Decisión de año nuevo

Caribe Hoy

Un año que empieza trae consigo, al corazón alerta y a la voluntad viva, una especie de reto.  Suele el alma reflexiva, cuando a la medianoche sueltan los campanarios su vuelo de bronce, al distinguir, entre los sonidos familiares de la hora, el canto remoto de los gallos, sentir como un estremecimiento.  Yo de mí sé decir que de antaño, cada vez, cuando la rueda del tiempo gira para dar comienzo a un nuevo año, oigo, por un fenómeno psicológico fácilmente explorable, cómo una argentina voz de timbre patriótico me calma en los oídos interiores:

 

¡Si los tiranos que duermen ahora

no despertaran mañana ni nunca!

 

El recuerdo diegüino sirve, no obstante, para renovarnos la preocupación por nosotros mismos, vale decir por nuestro pueblo, con el que seguimos viviendo, políticamente, en un estado de viceversa.  Ante esta situación hay cierta paz interior en saber, con total certidumbre, que uno puede hacer muy poco: es la paz que nos pone a saludable distancia de la paranoia.  Encima flota una inquietud: saber también que, de lo poco que uno podría hacer –no hablo solo por mí, hablo por muchos- casi le dejan hacer nada.  Y esto es así porque, en este “extraordinario, dinámico, creador, popular y democrático” estado de viceversa, ocurre, como en todas partes, que únicamente manda, a despecho de todas las retóricas jurídicas, la moneda y la pistola.  Cuando se ha rehusado servir, sin inatención de arrepentimiento, a la moneda y a la pistola, ya sabe uno que bien poco puede hacer.  Sabe más.  Sabe también que, de lo poco que puede, apenas si le dejarán hacer algo.  Mas también se sabe que lo poco hecho no será para mal.

 

Pues bien.  En el primer día del año, y ante su desafío renuevo mi respuesta: haré por la independencia de mi patria todo lo que pueda, de modo que el mínimo a que los dueños de la moneda y la pistola logren reducir mis esfuerzos sea, por lo menos, el máximo que mis energías en tensión opuesta pueda producir.

 

Y he aquí que, apenas dejo llegar mi pluma hasta estas palabras se me ocurre algo.  Se me ocurre que, aquellos que en Puerto Rico, sin ser los amos de la moneda ni  los dueños de la pistola, se han hecho la ilusión de que son los que mandan, a pesar de toda su prosopopeya, lo mismo en el pasado que en el presente, bien poco han logrado hacer.  Por otro fenómeno psicológico, también fácilmente explicable, ha pesado sobre ellos, con una agobiadora demasía, la obligación de hacer bien a Estados Unidos.  Con lo que, ¡titanes que son!, sus pugidos se han hecho oír en medio mundo.  Pero del esfuerzo han quedado siempre tan desmirriados que ya, con las fuerzas escasas que les sobran, casi nada en verdad han podido hacer por Puerto Rico.  De ahí que a veces, y  por contraste, unos fanáticos, frenéticos, esquizofrénicos, esdrújulos y sobresdrújulos, en el curso de un cuarto de siglo, hayamos preferido pasar nuestra juventud en presidio; ¡y aún otros, sobresdrújulos por encima de todas las posibilidades de la gramática histórica, hayan preferido que se los coman los gusanos!

 

Poniendo lado a lado estas experiencias me atrevería sugerir, con toda humildad –yo la tengo hasta el punto que sólo Dios sabe las veces que he deseado no ser visto- y en nombre de todo lo que a los que creen mandar le es sagrado, que, a las puertas del año nuevo, como una contestación al reto del futuro, tomen la decisión, modelo del 1957, ¡de dedicar mayor parte de sus energías en hacerle bien a Puerto Rico!*

 

Nota Editorial:

Agradecemos al compañero Marcus Ortiz habernos enviado este escrito publicado originalmente hace casi 60 años.  Reconocemos todos los créditos de su procedencia: derechos morales y de propiedad intelectual.  Autor original: Juan Antonio Corretjer; publicado originalmente en: Decisión de año nuevo, El Imparcial, 6 de enero 1957, p. 2.

Republicado y recopilado en: Poesía y Revolución, Laurel negro.  Tomo I. Eds. Qease a cargo de Joserramón Meléndes.  Transcripción de Marcus Ortiz.