Lucha obrera, represión y el Partido Nacionalista en la década de 1930 (Primera parte)

Caribe Hoy

[Nota editorial: ponencia presentada por el autor, en ocasión de una exposición visual sobre el tema bajo discusión. Para fines de publicación se editó y dividió en dos partes la ponencia].

Introducción

Saludos a todos los compañeros y compañeras presentes. Nos reunimos en esta ocasión para rendir tributo a la memoria de los héroes y mártires del Partido Nacionalista de Puerto Rico-Movimiento Libertador, en el marco de la Exposición titulada 1936: Los juicios contra Albizu y el liderato nacionalista.

Al rendir este homenaje, lo hacemos en el sentido que nos expresara Don Pedro Albizu Campos; es decir no para rescatar el “culto a los muertos”, sino por el contrario, para afirmar el “culto a la inmortalidad, que en la tierra la simbolizan las veneradas cenizas de nuestros antepasados.”

En ocasiones aquellos que luchamos por la independencia de Puerto Rico pretendemos evaluar ciertos sucesos que han impactado nuestra vida como pueblo como una sencilla recopilación de datos; como fechas de alguna importancia en el calendario de la lucha por la independencia; como una apología en torno a sus actores principales en la cual la historia se transforma en cronología de la vida de ciertas personalidades heroicas, todo ello desligado del contexto dentro del cual tales sucesos ocurren, tales actores se desenvuelven, o sencillamente, tales circunstancias se producen. Se trata del examen equivocado de la historia, vista ésta como un sencillo proceso de acumulación de datos, y no como fuente de conocimiento, enseñanza y reflexión sobre los sucesos acaecidos y su importancia para nuestro desarrollo personal y colectivo de cara al futuro.

Pretendiendo aportar nuevos elementos en el estudio de este período tan importante en nuestra historia, me he propuesto rescatar y compartir con ustedes elementos que no suelen desarrollarse como tema de discusión en ocasiones como la presente. De hecho, no ha faltado quien sobre la base del desconocimiento de los datos que me propongo compartir con ustedes, haya afirmado que las limitaciones del movimiento libertador en Puerto Rico durante la década de 1930, estuviera abonado por la desvinculación del movimiento nacionalista con las luchas de los trabajadores.

Durante el quinquenio de los años 1932 a 1937 se establecieron por parte del Gobierno de los Estados Unidos en Puerto Rico las bases para evitar que el movimiento político por la independencia de nuestro país, de manera orgánica y masiva, se insertara en la lucha de las masas trabajadoras por alcanzar importantes reivindicaciones económicas y sociales. Un movimiento político con tal vinculación social, hubiera tenido el potencial de echar por la borda el marco de las relaciones políticas coloniales prevalecientes en Puerto Rico.

Esta reflexión que nos proponemos compartir con ustedes no pretende ser un análisis acabado de la valoración histórica y política de los sucesos que anteceden, bordean o se desarrollan en la lucha por la independencia de Puerto Rico durante los años treinta del pasado siglo y su vinculación con la lucha de los trabajadores. Intenta, sin embargo, aportar unos elementos objetivos, otros meramente circunstanciales, que deberán en algún momento estar sujetos a un examen con mayor rigor, sobre las condiciones políticas y económicas del período histórico dentro del cual ocurrieron tales sucesos y su vigencia con aquellas luchas aún presentes en nuestros tiempos.

El Partido Nacionalista de Puerto Rico y el movimiento de los trabajadores

El Partido Nacionalista de Puerto Rico se funda mediante asamblea constituyente efectuada con tal propósito el 17 de septiembre de 1922 en el pueblo de Río Piedras. A la fecha de la fundación de este partido, Pedro Albizu Campos formaba parte del Partido Unión de Puerto Rico. Es el 12 de mayo de 1924 cuando Albizu decide ingresar el Partido Nacionalista.

