Oscar López encarcelado, ¿bajo cuál justicia?

Agenda Caribeña
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“Llévale esta comprita a doña Filo que vive en el callejón del río”, me decía el viejo Luis, dueño del colmado del barrio. A cambio recibía una maltita India o un cono de cuadritos de helado de distintos sabores, lo que conocíamos como “limber”. Con apenas 10 años de edad, eran varias las compras que llevaba todas las semanas a distintas señoras de la comunidad en un carrito de compras de supermercado por el modesto salario de un refresco. Con el tiempo, fui creciendo en talle y entendimiento dándome cuenta que varias de las señoras a las que llevaba comestibles del colmado del viejo Luis, formaban parte de una red de “queridas” que tenía el respetado comerciante de la comunidad.


Esto no es una historia particular ni mucho menos inventada. Es, quizás, una crónica redundante desde los tiempos bíblicos hasta pasada una década después de los llamados “baby boomers” cuando la mujer fue tomando un rol más proactivo en la sociedad. En las comunidades humildes, siempre había un “caballero” con recursos que mantenía una relación con varias damas solteras del barrio que, hasta procreaban hijos entre ellos. Claro, ni la mujer ni los hijos tenían derecho a nada, sólo estaban conformados a una entrega de comestibles que se le hacía una vez a la semana. Todo esto ocurre con el agravante de que la esposa y los hijos legítimos del señor muchas veces vivían en la misma comunidad y hasta con conocimiento de lo que ocurría. En lo ordinario, el hijo de la concubina siempre se le conocía como “el hijo de la querida”.


Un concubinato es un término que procede del latín concubinatus y que refiere a la relación marital que mantiene una pareja sin estar casada. En ciertas culturas, la concubina era una mujer de menor posición social que el hombre en una relación del tipo matrimonial. Curiosamente, ese tipo de relación no sólo se da en el ámbito personal sentimental, sino en las condiciones políticas de algunos países y territorios. Lo vemos en el oriente de Europa en algunos países que antes conformaban el bloque comunista y que hoy, aun siendo países soberanos, continúan estando sujetos a los vaivenes políticos de lo que ocurran en Moscú aun cuando los rusos los consideran menos, como lo fue por muchos años el caso de Cuba.


Así llegamos a Puerto Rico.


La isla de Puerto Rico se convierte en un territorio de EU en el 1898 cuando España dispuso de su soberanía sobre la isla en la Guerra Hispanoamericana. Desde entonces, los EU asumió el control sobre la isla quedando ésta sujeta a la soberanía del gobierno americano. Esto es un hecho irrefutable no sujeto a discusión. A través de los años, se ha pretendido demostrar a los puertorriqueños que nuestra relación política es similar a la de cualquier Estado de la Unión Americana. Hasta se le permitió al gobierno local establecer una constitución  para el establecimiento de ley y orden pero sin poderes plenarios y subordinada a leyes y estatutos del Gobierno Federal. Es algo así, como cuando el niño rico del barrio nos invitaba a jugar con él, pero el controlaba el juego porque el bate y la bola eran suyos. Peor aún, como la relación del viejo Luis con doña Filo, conformada con una compra a la semana.


Son muchas las lagunas, inconsistencias e injusticias como resultado de una relación política como la nuestra con EU. El no poder votar por un Presidente que toma decisiones fundamentales en la vida de los puertorriqueños es quizás la pilastra del cúmulo de argumentos que pueden presentarse como apología de la condición política aciaga de Puerto Rico. El deterioro social que se vive en la isla y que tiene su epicentro en nuestra situación colonial es comparable sólo en sí mismo. El dominio del imperialista es en defecto prejuicio al colonizado.


Día a día vivimos situaciones donde es más que evidente la impotencia del gobierno local para resolver muchos de sus asuntos públicos que sólo competen a la comunidad puertorriqueña y que redundan en una actitud rescindida de nuestros políticos de turno. A esto le se le añade la dejadez y sobretodo, el prejuicio del gobierno de los Estados Unidos hacia los que somos considerados ciudadanos de segunda y tercera categoría.


Un perfecto ejemplo a nuestra condición de colonia lo es el caso de Oscar López Rivera, preso puertorriqueño en EU. El mismo es un asunto sin resolver y que está ya pasado de tiempo. Después de varias décadas de discusión y controversias, don Oscar permanece encarcelado en una prisión federal de EU desde 1981. Al momento de escribir este artículo, don Oscar se encuentra en la prisión de Terre Haute en el estado de Indiana, esto es, sin posibilidad de salir libre hasta el año 2051.


Los argumentos del por qué, cuándo y cómo ocurren los eventos que producen la encarcelación de don Oscar son asuntos ampliamente discutidos formando diversas opiniones según la cosmovisión de cada cual. Es una historia de patriotismo y gallardía para unos, mientras que para otros es una de terrorismo y cobardía. Todo dependerá de cuál es el himno que encala en su mente las estampas de su patria y que estremece las entrañas al escuchar su melodía. Para mi, don Oscar es un puertorriqueño como yo, y ser puertorriqueño resulta ser precisamente la médula de todo este asunto.


