Soy tallo
sin raíz,
ni flor
lejos de mi madre, ella
la niña.
La tarde es siempre
estío
sudor que derrite
rayos UV que me queman
silenciosa, temerosa
canta su alma
o calla
mi pena.

Mamá-bebé sigue muriendo lenta
MENTE
cada vez me recuerda menos
cada menos, me recuerda un tal vez.

Furtiva, la noche me lleva a la
comprobación…
respira como un infante.

Si aún tuviera palabras, me diría:

 

Los estudiantes de la pandemia ya ingresan a las instituciones de educación superior algunos con un nivel de interés en aprender a ser universitarios menor que años anteriores. Y separo la paja del grano. En María, nos envolvía el ferviente deseo de sacar lo mejor de nosotros adelante. Éramos la resiliencia, pero durante la pandemia fue otro el cantar.

Teníamos agua, luz, internet, juegos electrónicos, clases en línea, y de haber estado en la calle tomando el sol, ayudando en la casa, pasamos a la extrema seguridad de nuestras frías paredes donde muchos se refugiaron buscando la complacencia, lo que nos hiciera sentir felices al punto de reventarnos. Y, ¿qué hay de malo en ser feliz? El hedonismo popular es lo pernicioso, como dirían los sabios. Es lo que gira la balanza hacia la constancia obsesiva con lo que nos hace felices, en nuestro caso el uso de la tecnología; y, dicha felicidad tal vez no nos aleje de la empatía, el poder entender y sentirnos como el caído se siente; pero sí nos aleja de la experiencia de saber cómo levantarnos de la adversidades, porque este tipo de hedonismo suele responder con la huida del escenario difícil. Si tengo que repetir la clase varias veces, mejor me quito. Pero el mundo no es Disneylandia.

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Cada ser humano es un mundo. Tirada en un pasillo observo a los humanoides que comparten mi entorno. Un hombre vestido con camiseta y pantalón corto de color negro mira en su móvil una novela colombiana. El volumen de su artefacto está tan alto que, aunque estoy en la otra esquina, escucho el melodrama. Cambio la vista y una madre e hija hablan con otra mujer a la que acaban de conocer. Tal parece que fueran amigas de toda la vida. La matrona, aprovechando que su retoño va al baño, le comenta a la extraña: “Mi hija es jamona, no se casó y tampoco conoce varón alguno. Hace diez años que me cuida. De mis otros dos vástagos solo puedo decirte que apenas tengo noticias de ellos.” La hija, al regresar de hacer sus necesidades biológicas, le comenta a la extraña: “No le hagas caso a las historias de mi madre. Está más loca que una cabra. Cree que soy virgen pero no sabe que he corrido la seca, la meca y la tortoleca.”

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Desde el viento que canta en las palmeras
practico la ternura con los vientos alisios,
estos aires balsámicos que curan mis heridas,
que cruzan los océanos y conocen mi orilla.
que me envuelven de seda con su tacto invisible,
que rozan a mi piel y mecen a mis penas,
hasta dejarlas quietas, calmadas, que no duelan.
Estos vientos alisios, profunda sal del aire
impulso sostenido que tienen el poder
de cambiar realidades
persiguen las sirenas desde el lirio del mástil
nos llegan de la mar y no saben de encierros,
son libres y salados como el mar en mi cuerpo,
son salto de delfín, diálogos de silencios,
soplo de mil aromas,
que graban en su interior los caracoles.

A los 12 años me enamoré de una adolescente bellísima tenía mi edad, estudiábamos segundo grado de primaria, los dos éramos excelentes alumnos. Recuerdo que la timidez que yo tenía en ese entonces era inenarrable, lo que hacía era entregarle cartas recuerdo que en una de tantas me escribió lo siguiente: “sabes, tengo una pregunta por curiosidad, espero la respondas con honestidad ¿por qué no me enamoras en la escuela, me gustaría escuchar de tus labios todo lo que bonito que me expresas en papel? 

