El tiempo, los tiempos

Caribe Hoy

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El tiempo, Kronos. Nuestra propia creación y dictador de la vida. El que no pasa o pasa tan rápido. Al que queremos capturar, cuando la experiencia es dulce. El que queremos adelantar, cuando nos amarga. Son doce las horas, de día y de noche. Son doce meses de sol, de lluvia, de sequia. Y de inundaciones, porque cae la lluvia donde ya llovió.

El tiempo que fija, los grandes retos, que no hemos enfrentado, por mirar hacia otro lado. La búsqueda constante de posesiones, que llenen lo vacíos, de lo que sabemos que nos falta y por no querer enfrentar, lo maquillamos. Los apegos y los desapegos, la huida para no pensar, burda o muy sofisticada, pero ambas son huidas.

El tiempo de lo externo que celebramos, como si fuera un regalo de ese que hoy constatamos que le importamos un bledo. Lo interno que nos exige concreción, ejercer la dignidad que nos pide el corazón y le callamos con pastillas de miles de colores.

Compradas en la farmacia de la esquina, para no tener que andar mucho, total, hay una conveniente cerquita de cada casa. Malas noticias, maquilladas de muy buenas. Si nos tomamos las pastillas, recetadas, legales, esas no hacen daño, vienen de allá, de donde nos protegen, para que nos mantengamos todos dormidos.

El tiempo de la aventura de verse y encontrarse, no hay nada más poderoso que uno o una que sepa, quién es. Saber quienes somos, nos ha tomado muchos años, y todavía queda mucho por descubrir, nos hemos maquillado sin bañarnos. Nos hemos criado llenos de dudas, de temores, de mentiras, y las hemos negado. La vergüenza ha sido una constante en el diario vivir y nos hemos culpado por no defendernos, por no saber hablar, por callar demasiado.

Todos políticos y pueblo, ambos y viceversa, necesitamos más psicología y menos economía. Más verdades que duelan y que nos hagan fuertes y menos mentiras que nos debilitan y nos duermen. Decía Néstor Duprey en una red. “¿Qué hacer? Madurar políticamente, concertar la salida de la crisis, reestructurar la deuda, y el gobierno y descolonizarnos de una vez”. Parece que llego, el tiempo, de la hora tan temida, el de la noche oscura del alma, que enfrentan, todos los que quieran despertar.

Si embargo, las crisis son eventos puntuales en la vida de todos los vivos. Los individuos y los pueblos. Una llamada crisis que se extiende en el tiempo, tantos años, no es una crisis. Es un pedido del inconsciente colectivo, pidiendo transformación y cambios profundos. Y esa “crisis”, no se resuelve con dinero, esas se trabajan con más psicología colectiva, buscando y encontrando, verdades. Verdades como puños, que nos señalan al mundo como una sociedad podrida de crímenes, delincuencia, drogas, y los múltiples velos, que nos cubren, porque casi nadie sabe dónde estamos.

Entonces será tiempo del vino para celebrar, y no para olvidar, el dolor de no haber podido exigir, vivir en libertad. De conformarnos como niños sin padres, con cualquier cosa que nos den, aunque de verdad, salga de nuestras costillas. Ser libres de la manera que cualquier pueblo aspira a ello, se llame como se llame el titulo que le pongan al convenio. En un mundo nuevo, como el que se está gestando ya no es importante estar casados, lo de verdad relevante, es respetarnos. Y a nosotros respeto nos ha faltado, mucho. Hasta de nosotros mismos.

Hasta el Rey de la primera colonia, de la que, con orgullo, llevamos este bello idioma, que hemos defendido como nadie. Viene a visitarnos y se concede el derecho de insultarnos, y no existe un embajador que exija respeto. Su desconocimiento es de tal magnitud, que cambio la geografía, la lengua, las estadísticas y todo quedo en nada. En honor a la verdad, no todo, muchos que no son políticos, los hombres y mujeres de letras, alzaron su voz. Y gracias a las redes muchos protestaron, por el atropello. La culpa es huérfana. La responsabilidad, es de ellos y nuestra. Nadie te pisa y te hace creer que te acaricia, si no lo permites.