Difícil escribir más sobre la importancia que tuvo y tiene en Cuba el desarrollo de la agricultura urbana. Hija del ‘periodo especial’ que ‘cayó’ sobre el pueblo cubano a partir del derrumbe de la Unión Soviética hace dos décadas, la agricultura urbana ha sido crucial en la manera en que los cubanos han ‘resuelto’. Llamada por algunos una revolución dentro de la revolución, la agricultura urbana en la Habana ha profundizado las nociones y prácticas de lo comunal-comunitario, la autogestión, la democratización de saberes y la alimentación.
Servicios a domicilio o intermediarios que distribuyen éstos productos agrícolas también son parte importante de ‘otras’ economías enfocadas en estilos de vida más ‘holísticos’ y comprometidos con intercambios más justos y ecológicos. De estos, El Departamento de La Comida y Agroexpress son los más sonados. El alcance de las iniciativas locales para el desarrollo de impactos a escala urbana y para informar o forzar políticas públicas que las incentiven es, por ahora, mínimo. Traerlos al debate dentro de revistas académicas y profesionales, conferencias y otros foros que pueden influir en esferas de gobernanza es crucial. El debate y la lucha política por cotidianidades más solidarias y participativas que recreen la ciudad pasa por estas publicaciones.
Los huertos urbanos son proyectos de movilización comunitaria-ciudadana que nos dirigen hacia caminos de autogestión, de soberanías prácticas y vitales – cotidianas y encarnadas. Tanto ‘la tierra’, el ‘trabajo’, la ‘propiedad’, el cuerpo, la alimentación-nutrición, la ‘salud’, la ‘comunidad’, ‘la ciudad’, como la ‘economía’, son rearticuladas e interpretadas desde nuevas perspectivas. Más aún se si tratan de huertos urbanos en lotes ‘vacíos’, abandonados, fruto de la especulación inmueble. En ese proceso los solares y lotes dejan de estar baldíos o tener dueños privados para convertirse en lugares comunitarios, de convivencias que se materializan en el día a día. Rescatando terrenos urbanos se va creando ciudadanías y espacios de lo común. Ante el abandono sistemático del capital inmueble, la apropiación de lotes vacíos para la producción alimentaria de forma cooperativa y participativa es un paso firme hacia micro-políticas de soberanía alimentaria y comunitaria.
De esto sabe Detroit, ciudad que carga el estigma del abandono, el crimen y la pobreza, producidos por el desmantelamiento de la industria automotriz a principios de la década de los 90’s. Víctima de la emigración de las industrias y corporaciones transnacionales en búsqueda de mano de obra barata y dócil, y de incentivos de todo tipo por los gobiernos anfitriones, los ‘desalariados’ residentes que no pudieron ‘escapar’ de la desertificación de la ciudad, en su mayoría afro-estadounidenses pobres, no se insertaron en la lógica mercantil del empresarismo individualista. En vez, se organizaron y, colectivamente, se apropiaron de lotes abandonados, frutos de la especulación inmueble. Así la propiedad privada era desplazada por el valor de uso que comunidades organizadas le otorgaban a los nuevos huertos, granjas, y jardines comunitarios.
Hoy, la otrora cuna del automóvil es líder en agricultura urbana. Detroit es ejemplo para las demás ciudades de los E.E.U.U. que buscan desesperados cómo ‘salir’ de la crisis. Cuando la recesión-depresión que nos azota comenzó de manera oficial en el 2008, ya los habitantes de Detroit tenían cooperativas, mercados orgánicos, huertos comunitarios y toda una red solidaria posibilitada por el desarrollo de la agricultura urbana. Detroit es centro de discusión en círculos académicos y profesionales que trabajan con temas tan diversos e interrelacionados como la huella ecológica, cambio climático, valor de la tierra, desarrollo comunitario, participación ciudadana, economías de escala y diseño ambiental.
Reconocer a la Habana y a Detroit, y las instancias cotidianas que van más allá del intercambio y deseo mercantil, nos permite inspirarnos a caminar y crear juntos. Así otra ciudad se revela como creación colectiva y no como maquetas de concreto habitadas por empleados y consumidores.