Elogio al maestro y a la maestra

Economia Solidaria

altLa Pedagogía del oprimido,

deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía

de los hombres en proceso de permanente liberación.

Paulo Freire

Entender la situación actual del País es una tarea compleja con varios factores que se afectan entre sí. El tema de enfoque se encuentra en la situación económica, ya que es algo material y tangible de inmediato y claro; es un tema importante. Pero hay cierta mentalidad hacia la educación que es sumamente preocupante y por eso decido articular estas palabras, para hacer un intento de rescatar el respeto que se ha perdido hacia el proceso educativo de Puerto Rico y, más allá, hacia su protagonista principal. Este es mi elogio al maestro puertorriqueño.

Hay que entender que el conocimiento que uno dice llevar consigo no nace espontáneamente. El «yo pienso» cartesiano tiene una formación que incluyen varios factores tales como los medios, el ambiente en que uno es criado, etcétera. Pero un factor importante que es menester reconocer su existencia es aquella del ejemplar. Este ejemplar tiene un rol en la formación del individuo imprescindible, a tal nivel que en muchos casos es la razón por la cual una persona estudia esto o aquello. Toda persona tuvo un ejemplar en su vida que de alguna forma lo marcó (excluyendo familiares).

Siempre recuerdo a dos con cariño incomparable: mi maestra de matemáticas de la escuela superior, quien me inculcó el amor hacia la materia y mi mentor en la universidad, quien sirvió como inspiración y modelo a seguir. Al reconocer esto, vemos el rol esencial del magisterio (extendiéndole este elogio a los profesores universitarios).

El maestro tiene una tarea comparable solamente a uno de los de Heracles. Pararse al frente de veinte jóvenes (idealmente, muchas veces son muchísimos más), que algunos de ellos ni siquiera quieren estar allí y todos con sus ingenuidades típicas de personas de esas edades, para transmitirle el conocimiento correspondiente, y siempre manteniendo paciencia, humildad, y profesionalismo es algo realmente impresionante. Sin embargo, eso no para ahí, porque recuerda que el educar no es solo llenarle la cabeza de los jóvenes de fechas, nombres, números, y hechos. Tiene el maestro que brindarle las herramientas que le servirán el resto de sus vidas como el razonamiento y el pensamiento crítico. ¿Cómo lo hace? Solamente puede contestar eso un pedagogo. No le debe ser extraño al lector que los mejores cursos que uno toma son aquellos donde el maestro transmite el conocimiento con pasión hacia la materia. Pero, ¿cómo mantener esa pasión cuando ha pasado una mañana pésima? ¿O el día anterior pasó un mal rato? Habrá que interrogar a un maestro.

Está demás mencionar el consumismo rampante que forma el cuarto piso de nuestro país (léase "El país de cuatro pisos", José Luis González). Esto cambia el motivo de estudio de un individuo hacia la búsqueda de profesiones con la mejor recompensa económica. Como muy bien dijo el poeta y maestro de historia Luis Díaz, «No quieren ser doctores, ingenieros, o notarios. Sería más sincero estudiar para millonario». Añádele a esto el enfoque hacia las carreras técnicas después de la revolución industrial, donde se empezó a perder interés en las artes y las humanidades, debido al enfoque en producir artículos industriales. Todo esto causa que la sociedad le asigne un prestigio hacia ciertas carreras, despreciando otras. ¿Qué me hace más importante por ser ingeniero? ¿Qué hace a un médico mejor que yo? Al maestro no se le asigna el prestigio que su obra amerita. El doctor tiene una responsabilidad inmensa y su carrera académica es larguísima. ¿Y el maestro? ¿Acaso no es responsable por asegurar que los jóvenes que salen de su salón de clase sean personas aptas para salir a buscar las soluciones de los problemas que nuestra generación le regaló? Me parece ser una responsabilidad un poco mayor que la de cualquier otro profesional. Pensar que un maestro debe estudiar sus cuatro años de bachillerato y después jamás abrir un libro es un pensamiento un poco ingenuo, diría yo. Siempre leyendo, aprendiendo cosas nuevas y refrescando cosas ya conocidas para difundirlo en el salón luego. Pero también pensar en cómo transmitir ese conocimiento. Encima de eso, debe entender el material para poder transmitirlo. No es lo mismo leer alguna teoría histórica o científica para conocimiento propio que leerlo para enseñarlo. Esto implica que la carrera académica del maestro es de toda una vida ¡Qué complejo el trabajo del magisterio!

Para añadirle a la complejidad de la obra magisterial, sumémosle el hecho de que la recompensa económica para ese trabajo arduo es algo vergonzoso y una falta de respeto. El maestro que tiene la suerte de trabajar en el sistema privado se queda sin trabajo al final del año escolar, forzándolo a hacer la fila del desempleo y/o buscar algún trabajo por esos dos meses como si fuese algún joven de escuela superior buscándose el peso para las salidas que le esperan en el verano. Profesionales con su debida preparación, muchos con familias y cuentas que pagar, con esa inseguridad de que si podrán ponerle comida en el plato para sus hijos. Para un engranaje fundamental para el funcionamiento de la sociedad como la conocemos, esto es inaceptable. El deber de cualquier país liberal es garantizarles tres cosas esenciales: seguridad, salud, y educación. ¿Cómo hablar entonces del cierre y privatización de escuelas, haciendo la educación más inaccesible?

¿Cómo se puede garantizar una educación de calidad al educando en esta sociedad capitalista sin sueldos competitivos para los maestros? Claro, siempre está el maestro quien decide embarcar en esta ruta sabiendo todos los males que le espera, y aún así trabaja con la frente en alto. A esos son a los que le dedico este elogio.

No soy pedagogo. No soy maestro y sé que la descripción del trabajo del maestro en este ensayo me resulta insuficiente. Con eso dicho, creo que cumple su función en traer a colación un trabajo que va desapercibido y malagradecido por muchos padres, madres, políticos, ingenieros, abogados, médicos, empresarios quienes pasaron por el salón de clase y mucho de ellos tuvieron un ejemplar en el ámbito académico al igual que lo tuve yo y que ahora gozan del éxito financiero que la sociedad nos ha convencido significa el éxito en lo absoluto. Decir que el sistema educativo de nuestro país es perfecto sería algo necio de mi parte, pero pido que rescatemos el respeto que se les ha perdido a estos individuos, que tienen una responsabilidad importantísima para el futuro de nuestro pueblo. ¿Cómo salir de los males que nos plagan si no tenemos las herramientas cognitivas? La única solución es la permanente liberación que se logra a través de la educación y la solidaridad con el magisterio puertorriqueño.


Foto: Suministrada por el autor