Durante la conmemoración del natalicio de José de Diego el 16 de abril de 1925 y mientras consumía su turno como orador quien fuera el primer Presidente que tuvo el Partido Nacionalista, éste dirigió su saludo a la bandera de Estados Unidos como bandera que representa “la libertad y la primera república de América”. Al corresponderle su turno en la tarima, Albizu Campos, sin embargo, no saludó la bandera de Estados Unidos. Por el contrario, se expresó indicando que en Puerto Rico esa bandera representa “la piratería y el pillaje”; “que ese pabellón fue izado sobre las espaldas de los negros norteamericanos y sigue siendo sostenido por la esclavitud de esos mismos infelices y de los inmigrantes explotados de Europa y actualmente es símbolo luctuoso para la humanidad entera.”

Es este discurso donde Albizu recurre a la expresión de que al nacionalismo le asiste el derecho de la revolución si es necesario. Se planteaban así dos visiones sobre el proceso político de lucha por la independencia; dos visiones sobre la organización política necesaria para encausar la lucha de independencia hacia su objetivo final: la plena soberanía política. Se trató de un punto de ruptura histórico, definitorio, sobre el accionar nacionalista en Puerto Rico.

El 6 de septiembre de 1925 Albizu Campos pasa a ser electo Primer Vice Presidente del Partido Nacionalista. Luego, a partir del 20 de junio de 1927, iniciará su gira por el Caribe y América del Sur de donde regresa a Puerto Rico el 4 de enero de 1930.

Albizu regresa a un Puerto Rico profundamente deprimido tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista espiritual. La realidad que vivía Puerto Rico entonces, no era muy distinta a aquella que nos describiera Eugenio María de Hostos el 30 de octubre de 1898 en su discurso titulado El propósito social de la Liga de Patriotas, al indicar:

“...La población está pauperizada: la miseria fisiológica y la miseria económica se dan la mano; el paludismo que amomia al individuo está momificando a la sociedad entera; estos tristes esqueletos semovientes que la bajura y la altura atestiguan que el régimen de reconcentración fue sistemático en el coloniaje; esa infancia enclenque; esa adolescencia pechihundida, esa juventud ajada, esa virilidad enfermiza; esa vejez anticipada; en suma esa debilidad individual y social que está a la vista, me parece que hace incapaz de ayuda a sí mismo a nuestro pueblo.”

Como hoy, cuando Albizu regresa a Puerto Rico, los partidos políticos mantenían al país dividido en tribus que se disputaban de tiempo en tiempo cómo administrar la colonia. Fragmentada la conciencia nacional de los puertorriqueños, Albizu Campos se plantea hacer valer su credo de que el nacionalismo es la patria organizada para el rescate de su soberanía.

Durante las décadas anteriores, la dirección del movimiento de los trabajadores, de los agricultores y de los desempleados había estado en alguna medida monopolizado por la Federación Libre de Trabajadores y el Partido Socialista, el cual era un partido de orientación anexionista. Como nos indica el profesor Gervasio García, “los trabajadores puertorriqueños mostraron gran admiración por el desarrollo económico y las instituciones políticas y educativas de los Estados Unidos y aceptaron de buen grado la nueva dominación. Sin derramar una lágrima por el antiguo régimen español– símbolo para muchos de siglos de ignorancia y servidumbre– los obreros albergaron la esperanza de que – en palabras de unos tabaqueros de Cayey– ‘al pertenecer a una nación tan poderosa cambiaría la suerte del trabajador honesto.”

La Federación Regional de Trabajadores, fundada por Santiago Iglesias Pantín el 23 de octubre de 1898, ya a la altura del 18 de julio de 1899 se había transformado en Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico, afiliada a su homóloga en Estados Unidos, la American Federation of Labor. El Partido Socialista, producto de este esfuerzo obrero, propulsaría un programa reivindicativo para los trabajadores, aunque desde el punto de vista político, defendería la anexión territorial de Puerto Rico dentro de la federación norteamericana.

