La literatura en mi

Agenda Caribeña
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El ensayo La Literatura de Javier Febo Santiago intenta tratar la importancia de la palabra escrita que se ejecuta con talento y devoción, y su concepto en la sociedad.  La confronta, la juzga y la expone ante los debates y repercusiones que la sostiene.

 ¿La literatura puede cambiar el mundo?  Es en lo que cavilo al empezar y al terminar un trabajo literario.  Para mí no es muy claro.  Además, hay escollos.  Los libros son muy caros, y no soy el único en el mundo que lo piensa.  Alejandro Zambra, escritor chileno, dijo en una entrevista vía Radio Nederland Internacional que, los libros aparentan ser para los ricos.  No hace falta tener un coeficiente intelectual alto para tal comprensión.  Solo hay que ir a las librerías o a una plataforma electrónica e intentar comprar un libro para darse cuenta.  ¿Quién tiene la culpa?  ¿Las editoriales, los escritores, los individuos que los compran, las librerías, el “mercado”?  No sé.  La importancia que le doy a ese tema es un poco más que mínima.  Vivimos en una era que tener está por encima de ser.  Eso me enseñó Erich Fromm en uno de sus libros.

Volviendo al argumento de la posibilidad que la literatura, más allá de la novela y la poesía, pueda cambiar al mundo.  No tenemos que hacer una exhaustiva investigación para tener una idea conductora.  Con leer –paradójicamente- y observar a la humanidad que circunda por el planeta Tierra es suficiente.  La literatura existe desde tiempo inmemorial, y aún estamos lidiando con los mismos problemas de antaño, de siempre.  ¿Cuáles problemas?  Vea y/o escuche las noticias, y a los religiosos, tanto a los teístas como a los “industriales”.  Siguen existiendo las clases sociales, la dictadura mercantil, los abusos laborales, la manipulación publicitaria, la democracia representativa, los partidos políticos, los mercaderes de la salvación mesiánica, los terroristas (los de corbata y los armados), la trata de humanos, las guerras, el hambre, y en Puerto Rico125,000 alumnos con necesidades especiales sin los servicios adecuados por más de 40 años, entre otras cosas no menos importantes.  Por eso creo lo que creo, con pesimismo.  Aunque reconozco que vivimos mejor en el siglo XXI que en siglos pasados.  Hoy día existen más comodidades, la expectativa de vida es alta, tenemos acceso a mucha información; pero en lo esencial, en lo trascendental para la plenitud humana, avanzamos a pasos lentos.

Leo por placer y por ganas de obtener “conocimiento” desde los veintidós años, y mi vida es diferente gracias a la excelente literatura que he degustado por quince años.  Veo lo que antes no veía, y ante eso puedo ejercer una crítica o embellecer a mi forma lo que no aparenta ser bello a simple vista a través de una dulce verbalización o de una poética escritura.  Ambas sutilidades impulsadas por el ejercicio de la lectura.  Puedo discernir entre el “bien” y el “mal” que me conviene.  ¿Eso puede cambiar al mundo?  Quién sabe.

Creo firmemente conveniente en hacer un escogido meticuloso y robusto de la literatura que nos hace bien.  Desgraciadamente existe literatura excelente, buena, menos buena, mala y muy mala, según mis parámetros.  Por lo tanto, afirmar que la literatura sin una selección estudiada y fundamentada en el porvenir de una sociedad que vive enajenada del “conocimiento” es la solución vital para sanarla, es una senda que hay que desyerbar.  Por otra parte, llegar a un consenso y ser objetivo en temas literarios es difícil, porque no somos iguales, no hemos tenido las mismas experiencias, y muy probablemente no tenemos los mismos gustos.  Por ejemplo, si me piden una selección de textos literarios recomendaría los siguientes: El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez,  La madre de Máximo Gorki, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Los diez mandamientos en el siglo XXI de Fernando Savater, El alma está en el cerebro de Eduardo Punset, Patas Arriba y Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, El espejismos de dios de Richard Dawkins, Formación de la sociedad humana y primeras civilizaciones de Chris Harman, La ideología anarquista de Ángel J. Cappelletti, El socialismo anarquista y otros textos de Ricardo Mella, Ensayos y conferencias de Pietro Gori, El laberinto sentimental de José Antonio Marina, Los Enamoramientos de Javier Marías, Amantes de Dios y En el nombre del hijo de Ángela López Borrero, ¿Tener o ser? de Erich Fromm, Cómo nos venden la moto de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet, Sombras de antepasados olvidados de Carl Sagan y Ann Druyan, La conquista de la felicidad de Bertrand Rusell, De la brevedad de la vida de Luccio Anneo Séneca, El anarquismo de Daniel Guérin, Un universo de la nada de Lawrence M. Krauss, Tokio Blues de Haruki Murakami, El libro de las ilusiones de Paul Auster, La senda del perdedor de Charles Bukowski, Rebelión en la granja de George Orwell, entre otros muchos más.  En la poesía seleccionaría a Marigloria Palma, Evaristo Ribera Chevremont, Francisco Matos Paoli, Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Julia de Burgos, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Wislawa Szymborska, José Ángel Buesa, Vicente Huidobro, Walt Whitman, Hjalmar Flax, William Blake, entre otros muchos más.  Como ven, mi enfoque literario va por derroteros hacia la filosofía, la ciencia, el anarquismo (política), religión (ateísmo)...  Mi selección literaria, ¿podría cambiar al mundo?  No sé.  Supongamos que puedo pensar que sí.  De seguro encontraré contrariedad, no lo dudo.  Es lógico.

