Gran Caribe y la redistribución del poder regional y hemisférico

Agenda Caribeña
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En estas últimas semanas han pasado varios sucesos en el hemisferio americano que reiteran nuevas dinámicas de cierta redistribución del poder regional en el Gran Caribe, escenario en el cual los estados suramericanos van jugando un papel más prominente en asuntos de interés hemisférico y regional. Estas noticias han sido poco comentadas o se reportan como epifenómenos de las relaciones internacionales. Sin embargo, estos eventos tienen un significado político de peso hemisférico si son evaluadas en su conjunto.

Las expresiones del secretario de estado de los EE. UU. John Kerry, reconociendo los esfuerzos de Cuba en la lucha contra el ébola en África, fueron recibidas con una carta de Fidel Castro expresando la disposición de Cuba a trabajar junto a EE. UU. en este renglón de la cooperación humanitaria. El ascenso del expresidente colombiano Ernesto Samper al puesto de Secretario General de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) lo ha revestido con la autoridad de establecer una agenda institucional consensuada para los próximos dos años. En el tope de la agenda se encuentra la meta de que la UNASUR juegue un papel preponderante en las negociaciones de paz entre la guerrilla colombiana y el Gobierno colombiano junto a estados suramericanos que ya están colaborando en este esfuerzo regional.

El segundo tema a priorizar por la UNASUR es el respaldo a la Argentina en su disputa contra los fondos buitres, en lo que el Secretario General propuso que la UNASUR juegue un rol prominente en el sistema de las NNUU y en foros internacionales para encausar la construcción de un marco legal internacional para el análisis y la mitigación de disputas financieras entre estados, y entre estados e instituciones bancarias nacionales e internacionales. Otra iniciativa de Ernesto Samper, y que había sido propuesta hace unos meses por Argentina en la reunión más reciente del Consejo de Economía y de Finanzas (CEF) de la UNASUR, es priorizar la integración o coordinación entre el Banco del Sur y el CEF para la construcción de un sistema financiero suramericano. Esta última propuesta sigue dando al traste con los intereses de Brasil que ha estado en contra de un Banco del Sur que sirva de eje a una Nueva Arquitectura Financiera Regional según propuesto en el pasado por Estados como Venezuela, Ecuador y Argentina.

Por último, la entrada de Venezuela al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sorprendió porque EE. UU. lideró un activismo dentro de la institución multilateral para que la República Bolivariana no fuera elegida como miembro de los diez no permanentes del Consejo. A pesar del activismo estadounidense, Venezuela fue elegida por 181 votos (de un total de 193 naciones que son miembros de la Asamblea General) al ser el candidato único de las 33 naciones de la región. La importancia de la elección de Venezuela es de un peso político inusitado por estar revestida del consenso alcanzado por los Estados para impulsar al unísono candidatos a puestos clave en instituciones multilaterales internacionales según versa la Declaración de la I Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Santiago de Chile en 2013.

Las nuevas dinámicas políticas hemisféricas rompen con entendidos del llamado unipolarismo según se anunció después de la caída del Muro de Berlín. Desde ese preciso momento, América Latina y el Caribe comenzó a gestionar y rearticular marcos de cooperación y coordinación política, comercial y económica. Para algunos Estados en esta coyuntura el fin era contrabalancear la agenda de libre comercio de los EE. UU., y para otros Estados una oportunidad para consolidar el Sistema Interamericano.

En el siglo XXI se ha ido articulando una gran estrategia latinoamericana y caribeña que busca revisar conflictos pendientes en el sistema internacional de Estados y en la economía política internacional a pesar de que los países de la región son gobernados por bloques hegemónicos con afiliaciones ideológicas divergentes. Aún falta de alguna coherencia y coordinación según la coyuntura, esta gran estrategia se caracteriza por el establecimiento de agendas de alcance hemisférico que son impulsadas por un desencadenante local ligado a intereses nacionales estratégicos particulares. En el espectro de lo político, el editorial del New York Times abogando por el fin del embargo económico a Cuba coincide con la determinación de grupos de intereses estadounidense de abrir el mercado cubano, pero también remite a la intensa diplomacia de décadas dentro de las NNUU para ponerle fin al embargo a Cuba y que hoy encuentra una región unida en esta agenda en medio de tantas fragmentaciones, sobre todo comerciales.

Con la elección de Venezuela al Consejo de Seguridad de la ONU creo que no se explica mucho las dinámicas del complejo fin de la hegemonía de los EE. UU. en el mundo, y sí creo que habla más de la determinación y la cohesión política alcanzada por los bloques regionales de Asia, África y América Latina y el Caribe, reafirmando el carácter transformador que pueden jugar en las relaciones internacionales.

En América Latina y el Caribe el carácter transformador de sus agendas regionales se ha expresado en conceptos integrales de seguridad acordados en el marco de más de un acuerdo regional o subregional. América Latina como zona de paz se consolida con la paz y el fin del conflicto armado en Venezuela. La otra seguridad, la financiera, se encuentra encontrada con los megacuerdos tales como la Alianza Traspacífica y el Acuerdo Comercial Transatlántico que buscan rearticular el debilitado proceso de liberalización comercial en el marco de la Organización Mundial del Comercio. Precisamente son los acuerdos comerciales subregionales del Mercosur, el ALBA, entre otros, que han elegido rutas hacia el desarrollo a partir de nuevas estrategias de crecimiento económico que han apostado a modelos endógenos de crecimiento económico enfocados desde conceptos de seguridad y desarrollo humano. La emergencia de una gran estrategia regional latinoamericana desde América del Sur a su vez crea unos escenarios políticos que retan viejos entendidos de gobernabilidad, desarrollo y autonomía provocando en el proceso nuevas distribuciones del poder geopolítico en la Cuenca del Caribe.


Crédito foto: Luis Astudillo C./Andes/Agencia de Noticias ANDES, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/)