Para muchos naturales de la isla, ser puertorriqueño es la mera condición incidental de haber nacido en Puerto Rico. Para otros, como es el caso de don Oscar, sería una ofensa capital tan siquiera insinuar semejante afirmación. Por supuesto, esto lo digo sin presumir que le conozco y que hayamos conversado en algún momento, pues no es necesario tratar de razonar con palabras lo que los hechos revelan en su acción. Amor por su patria digo yo. Son los casos en que el amor es un verbo ostensible, ya sea hacia una mujer u hombre, los hijos, la madre o el padre, en este caso, la patria. Por eso, resulta obvio que todo el dilema de su encarcelamiento estriba en su amor por Puerto Rico.


Quizás usted piensa que el que escribe es miembro del Partido Nacionalista de Puerto Rico. Conociendo el movimiento de derecha de PR, no dudo que la primera reacción a este escrito es cavilar qué posición ocupo en dicho partido. Pero créame, los nacionalistas en PR son tan exclusivos que no eres tú quien decide ingresar al partido, sino es el partido quien te escoge a ti y eso es un privilegio que no puedo ostentar. Tampoco soy miembro de ninguna organización independentista puertorriqueña o alguna de sus ramificaciones, entiéndase proselitismo, foro de discusión o comunicación, los cuales son muchos y variados en nuestro país. Siempre he pensado que si todas las facciones del independentismo en PR se unieran con el mismo objetivo, serían mayoría en un país que ha sido desquebrajado por el prejuicio y la aversión que se ha importado como el ébola en los puertos de nuestra patria. No obstante, soy un simple puertorriqueño lúcido de las realidades de mi país y que hago un esfuerzo mayúsculo para otear las cosas que vivimos a diario como pueblo sin entrar en el pensamiento de movimiento alguno. Dejando el punto claro, sigamos adelante.


Cuando analizamos detenidamente el caso de don Oscar, sólo podemos concluir que las razones para éste permanecer cautivo en una bartolina federal son esencialmente fundamentadas en el desprecio y prejuicio de sus captores. Les pregunto, ¿Cómo se puede justificar los 70 años a los que ha sido sentenciado don Oscar? Si por un momento nos desprendemos de todo prejuicio (quizás resulte en una utopía), y adjudicamos las acusaciones en su contra, lo cierto es que de todo lo que se acusa es de conspiración para delinquir sin haber perpetrado absolutamente nada de lo que se le acusó.


Por desgracia, los EE.UU. ha sido escenario de un sinnúmero de crímenes de todo tipo que han estremecido el mundo entero. Cuando estos casos llegan a los tribunales, en muchos de ellos se ha visto la parcialidad y prejuicio desmedido anegados por la opinión pública que en gran medida, lo que impera a través de las salas de justicia por toda América son consideraciones de índole económico, social y político. Hemos visto como ricos y famosos han salido por la puerta ancha impunes de horrendos crímenes, aun cuando la gesta de culpabilidad  se muestra a simple vista. Sin embargo, ningún caso es comparable con la situación absurda e inaudita que sufre don Oscar que cumple una sentencia exorbitante en un claro menosprecio a su identidad e ideales. Tanto así, son miles lo que se han unido para pedir la excarcelación de don Oscar. Líderes religiosos de reconocimiento mundial, artistas, músicos, poetas y escritores, políticos incluyendo Ex Presidentes de EEE.UU., gente de toda clase social y nacionalidad son protagonistas del esfuerzo conjunto y colosal para lograr la excarcelación del que muchos consideran un preso político.


En la jurisprudencia norteamericana existen gran cantidad de ejemplos que se pudieran utilizar  para demostrar nuestro argumento de ofuscación y prejuicio por parte del Gobierno de los Estados Unidos de insistir en mantener encarcelado a don Oscar sin tener una razón válida para ello. Sin embargo, carezco del tiempo y el espacio para incluirlos en este artículo en que resultaría muy extenso y redundante. He seleccionado tan sólo cuatro casos por su notoriedad y lo significativo de sus hechos y sus pérdidas. Aunque estos casos se acusa a estas personas de ser burdos rateros criminales y no son comparables con el caso de don Oscar que sólo se le acusa de conspiración sediciosa, en los mismos, el sistema judicial del Gobierno de los EU se mostró indulgente ante estos crímenes aún cuando las pérdidas fueron significativamente cuantiosas, al punto que nunca se pudo calcular con exactitud  la cantidad del fraude que repercute hasta hoy. Veamos.