La Invasión de Estados Unidos en 1898 supuso inicialmente la entronización del modo de producción capitalista, fundamentalmente en la agricultura. Esto desató intensos procesos de lucha de ese nuevo proletariado agrícola contra los grandes capitales azucareros. Sin embargo, esas luchas emergentes no se inscribieron como parte de la lucha nacional-colonial de los trabajadores puertorriqueños contra el dominio del nuevo poder imperialista. Por el contrario, dentro de un abierto proceso de integración y anexión al que nos vimos sometidos por parte de Estados Unidos, los trabajadores y sus organizaciones, las políticas y las sindicales, a la par que desarrollan sus luchas económicas y reivindicativas frente a los llamados pulpos económicos, se unían simultáneamente con estos intereses capitalistas, sobre todo los del sector azucarero, en un proyecto de estadidad federada.

Contradictoriamente, sin embargo, aquellos que fueron desplazados por el capital norteamericano a raíz de la Invasión, y que antes representaban los intereses económicos de los hacendados, fueron los mismos que pasarían bajo el nuevo régimen a ser los opositores a la asimilación cultural y a la anexión política del país.”

Mientras en las elecciones de 1917, las primeras bajo la Ley Jones, el Partido Socialista concurrió a las urnas obteniendo 24,468 votos, lo cual era poco menos del 10% del electorado registrado en 1916 y su dirigente máximo era electo al Senado por acumulación, en las elecciones de 1924 su número de electores era de 34,576. A la altura del año anterior, en el censo de la Federación Libre de los Trabajadores, el número de afiliados era de 31 mil trabajadores.

En su Convención General de 1923 el Partido Socialista, que se había resistido desde 1917 a entrar en una alianza electoral con el Partido Republicano, deja la puerta abierta a tal posibilidad. El profesor Gervasio García nos describe este cuadro en la manera siguiente:

“El Partido Unión, que había logrado sólo escasa mayoría absoluta en las elecciones de 1920 (51.5% del sufragio) temía que se concretizara la coalición Republicano-Socialista. Por otro lado, el Partido Republicano, aunque veía un en un pacto la única forma para lograr la victoria electoral que no experimentaba desde 1902, sentía amenaza obrera a nivel económico y temía por la revolución de las masas’. Ante este cuadro socio-político, el liderato máximo de ambos partidos anunció la formación de la Alianza Puertorriqueña en 1924. Los tradicionales rivales se unían frente al ‘fantasma rojo’. Esta Alianza fue fomentada por Washington, que estaba alarmado por la creciente ola huelgaria.”

El 24 de abril de 1924 Albizu le escribe a Antonio R. Barceló, quien entonces era el Presidente del Senado y quien fue el propulsor de la idea de la “Alianza Puertorriqueña”, contestando una invitación hecha. Barceló le convida, como Presidente del Partido Nacionalista, a unirse en un esfuerzo común en su propuesta junto al Partido Socialista y en conjunto recabar de todos los partidos en la Legislatura la aprobación de “una Resolución Conjunta solicitando del Congreso de Estados Unidos que convoque al pueblo de Puerto Rico a una convención constituyente”. En su carta, en lo referente al programa económico, Albizu Campos le propuso a Barceló: (a) retrotraer nuestras tierras a manos puertorriqueñas; (b) industrialización del país; (c) el desarrollo de la vida marítima y comercial para hacer a Puerto Rico un país esencialmente marítimo; (d) levantar el nivel de vida de los trabajadores. La invitación hecha por Albizu Campos no encontró eco en Barceló.

Un mes más tarde, el 12 de mayo Albizu Campos indicará, ya como resultado de la Alianza formalizada entre el Partido Unionista y el Partido Republicano, donde se plantea como nuevo “objetivo” de dichos partidos la búsqueda de la “soberanía dentro de la soberanía”, lo siguiente:

“La debatida frase ‘soberanía dentro de la soberanía, nos dicen unos quiere decir el ‘estado’ federal y otros de que quiere decir estado libre asociado. Los autores de ella ofrecen interpretaciones que constituyen una antítesis. Lleva en sí la muerte. Por supuesto, no puede referirse al ‘estado’ federal, porque éste no es ni estado ni soberano. Es una mera provincia de la nación americana. Como la otra interpretación es tan contraria a ésta, llegamos a la conclusión que la frase no quiere decir nada.