Es cierto que existen libros que su contenido literario no obra para bien.  Su empeño y meta es provocar odio, discordia, codicia, confusión y otros males interminables.  Los diarios de Turner de William Luther Pierce, Mi Lucha de Adolfo Hitler, Piense y hágase rico de Napoleón Hill, Así fue ¿y ahora qué? de Aníbal Acevedo Vilá y A mi manera de Pedro Roselló, están entre ellos.

¿Qué literatura puede cambiar al mundo?

André Gide, dijo: No se hace buena literatura con buenas intenciones ni con buenos sentimientos. ¿Qué quiere decir?  Al parecer a Gide no le interesaba cambiar al mundo para bien o pensaba que era imposible y siguió su intuición.  Es mi interpretación ligera.  Lo dejo en el tintero.  Jean Paul Sartre, dijo: El mundo podría existir muy bien sin la literatura... Se puede interpretar tal frase como una pesimista, también como una realista; todo dependerá del concepto interpretativo que se le adjudique.  Sí, el mundo puede existir sin literatura, no tengo dudas.  Pero, ¿cómo sería el mundo sin literatura?  No deja de incomodarme el argumento del filósofo francés.  La literatura tiene elementos que enriquecen la imaginación, la cultura, provee alimento “antioxidante” para el cerebro, y a mí particularmente me gusta acercarme a la realidad y alejarme a través de ella.  Ana Frank, dijo: Las personas libres jamás podrán concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados. El pensamiento de Ana Frank combate hábilmente con el de Jean Paul Sartre.

Mi intención al escribir y publicar lo que escribo (casi autogestionado) esta fundida en el mejor de los deseos para los que me rodean, a diferencia de André Gide.  Pretendo hacer el bien con lo que escribo, serle útil a la sociedad y fomentar un cambio.  Adolfo Bioy Casares también combate a los detractores inconscientes de la literatura, si alguno, al decir una vez: Leer es la otra aventura, y la primera es muy probablemente, la vida misma. Vivir sin esa aventura ya encarnada, sería para mí y para otros pocos más, una existencia vacía y aburrida.  Pero, ¿quién lee hoy día?  Son pocos los que viven esa verosímil aventura, muy pocos.  Me parece que el argumento del filósofo Sartre se sostiene lamentable y categóricamente por cómo viven millones de personas en la actualidad.  ¿Cómo viven?  Sin leer.  Para ellos, los no lectores, el mundo sigue su curso.  Para los que leen, ese curso del mundo no es sostenible.

Yo no viviría muy bien sin la literatura, Sartre.  Viviría, pero no muy bien, Sartre.  Estoy convencido.

Otra pregunta que me hago: ¿Por qué no leen?  Me digo, ¿serán tontos o la propaganda anti lectura y de libros que no dicen ni pío, ha dado resultado?  ¿Está de moda ser un ignorante de ciertos conocimientos básicos para permanecer en el rebaño masivo y cómodo de los insensatos?  ¿Está de moda no saber de cultura?  Desde hace ya un tiempo, es más importante para la mayoría de la gente lo que diga una persona que no ejerce una gestión intelectual o cultural versus una que sí lo hace.  Noam Chomsky dice: La población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe. Triste realidad.

La literatura no va a cambiar al mundo, y no todos los que leen son buenas personas, lo sé.  Pero a mí me cambió, y lo hizo para bien.  Esto lo digo con optimismo.