Raj Rajaratnam – Millonario que alcanzó una fortuna de más 1,500 millones de dólares según la Revista Forbes. Respetado hombre de negocios. Aunque, en realidad no se ha podido calcular el monto total del fraude, fue acusado por haber ganado 63.8 millones de dólares por el uso ilegal de información privilegiada de empresas como Intel, IBM, Hilton, eBay, Akamai Technologies, Polycom, Google, Sun Microsstems, Clearwire, AMD, ATI Technologies y People Support. En octubre del 2011, Rajaratnam fue hallado culpable de 14 cargos de conspiración y fraude de operación de iniciados recibiendo una condena de 11 años de prisión.


Dennis Kozlowski – Principal Oficial Ejecutivo de Tyco. Defraudó en más de 81 millones de dólares a Tyco, una corporación multimillonaria con activos en el mercado de valores en un esquema de bonificaciones no autorizadas para su lucro personal. Kozlowski fue sentenciado a 25  años de prisión en septiembre del 2005.


Jeff Skillings – El notorio Principal Oficial Ejecutivo de la compañía Enron Fue el arquitecto del modelo empresarial de Enron hasta que la compañía colapsó en el 2001 siendo la quiebra más grande de la historia de los EU. Fue acusado y hallado culpable de conspiración y fraude en la operación de iniciados del mercado de valores y sentenciado a cumplir 24 años de prisión.


Wesley Snipes – El caso de éste famoso actor de cine defraudó al fisco de EU por 7 millones de dólares y se le impuso una pena de cárcel de 3 años,  Lo significativo de este caso es que el actor fue ordenado a cumplir su pena en la Institución Correccional Federal McKean en Pensilvania la cual es considerada como un “country club” por lo “cómodo” de sus facilidades al punto que no existe una verja alrededor de dicho complejo.


Resulta curioso que por el robo de la misma cantidad de dinero a la Wells Fargo en el 1983, fue sentenciado Filiberto Ojeda Ríos a cumplir 55 años de cárcel, sin mencionar que fue muerto a manos del FBI en septiembre del 2005.


Como verán, existe una total incongruencia entre las penas que recibieron estas personas en comparación con la sentencia otorgada a don Oscar que no robó un centavo a nadie, que no disparó contra nadie, y que de todo lo que se le acusa es de conspirar. De acuerdo a un estudio realizado por los destacados editores Andrés Torres y José Emiliano Velázquez, las estadísticas del Gobierno de los EU demuestran que las sentencias impuestas a los miembros de FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional), son hasta seis veces más extensas que las sentencias impuestas por crímenes de homicidio del resto de la población americana. Según el estudio, los años promedio de una persona convicta de homicidio en EU es de 5.4 años versus 65.4 años que recibieron los miembros sentenciados de la FALN incluyendo a don Oscar.


¿Qué razón justa y humana puede ser la que haya mantenido a don Oscar López Rivera encarcelado por de 33 años? Peor aún, ¿qué razón puede justificar que don Oscar permanezca un minuto más en la prisión? En el mundo actual donde se han caído barreras, destrozado muros y ha habido una apertura al pensamiento ecléctico y conciliador, ¿dónde está el espacio para reconocer que es tiempo de corregir lo que se ha hecho mal y así contribuir al fortalecimiento de nuestra sociedad? Lo cierto es que lo único que sale  de manifiesto que puede arrojar luz a esta injusticia es que a don Oscar se le trata como al “hijo de la querida”.


A tales efectos, hemos hecho una petición formal al Presidente de los Estados Unidos, Barack H. Obama, para que le conceda la libertad a don Oscar López y Rivera y que la única condición sea que viva en mi casa con mi familia, en Camuy, en nuestro Puerto Rico. Nuestra familia y nuestro pueblo velarán por él. Estoy seguro que seremos nosotros los que terminemos siendo los cuidados. Don Oscar no representa un peligro para nadie. Por el contrario, representa un reto para las futuras generaciones de puertorriqueños a que aprendan a permanecer firmes en sus convicciones sea cuál sea y que ser puertorriqueño no es una condición incidental sino una convicción que nos honra y enorgullece. Con esta petición espero se nos haga justicia, hoy, aunque tarde que temprano la justicia llega de una manera u otra.


Si aún se pregunta, ¿cuál justicia?, les cuento. Los años pasaron por mi barrio. Cada cual siguió el rumbo que la vida le deparaba. De un chico que entregaba las compras en un carro de supermercado pasé a ser un estudiante a tiempo completo en mi empeño de alcanzar mis sueños. El viejo Luis, murió sin yo saberlo un año después de yo comenzar la universidad en Rio Piedras. Desafortunadamente, antes de su deceso, se había separado de su esposa. Recientemente, y pasado más de 40 años, en un recorrido de vuelta al barrio de mi niñez, fui al colmado que tantas historias guardaba aquel lugar para mi. Me encontré sorprendentemente con doña Filo ya anciana, atendiendo el negocio. Allí supe de la muerte trágica e inesperada de los dos hijos legítimos del viejo. Cuando pregunté quién era el nuevo dueño del colmado, era el hijo del viejo Luis y doña Filo. Resultó ser que todos los bienes del viejo, le fueron otorgados al hijo de la querida.