¿Despiertos o barriales?

Caribe Hoy

Desde bien pequeñitos la sociedad se apura en instalarnos el chip de la normalidad y el terror a traspasar la raya. La manada humana coagula rechazando a un grupo de ovejitas negras que reaccionará de manera diversa: Unas se teñirán de blanco con tal de ser aceptadas, otras tratarán de vengarse o se resignarán, un piquetico intentará formar una colonia independiente y unas pocas Despertarán.

Despertar es madurar, y se da por etapas. En la primera rompemos con el rebaño y renunciamos al molde incómodo en que pretenden encofrarnos; es la fase lobo-estepárica. La segunda va más con comprender por qué la sociedad que nos ha incubado mantiene tan viles cadenas, por qué sigue adorando fetiches, auto proscribiéndose tabúes arbitrarios y siendo tan cruel con el disidente.

Cada sistema social, utópico o real, trata al descarriado de acuerdo a sus principios.

El capitalismo, que ensalza al individuo emprendedor y desmiembra las comunidades, facilita las cosas al rebelde. Al capitalismo le gustan los tipos salidos del plato porque constituyen agentes de cambio y como tal estimulan el mercado. Pero si el ataque es consecuente, sostenido y llega a los pilares, el incendiario queda “fuera de cobertura”.

El socialismo real, con su apelación al hombre-masa como “sujeto” de la Revolución, ha sido y es mucho más torpe con quien Despierta. Al disidente lo arranca de raíz o lo castiga con fuerza, tratando de empujarlo al bando de “los malos”.  La purga llega a ser tan orgánica al sistema que siquiera es necesario acudir a los Órganos Represivos del Estado; el hombre-masa se encarga de los detalles de manera asombrosamente eficiente.

¿Y el anarquismo?

Sería lógico esperar que los Despiertos abracen la anarquía y que los anarquistas giren en torno al Despertar; no siempre es así.

Varios anarquistas que conozco padecen una especie de (para mí rarísima) veneración al barrio. La comunidad para ellos es lo que el Amazonas para los ecologistas: un paraje que aloja a un riquísimo tejido de relaciones humanas, un reducto amenazado de extinción por el desarrollismo, versión capitalista o “socialista”.

Bonito, pero para ser real le falta añadir que el patriarcado, la maldad, la violencia, la alienación, el consumismo y el autoritarismo tienen una embajada permanente en el corazón del barrio. La misma red de relaciones humanas con que alucinan algunos anarquistas funciona como correa para la transmisión de relaciones asimétricas de poder. Es la alambrada que obstaculiza el camino a la emancipación, la telaraña que paraliza al solitario cuestionador del status quo.

¿Será que el barrio es bueno por naturaleza pero el sistema podrido lo contamina? ¿Será la naturaleza humana que trae un defecto de fábrica? Son preguntas que se desvanecen enfocando el asunto desde una visión eco-social.

Todo parece indicar que en unos años (a lo sumo un par de décadas) el Sistema hará aguas. Los escenarios más probables son: holocausto, regreso a la Edad Media, eco-fascismo y surgimiento de un sistema totalmente nuevo.