Es un velo para encubrir el coloniaje que quiere implantarse con el consentimiento de los hombres en quien depositamos nuestra confianza.”

Nótese con interés cómo desde entonces, Albizu Campos se refiere al término “estado libre asociado”, como una instancia de relación colonial inaceptable.

La década de 1930 es recibida con los efectos acumulados de la caída en la Bolsa de Valores, ocurrida en Nueva York en octubre de 1929, lo que había venido a rematar el estado de crisis en la cual se había sub sumido el país como resultado de los destrozos a la economía e infraestructura existente como resultado el Huracán San Felipe de 13 de septiembre de 1928. Un dato que nos ayuda a comprender el impacto de este Huracán sobre nuestro país es el siguiente: mientras el presupuesto de Puerto Rico era de $12 millones, los daños materiales ocasionados fueron de $85.3 millones, es decir, siete veces mayores que el presupuesto.

Los renglones económicos principales en los cuales descansaba la producción agrícola como eran el café, el azúcar y el tabaco reflejaban, a su vez, las siguientes pérdidas: en el café, el 44% de los árboles de café y el 59% de los árboles de sombra, con una pérdida del 80 al 90 por ciento de la cosecha, equivalente a su vez a $8.7 millones. En el azúcar, la cosecha se perdió en un 32%, equivalente a $17.3 millones; y en el tabaco, las pérdidas fueron estimadas en $1.9 millones. Esta situación se vería gravada una vez más como resultado del Huracán San Ciprián, que golpearía a nuestra Isla en 1932.

Otros datos que refuerzan este cuadro se relacionan con el ingreso per cápita. Mientras en 1902 había alcanzado $116.00, ya en 1933 era de $82.00. Aún diez años después, en 1939, dicho ingreso apenas alcanzaba $107.00. Al comienzo de 1930 el analfabetismo, a pesar de los modestos progresos habidos, se mantenía en un 41.4%; el 68.1% de los niños en edad escolar no asistían a clases; y el 80.6% de la población no hablaba inglés. En cuanto al desempleo, para 1927, en un Informe rendido por el Gobernador Towner, se informaba era de 60%.

Electo Albizu Campos Presidente del Partido Nacionalista, en la Asamblea General del Partido efectuada en el Ateneo el 13 de mayo de 1930 el tema de los trabajadores y sus luchas es abordado. A tales efectos en un manifiesto emitido se indica:

“Libremos al obrero inmediatamente del caudillaje del obrerismo desorientado de origen yanqui, que, bajo la sugestiva denominación de socialista, pero sin definición política alguna, y, por tanto, los más hábiles y eficaces defensores del coloniaje, lo han hecho portador de la bandera norteamericana, bajo cuya sombra impera este coloniaje que nos ha convertido en esclavos de las corporaciones y empresas norteamericanas.”

A partir de dicho manifiesto, el Partido Nacionalista plantea, como primer punto en su programa económico, el siguiente propósito o aspiración:

“Organizará a los obreros para que puedan recabar de los intereses extranjeros o invasores la participación en las ganancias a que tienen derecho, asumiendo su dirección inmediata, poniendo hombres de talla, responsabilidad y patriotismo para dirigirlos.”

Establecida la anterior premisa, toma un giro distinto en el seno del Partido Nacionalista de Puerto Rico los conceptos en torno al desarrollo de la lucha por la independencia y al desarrollo de la lucha por las conquistas de los trabajadores. Queda así establecido en su Programa la formulación de una línea de trabajo en la cual ambas luchas, la política y la económica, se conciben vinculadas y entrelazadas una de la otra como parte de una lucha común en la lucha de independencia. En los movimientos sociales más trascendentales de esa época en las cuales estuvo involucrado la clase trabajadora y el pueblo en general, el nacionalismo contrario a algunos señalamientos, no estuvo ausente.

