Voces Emergentes
De fanáticos y políticos milagreros
Nombramiento de los jueces
Las vallas
Recordemos a Roberto Fernández Retamar (QEPD)
La independencia de Venezuela
[Nota del autor: Con motivo de celebrarse un aniversario de la independencia de ese país hermano, el 5 de julio, recuperamos este capítulo del libro “Independencia hispanoamericana y lucha de clases”].
En materia de Historia, la distinción entre objetividad científica y opinión política del historiador, siempre ha sido una relación problemática. En esto hay dos extremos opuestos a evitar:
1. El relativismo, que pretende que la objetividad no existe en el quehacer del historiador porque todas las interpretaciones que se hagan de un hecho siempre estarán sujetas a la opinión de quien hace historia, ya que en el fondo no hay en la Historia humana ninguna regularidad o ley, porque cada acontecimiento es un hecho singular;
2. La “neutralidad valorativa”, tan preciada del positivismo y su heredero norteamericano, el estructural funcionalismo, que pretende que el científico social o historiador es capaz de desprenderse por completo de sus juicios de valor y opiniones personales, para ser tan objetivo como el biólogo que destripa al sapo para analizar sus órganos internos.
Ni lo uno, ni lo otro. En Ciencias Sociales y en Historia, es posible tener opiniones o valoraciones personales, que incluso pueden trascender la interpretación de un acontecimiento y, a la vez, ser completamente objetivo respecto a la descripción de los hechos. La objetividad, piedra angular de la ciencia moderna, tiene como requisito captar y describir con precisión la realidad.