22 Jump Street o cómo comerse un bacalaíto sin colesterol en el verano

Cine caribe

Se trata de una de las películas explosivas del verano. Uno la va a ver, pues debe reírse. Uno piensa que todo el mundo aún cree en ser políticamente correcto, inclusive los productores de las megapelículas del verano. Pero se equivoca. Las generaciones siguen cambiando, los productores también, y más aún, la gente se va olvidando de todo o mejor dicho de casi todo.

22 Jump Street (Dir. Phil Lord y Christopher Miller, EE. UU., 2014) es la secuela de 21 Jump Street, la cual presentaba a dos jóvenes escolares que entraban en un programa especial de policía de prevención del delito. La seguna parte es un tiempo más tarde, donde se encuentran dichos oficiales policíacos, ahora cuando están en el cumplimiento del deber. Pasan a 22 Jump Street y son asignados a resolver un problema de narcotráfico en una de las universidades de California.

Jonah Hill (policía Schmidt) y Channing Tatum (policía Jenko) son asignados a investigar un homicidio y muerte por sobredosis en la universidad. Allí se integran como dos jóvenes estudiantes adultos y participan en actividades de la edad universitaria. Así las cosas, Jenko se hace futbolista y Schmidt se convierte en poeta de género urbano (slam). En el proceso, Jenko se hace amigo de Zook (Wyatt Russell), con quien desarrolla una relación que a veces pasa por los territorios de la hibridez emocional y afectiva. Mientras Schmidt se hace amigo con “tratos especiales” con la joven estudiante y poeta Maya (Amber Stevens). Todo bien, hasta que nos damos cuenta que Zook anda en pasos complicados, mientras que Maya resulta ser la hija del jefe de la Policía, y supervisor inmediato de Jenko y Schmidt. Se trata de Captain Dickson (Ice Cube).

La película es sumamente trillada. Maneja sin reconciliar estereotipos. Se burla de demasiadas formas de ser diversas, y finalmente las deja en la burla. Por otro lado, maneja las formas tradicionales de poder, y no logra contribuir a ningún cambio. En otras palabras, uno va a ver esta película para relajarse y lo logra hacer, sin transformar ni un ápice sus prejuicios. Por el contrario, los profundiza. Usted sale mal de esa película, a pesar de que se ríe un montón.

Si por algo la quiere ver y sentirse patriota, es las escenas que pasan en la playa de Ocean View en Condado. Allí hay tremendo “party” en la playa que queda “en México, Puerto México”. A fin de cuentas, el lío de la venta de drogas se descifra y resuelve en la playa en Puerto Rico. ¡Qué buen chiste!

No la recomiendo, aunque el público la ha ido a ver por tres semanas sin parar. Haga lo que usted cree correcto o desee hacer. ¿Pero quién se puede comer un bacalaíto sin sufrir de colesterol? Nadie. Pues no coja lucha, que hay otras películas que no causan daño a su corazón.