Nos dice la compañera Marisa Rosado, al respecto:

“Albizu Campos con su incesante prédica generó una serie de movimientos huelgarios contra el abuso de las compañías gasolineras. Los carros públicos se paralizaron y una huelga general contra el alto costo de la gasolina amenazó por primera vez el monopolio gasolinero.

Más tarde surgió un movimiento de protesta contra el alza en el precio del pan. Albizu también alertó al pueblo de que el precio del pan era excesivamente alto y que su calidad era pésima debido a que para su elaboración se enviaba harina de segunda clase...”

Más adelante, refiriéndose a la situación existente en la industria del azúcar y la vinculación del Partido Nacionalista de Puerto Rico con la lucha que libraban los trabajadores, Rosado nos indica:

“En enero de 1934 los trabajadores de la Caña de la Central Fajardo declaran huelga por mejores salarios y en rechazo al Convenio Colectivo firmado entre los líderes de la Federación Libre (Partido Socialista) y los azucareros. El liderato obrero ocupaba en ese momento posiciones en el gobierno colonial, hecho que le impedía representar a los obreros en forma adecuada, por ser ellos mismos parte de la clase dominante. Esta huelga iba dirigida no a los patronos, sino contra el propio liderato obrero que los había traicionado firmando un contrato muy por debajo de sus aspiraciones.”

Esta afirmación tiende a coincidir con aquella que expresa el taller de Formación Política en su libro Huelga en la Caña: 1933-34:

“La participación del nacionalismo– que era el único movimiento claramente anti-imperialista de la isla– en el seno de la propia protesta obrera, creaba una situación explosiva que ponía en serias dificultades al gobierno. La huelga había nacido desde las entrañas mismas de las masas proletarias. Y desde esas mismas entrañas había surgido el llamado al dirigente máximo del nacionalismo.”

Ese mismo mes de enero, específicamente el día 12, el Partido Nacionalista funda en Guayama durante una manifestación obrera a la cual concurrieron unos 6 mil trabajadores, la Asociación de Trabajadores Puertorriqueños (ATP). Pasó a presidir la misma el Doctor Eugenio Vera. Capítulos adicionales de la ATP se fueron organizando en diferentes asambleas convocadas por trabajadores de Fajardo, Yabucoa, Luquillo, Canóvanas y Guánica, a las cuales asistían miles de trabajadores reclamando en la dirección del conflicto a Albizu Campos. La ATP expresaba en sus estatutos que su finalidad era:

“1. Organizar a todos los trabajadores en una organización genuinamente portorriqueña capaz y en condiciones de hacer valer los derechos de todos y cada uno de sus asociados; 2. defender los intereses de todos y cada uno de los trabajadores de Puerto Rico en sus luchas contra la fuerza del capitalismo y contra cualquier fuerza que ilegal e inhumanamente le respalde en detrimento del obrero y de sus derechos a vivir una vida decorosa y decente mediante el recibo de un jornal adecuado por sus labores; 3. cualquiera otros fines análogos a los ya enumerados y no incompatibles con ellos y con el espíritu de esta asociación.”

Indica el Taller de Formación Política en su libro La cuestión Nacional: El Partido Nacionalista y el movimiento obrero puertorriqueño (aspectos de las luchas económicas y políticas de la década de 1930-40):

“El nacionalismo no pretendía controlar el movimiento obrero, como tampoco, temía a la movilización independiente de los trabajadores. Confiaba que el obrero consciente y dispuesto a defenderse comprendería que el imperialismo era su enemigo. Después de identificar a su enemigo el obrero actuaría por su propia iniciativa, complementando la lucha nacional.”

