La crudita: consumo y cultura de dependencia al petróleo

Voces Emergentes

En los pasados días el tema central de los puertorriqueños ha versado sobre la necesidad económica de establecer un arbitrio al petróleo. Desde un punto de vista antropológico, la famosa “crudita” es simultáneamente un reflejo de nuestra cultura política y un espejismo de nuestra identidad. Pero, sobre todo, es un problema de consumo.

Si bien es cierto que el petróleo es consumido en el mundo, no es menos cierto que en Puerto Rico el consumo del mismo es excesivamente absurdo. En una isla como la nuestra, lo más lógico, en términos geo-económicos, sería la apuesta por un sistema de transporte público gratuito que incluyan al ciclista y al transeúnte, y por supuesto, paralelamente, una reforma energética. La transición hacia el uso de fuentes de energía renovable es una necesidad ecológica. Pero, como me dijo un señor metafóricamente, refiriéndose en términos raciales al petróleo: “Mientras ande el negrito por ahí, las cosas no cambiaran en el país”.

Ahora mismo los puertorriqueños nos encontramos en una encrucijada, atrapados entre el binomio consumo/producción vivimos a la deriva del combustible fósil más hostil y perecedero de la tierra. El lenguaje del petróleo es al mismo tiempo una institución y un instrumento del mundo occidental. Su función es la comunicación, el trasporte y la energía. ¿Por qué entonces ponerle un arbitrio? Porque es un producto que en nuestro país tiene mucha demanda, más sin embargo, la oferta es limitada.

El petróleo representa en Puerto Rico el trasporte, los alimentos y la luz. Estas tres cosas no tan sólo estructuran la economía, sino que socialmente nos impone un modus vivendi. En términos foucaultianos, el petróleo representa poder. El poder de los importadores para dominar sobre la agricultura, el poder de los políticos para eximir a las empresas de pagar la luz, el poder de los obreros y las obreras para paralizar el país, y finalmente, el poder del pueblo en general para realizar una revolución anticolonial.

Si en algunas circunstancias las actividades del consumo pueden ser inseparables de las actividades de producción, y el consumo es la utilización directa de un bien en la satisfacción de las necesidades humanas, ¿desde cuándo en Puerto Rico el consumo de petróleo es una necesidad? ¿es verdaderamente una “necesidad” el consumo de petróleo en la isla? ¿Cómo afecta el consumo de petróleo en la producción de bienes y servicios? Estas y otras preguntas me surgen a la hora de discutir el tema de la “crudita” y su repercusión en la cultura nacional de los puertorriqueños.

En una ocasión el venezolano Rodolfo Quintero sentenció:

“La cultura del petróleo tiende a impedir que el hombre logre ser él mismo y vivir en un estado de síntesis creadora con otros seres o cosas. No le permite pensar ni actuar por sí mismo; lo obliga a recurrir siempre a algo o alguien exterior a él. Necesita reverenciar o servir, odiar o combatir a alguien. Lo hace tenso, beligerante, violento, apasionado. La cultura del petróleo hace también hombres pusilánimes que temen la autoridad, cobardes, timoratos, conformistas; hombres gregarios” (Revista BCV, vol. XXVI, n° 2, julio-diciembre 2011, pág.68).

Estoy profundamente convencido de que en Puerto Rico la cultura del petróleo ha implicado una colonización ideológica resultado de los cambios ocurridos a mediados del siglo XX. La trasformación de una sociedad tradicional a una sociedad industrial en la isla conllevó a una redefinición de las necesidades. La introducción del automóvil y del “truck” (camión de carga) durante los años ’40 tuvo como fin satisfacer la producción de azúcar en la isla y no la necesidad de los habitantes para trasportarse. Hoy, irónicamente, nadie puede consumir sin un auto ni tampoco puede satisfacer sus necesidades.

Por último, la producción de energía y la producción de alimentos en Puerto Rico resulta ser una paradoja. Ambas cosas, necesarias para la vida cotidiana, serán indirectamente afectadas por el impuesto al petróleo. Cuando se habla de la “crudita” en la isla, no solamente debemos pensar en el aumento al precio de la gasolina, si no que tenemos que tener en cuenta el aumento en el precio de la luz eléctrica y en el precio de los alimentos. Por tal razón, es que dicho tema resulta polémico y debería ser polemizado. Al igual que en Venezuela, luchar contra la hegemonía de la cultura del petróleo en Puerto Rico no es sólo una operación política para la descolonización, también es una gestión antropológica por la reivindicación de una cultura tradicional.