El niño camina solo. Quiere independencia. Toma mi dedito, le digo. Y a veces, se acerca y lo toma. Caminamos juntos hasta cruzar la avenida y llegar al parque. Hay una extensión verde, amplia. Y una fuente. Le encanta sentir cuando le salpica el agua. Le compré unas sandalias de cuero. Camina seguro. Corre. Ya no se agarra de mi dedito. Encuentra un pequeño montículo de arena. Para él, una pequeña colina. La sube. Llega pronto a la cima e intenta agarrar la piedra que está en el centro. Cómo hará para bajar, me pregunto. Pero él no sabe lo que es el miedo. Y pronto baja. Se pone de espaldas y se arrastra. Pero la baja solito. No es tonto, mi niño. Yo quiero que se sienta libre. Lo miro a la distancia. Ni se percata dónde estoy. Todo es gigante para él.