A la siguiente semana le respondí la misiva, aplicando la excusa perfecta: “desde que te conocí soy el hombre más feliz sobre la faz de la tierra y deseo que lo nuestro sea eterno y que mejor a través de estas cartas, el día que yo sea un ‘escritor famoso’ a lo mejor no estaré contigo pero sí en tu mente. Si yo te enamoro hoy verbalmente mañana nada recordarás en cambio en estas cartas si las guardas te servirán de inspiración a cada momento de tu vida, por esa razón prefiero plasmar mis sentimientos a través este medio”… 

De todas esas cartas que escribí y que recibí, por accidente las perdí, pero hay una carta que escribí para en febrero del 2012, de esa carta quiero hablarles en este artículo su historia es imposible de creer. El título es Ciclón de sentimientos, el 3 de febrero del año 2017 esta carta fue publicada en la edición impresa y digital de DIARIO EXTRA,  me quedé sorprendido cuando la leí en el periódico no me lo podía creer, esa carta la envié por accidente, realmente fue un precioso accidente después pensé, ¡oh que pena! En algunos párrafos usó un lenguaje que no me simpatiza para nada, pero agradecí al editor por la distinguida publicación.

En el centro de San José, Costa Rica hay un restaurante que constantemente lo visitó la atención al cliente y la comida es exquisita. En febrero del 2019 invité a una amiga a cenar a dicho restaurante a la par de nosotros estaba una pareja él podía tener unos 25 años y ella como 23 años. Era notable que estaban bastante enamorados todo lo que ellos hablaban mi amiga y yo lo escuchábamos perfectamente, a la hora del postre él le dijo: “mi amor hoy quiero entregarte una carta que he escrito con todo el cariño, aprecio y admiración del mundo, espero te guste mi detalle”, ella replicó: “Claro que sí, por favor cariño léala en voz alta”.  Él inició la lectura cuando yo escuché que dijo “ciclón de sentimientos” le puse mucha atención rápido me fui a la web y comencé a leer la carta de mi autoría.

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Mientras desayuno, me asaltan pensamientos relacionados a todo lo que ha sido mi proceso de recuperación post Covid-19 y me doy cuenta que, ante la agenda corta vidas de ese agente demoniaco, luché y sigo luchando. Respiro profundamente. Agradezco inmensamente a las personas que oraron por mí (familia, amigos y conocidos) y a mi médico de familia que me conoce desde mi temprana adolescencia, por su apoyo incondicional, por las recetas para poder respirar bien y por la alimentación suplementada que llevo.

Lo más importante para mí ha sido consumir clorofila en pastillas porque inesperadamente me mejoran el ánimo y que cuando algo me entristece más allá, procuro recordar la voz de mi madre pronunciando, con orgullo materno, mi nombre familiar.

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Todo está en orden
los paños de las mesas limpios
las copas relucientes como el cristal que son
guardadas en el chinero
el agua saliendo perfectamente de la pluma
la cafetera respirando café
oloroso a nuestra tierra
platos y cubiertos a la espera
el aire acondicionado central apagado para vivir el día
el hombre de barro que esculpió Nora
sigue en su misma esquina durmiendo
las puertas de cristal abren y cierran
las plantas aguadas
lloran esta mañana su pequeño rocío
la laguna ya nuestra de tanto mirarla
tiembla un poco como la gata que se fue
vuelven a escucharse los sonidos de la calle
sirenas, autos, el viento más fuerte de la media mañana

SOLA
me alejaré del tiempo y la memoria
me llevaré todas las heridas de mi espalda
rechazaré el hastío del regreso cobarde
y el hábito de limitar mis pasos.
Se poblará mi alma de trincheras
exploraré la sombra del temor
y del futuro incierto
y habitaré mi corazón
con el comienzo de todo lo que acaba.
Sola
no viviré ya anclada en un recuerdo
que hice de sueño y era solo de sombra.
Borraré las palabras resentidas
abundaré en presagios centinelas
y nutriré mi soledad
con la búsqueda que parte de la orilla
y con las aventuras que parten de los sueños.
Sola
he de levar mi ancla aunque al sacarla
me quede en la arena lastimada.
Ya está izada mi vela
y comenzado el rumbo.

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