La invisibilización de la política

Economia Solidaria

Es común, casi universal, preguntar, discutir y estudiar sobre cómo está ‘la economía’, pero pocos se preguntan sobre cómo está la gente.  Dirán algunos que es lo mismo, que si la ‘economía’ está bien la gente también, y si está mal, pues mal la gente. Pero esto no es tan sencillo y lógico como suena. Bien se sabe que desde hace décadas, y en muchos momentos a través de la historia, el crecimiento económico y el bienestar colectivo no van de la mano, si es que en algún momento estuvieron completamente ligados.  Sin embargo, aun se habla como si tal relación fuera obvia y natural.

Eso que hemos llamado ‘economía’ en las últimas décadas, se define cada vez más como un campo aparte cuya geografía solo puede ser descifrada por los ‘expertos’: economistas.  Pocos reconocen ya que toda economía es economía política; que toda economía es también social; que la economía, en fin, es parte integral de la vida y que su presencia está siempre entrelazada con múltiples emociones, lealtades, pasiones, ideologías, necesidades e intereses.

Entonces, la ‘economía’ como se presenta en la mayoría de los medios de comunicación es un invento, pero con un efecto devastador en la percepción del mundo de muchos.  Así pues, las decisiones económicas de los Estados, y de las corporaciones, son políticas y llamarle ‘economía’ a la economía política es una gran, y nefasta, estrategia política.  De igual modo, hablar de ‘mercado’ sin más es reproducir todo un andamiaje ideológico que perpetúa un concepto que ha venido a construir una falsa realidad, si me permiten la contradicción.

El trabajo ideológico gestado en casi la totalidad de la sociedad durante las últimas cuatro décadas para imponer el concepto ‘libre mercado’, o simplemente ‘mercado’, ha tenido el efecto de legitimar relaciones violentas de intercambio entre desiguales, donde el valor de cambio se impone sobre el valor de uso y la producción de lo común.  Los que tienen todo, o casi todo, aplastan y siguen quitándole todo a los que nada tienen. De ahí que ‘lo privado’ y la ‘propiedad privada’ se asuman como beneficiosos de forma universal y como derecho inaleable y natural del ser humano.

Mientras la desocializacion de la vida y la privatización de la experiencia humana continúa velozmente, la solidaridad se aplasta para celebrar la competencia y la iniciativa de los ‘empresarios’. El empresarismo se convierte en el nuevo paradigma de convivencia, donde la meta es llegar a la gloria de ser rico. Una vez alcanzada esta meta eterna, entonces se puede ser un ‘hombre nuevo’ a través de la filantropía y el ‘altruismo’. En tiempos cuando el neoliberalismo debería estar enterrado para siempre, el mismo rejuvenece con los anabólicos, esteroides y suplementos químicos que le administran los ideólogos del estado, los economistas, publicistas, y los CEO’s contratados por las oligarquías.

Mientras, en Puerto Rico las juntas de directores de los bancos, los periódicos, centros comerciales, entre otros, deciden cómo reproducir la economía nepotista, donde todos son primos, esposos y parientes, para seguir reproduciendo el discurso del mercado y la economía sin el apellido que les corresponde: política.