia. En este, el primer libro del autor, los temas musicales parecen ser meros pretextos para echar a andar los cuentos. El hilo conductor, como bien anticipa el título del libro, es la salsa, pero principalmente la salsa erótica y esto se puede percibir con solo observar los títulos de algunos de estos cuentos: “Ven, devórame otra vez”, “Desnúdate, mujer”, “Caricias prohibidas’ o “Tu prenda tendida”. Así que salsa y erotismo conforman una dualidad que estará presente a través de toda la obra.
En los primeros tres cuentos, por ejemplo, los protagonistas parecen seguir aquella máxima de George Bataille quien creía que “la sexualidad humana está limitada por las prohibiciones y el erotismo es la transgresión de esas prohibiciones”. En “Ven, devórame otra vez” asistimos al encuentro entre una sacerdote que anda más interesado en devorarse el cuerpo de una feligresa en lugar del cuerpo de

Cristo. En “Insaciable” presenciamos una relación adúltera entre dos hombres. Este segundo cuento, si no fuera por la relación homoerótica que presenta, bien pudo llamarse “Aquel viejo motel”, como el tema popularizado por David Pabón. En el tercer cuento, “Desnúdate, mujer”, estamos ante otra relación homoerótica, pero en ocasión entre dos mujeres.
Este libro no se aleja de la tradición de la literatura puertorriqueña actual cuya principal característica parece ser la inversión del canon. De hecho, “Insaciable” recuerda el trabajo de Luis Negrón en Mundo cruel. En esta literatura que, según críticos como Luis Felipe Díaz, no está limitada por las prohibiciones sociales de otros tiempos, el erotismo funciona como vía de escape y de quebrantamiento social. Hay en este libro, no obstante, temas que han sido recurrentes en las letras isleñas como la crítica al colonialismo, el uso del lenguaje popular o la machanerría. En “Esa chica es mía”, por ejemplo, cuyo título proviene de la canción popularizada por Johhny Rivera, estamos ante el típico macho de cantina dipsómano y jactancioso que se siente dueño de aquello que nunca podrá poseer. Entre este cuento y el último texto del libro, “Tu prenda tendida”, hay una oposición que se puede percibir desde el uso de los posesivos “mía” y “tu”. En este último cuento, la mujer goza de una libertad de movimiento y sexual que, por el momento, solo parece ser posible en la literatura.

Sin embargo, no es en el “leitmotiv” de la salsa o en el del erotismo en donde reside la importancia de este libro. Lo verdaderamente llamativo en este texto es el uso tan logrado que hace de la segunda persona gramatical. Bien se afirma que la segunda persona es la más complicada de trabajar.

Sin embargo, en Relatos en clave de salsa los cuentos más sobresalientes son aquellos que están escritos utilizando esta persona gramatical. En ese sentido, cuentos como los ya mencionados “Ven, devórame otra vez”, “Insaciable” u otros “¿Quién será ese ladrón?” y “Desayuno” resultan ser los más destacados del texto.

Al final, sin importar la persona gramatical, estos Relatos en clave de salsa de seguro le habrían agradado a Jorge Luis Borges quien se imaginaba el paraíso en forma de biblioteca, porque, como cantaba El Gran Combo, sin salsa no hay paraíso.

Esta es una novela homobarroca que se desborda en el exceso del lenguaje queer y el sarcasmo puro de toda loca que se respete. Porque si “ser barroco… significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa basada en la administración tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo”, homobarroco, según Benigno Sifuentes, es la manifestación del Neobarroco en la relación de un hombre con otro hombre o en la diversidad sexual LGBTQ+ y Héctor Iglesias expande, cómo “el homobarroco la adereza con el placer, unido al sufrimiento y al desgarro que este gozo produce en la carne”.

Leer más...

¿Ha perdido el libro vigencia por el uso del Internet? ¿Qué datos hay sobre el libro en Puerto Rico? Egidio Colón Archilla y Fernando Gallardo Bustillos responden estas preguntas en una investigación que llevaron a cabo antes de la pandemia del COVID. En ese momento había sobre cuarenta casas editoriales y no se sabía el número de libros que se publicaba anualmente.

Leer más...

pero que mira, de aquello naa
elhombrestá quitao, clin
ni de esquín me voy,
nooo mi pana por lomás santo
           Papo Impala está quitao

El sábado, 18 de marzo de 2023, a las 8:30 p.m., fui a ver junto a mi esposo, en la Sala Experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré de Santurce, la puesta en escena del clásico de Juan Antonio Ramos Papo Impala está quitao. Para esta ocasión, se celebraban los cuarenta años de este inigualable monólogo que ha llevado a su actor Teófilo Torres a viajar por varios países entre estos Cuba, República Dominicana, Perú y Estados Unidos. Los que hemos estado al pendiente de este trabajo dramático sabemos que se ha presentado en café-teatros (no olvido cuando lo vi en los ochenta en el Café Vicente en Río Piedras), centros culturales, residenciales públicos, instituciones carcelarias, librerías como El Candil en Ponce entre otros espacios. La noche del sábado, 18 de marzo, la sala Carlos Marichal, donde caben más de doscientas personas, se llenó a capacidad y allí nos dimos cita Juan Antonio Ramos, autor del libro y yo que, por décadas, me he dedicado a que los jóvenes universitarios conozcan este texto. Los dos, sin planificarlo, fuimos a darle el apoyo a nuestro querido amigo teatrero y monologuista Teófilo Torres.

En lo que se refiere a Papo Impala está quitao, Juan Antonio, Teo y yo, somos una especie de cófrades, de cómplices, que se unieron en el 1985 con la intención de que los estudiantes leyeran los clásicos que Papo Impala relata a su estilo. Juntos fuimos por varios recintos de la Universidad de Puerto Rico. No olvido la presentación en 1987, en el entonces Colegio Regional de Carolina y

en el 1989, en el Anfiteatro #1 del edificio viejo de la Facultad de Estudios Generales en Río Piedras. Terminada la dramatización, nos fuimos a almorzar al Centro de la Facultad (creo que ya no existe). ¡Qué tiempos aquellos! Teófilo Torres me ha dicho que soy la persona que más veces ha visto Papo Impala está quitao y pienso que está en lo cierto, porque empecé a disfrutarlo desde 1985. Sin reparos manifiesto que no me canso de verlo. Con el pasar del tiempo, he sido testigo de cómo Teo ha ido actualizando el monólogo y atemperándolo a las nuevas realidades incluyendo las tecnológicas.

La noche del 18 de marzo, Papo Impala (Teófilo Torres) hizo su entrada después de la tercera llamada. Al compás de una letra de salsa, salió a escena vestido con una camisa hawaiana, un pantalón color anaranjado, una boina, la toalla de manos para secarse el sudor y una lata de cerveza Schaefer. Entonces, el personaje, un conocedor de la salsa gorda, volvió a contarnos que se está quitando del vicio. Después de cuarenta años de insistir en que está quitao, comenzaron a escucharse durante esos primeros minutos las risas de la audiencia incluyendo la mía. Y es que nadie puede quedarse serio ante la forma particular que tiene este cuentero de narrar su proceso de dejar la adicción a las drogas. Sin embargo, cuando oía su relato, recordé que él es uno de los tantos marginados que encuentro en las avenidas de este país pidiendo dinero en las luces. Papo Impala visibiliza a esos sin nombre, que no queremos ver y que cuando los encontramos en una esquina, preferimos pasar de largo porque son los inexistentes. Aunque Papo Impala nos asegura que se está quitando del vicio de la droga, termina tomándose un buche de metadona líquida, que su amigo Paniyou cargó en su boca (con todo y dientes podridos) porque no la encontró en pastillas. Esta escena grotesca la viven a diario miles de personas que padecen la enfermedad de la drogadicción. Mientras miraba la actuación y escuchaba el monólogo, pensé que nos reímos de nuestra propia impotencia al ver como se nos hunde el país. Esta vez, el actor mencionó el problema que tenemos con los adictos al fentanilo que parecen zombis en las calles y rápido vinieron a mi mente unos individuos a los que he visto en la avenida Fernández Juncos, doblados hasta las rodillas, pero sin caerse.

Mientras Papo (Teófilo) contaba la historia de cómo se estaba quitando, la experiencia caótica con el buche de metadona y trataba de recordar el nombre del conguero de Eddie Palmieri, del público un salsero de pura cepa gritó Eladio. De inmediato, noté como Teo evadió la respuesta porque parte de la dinámica del monólogo es que el personaje no se acuerda del nombre del músico. Como he visto la pieza teatral tantas veces, sé que no es la primera vez que esto sucede. A la puesta en escena acudieron personas mayores y jóvenes, aunque al lado mío hubo unos que se levantaron y se fueron. Aquellos que no conocen el texto, el monólogo les puede resultar un poco fuerte. Los más que nos disfrutamos Papo Impala está quitao somos los que hemos leído los clásicos La charca de Manuel Zeno Gandía, La Celestina de Fernando de Rojas, La metamorfosis de Franz Kafka, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, El túnel de Ernesto Sábato. En fin, me reí a carcajadas cuando Papo Impala en vez de decir Melibea (personaje de la Celestina) menciona a Nelibea (él y yo conocemos la anécdota detrás del cambio de nombre). Con el tiempo soy testigo de la excelente interpretación que hace Teófilo Torres, uno de los grandes actores puertorriqueños.

Al final de la obra, Teófilo se dirigió al público para aclarar un comentario que le habían hecho la noche anterior donde se alegaba que Papo Impala es un personaje machista. El histrión señaló que un actor que interprete a Hitler no lo hace por ser fascista. En este punto, como profesora universitaria debo señalar que los nuevos lectores de este monólogo tienen que adecuarse en tiempo y espacio. Papo Impala responde a los años ochenta y puede sonar machista a la hora de contar los grandes clásicos, pero él no escribió esos textos. En todo caso, habría que increpar a Manuel Zeno Gandía, Fernando de Rojas, Franz Kafka y a Gabriel García Márquez. Mis aplausos para Teófilo y para Juan, porque su Papo Impala sigue vigente a pesar de los años, igual que nuestra amistad.

El abismo en los dedos (2017, 2020) de Manuel Adrián López, Cartografía del polvo (2020) de Ángel Antonio Ruiz Laboy y En invierno la batalla (2021) de Juan Pablo Rivera, un poeta cubano y dos puertorriqueños, respectivamente, son tres poemarios que se conciben y publican en el período antes y después de la Pandemia del Covid 19. Cada uno hace referencia a esto de soslayo, pero cada libro se enfoca en el colapso, en documentar el tránsito de nuestra existencia y en hacer una crónica de la metáfora del invierno y su espera.

Leer más...

Este libro híbrido de unas 165 páginas comprende microcuentos, poemas breves y teatro de corta duración de la escritora, teatrera y artista plástica Carmen Zeta. Es una antología de textos esenciales para conocer y degustar su escritura a la vez que añade a su obra ya publicada: Pública intimidad (cuentos, 2003), 3 + III x Z (seis piezas de teatro, 2011), la versión de sus tesis doctoral Luz, sombra y color en El Siglo de las Luces [de Alejo Carpentier] (2013) y La presentá(ción) (pieza breve) (2017).

Leer más...

Más artículos...