Más adelante, en el Capítulo XIII, titulado ¿Por qué no se vincularon sólidamente el nacionalismo y el movimiento obrero?, nos indica a la página 152 lo siguiente:

“La organización de los trabajadores en lucha por sus intereses históricos y la formación de una organización rebelde eran dos tareas que el nacionalismo no veía en términos conflictivos. Si el liderato nacionalista estuvo dispuesto a participar de la gran huelga de 1934, lo hacía porque era coherente con su ideología. A su vez, los obreros pidieron a Albizu que participara en la huelga y en su sentido más profundo querían que sustituyera el liderato obrero. Este es el significado histórico de los telegramas de cientos de obreros, dirigidos por Albizu en los primeros meses de 1934...”

Si bien para el “Taller de Formación Política”, no se trababa de una aproximación clasista que postulara un programa anti capitalista, la vinculación del movimiento nacionalista con las luchas obreras le imprimían a esta última un potencial anti imperialista. Esto, unido a la posibilidad del desarrollo de un proletariado industrial en el curso de una revolución democrática, el cual era capaz de proyectar e impulsar esas luchas en forma ininterrumpida hacia el socialismo.

Para entender la perspectiva de Albizu al asumir la responsabilidad por la dirección del proceso huelgario es pertinente examinar varias de sus expresiones en diversos artículos que figuran recopilados en el Tomo II de sus Obras Escogidas.

En su artículo La Huelga Agrícola Albizu Campos indica que no debía extrañar a nadie que los trabajadores optaran por organizarse corporativamente. De esa manera, señala, nadie tendría que hablar a nombre de ellos. Si los profesionales, empleados gubernamentales, industriales y otros se organizaban, por qué entonces los trabajadores no habrían de hacerlo. De acuerdo al Albizu Campos que asume las riendas de dicho proceso huelgario, los trabajadores “son el verdadero poder y la verdadera fuente de riqueza que tiene la patria”. Identificando al gobierno colonial como un gobierno “rompe huelga” que está al servicio de los intereses yanquis; es decir, como capataz de las empresas del capital estadounidense en Puerto Rico. Albizu vinculaba directamente la situación del pueblo y la de los trabajadores con la dominación y dependencia colonial.1

Finalmente, Albizu Campos, en otro escrito de fecha 19 de enero de 1934, publicado en el periódico El Mundo a la página 6, el cual figura también recogido en sus Obras Escogidas, indicaba lo siguiente:

“... lo único que puede salvar al obrero de la explotación capitalista es la implantación de un respetable salario mínimo y de menos horas de trabajo en virtud de ley.”

Recordemos que aquella gran huelga tenía como aspectos reivindicativos principales los siguientes: (a) el repudio a la implantación de salarios más bajos; (b) el reclamo de una verdadera participación de los trabajadores en la riqueza que estos producían; es decir, una mejor redistribución de la riqueza; (c ) aumentos salariales y el rechazo de la influencia e injerencia del capital estadounidense en el gobierno colonial; (d) el rechazo al uso de “tickets” o vales por parte de las centrales azucareras como instrumento en sustitución del pago en efectivo de los salarios de los obreros.

Indica una vez más el “Taller de Formación Política” en sus investigaciones recogidas en el libro ¡Huelga en la Caña! 1933-34, señala:

“Albizu no venía a romper la huelga. Venía a insuflarle energía a un proceso desorganizado que se batía en múltiples frentes, sin dirección, y que ya daba muestras de agotamiento en algunas regiones, mientras se extinguía en otras.”

Probablemente, sin embargo, donde queda ilustrado de manera más diáfana el impacto que tuvo la participación de Albizu en la Huelga Cañera, fue en las declaraciones periodísticas, aparecidas en el periódico El Imparcial, donde se indicaba lo siguiente:

“La entrada de Albizu Campos en la lucha proletaria señala un cambio trascendental en el temperamento de los huelguistas y amenaza seriamente la existencia de la subsidiaria local de la American Federation of Labor. Al entrar en el campo obrero el líder nacionalista, se inicia una consolidación de los elementos izquierdistas del Socialismo y de todos aquellos grupos que, no siendo radicales, estiman, sin embargo, que sería saludable nacionalizar el obrerismo puertorriqueño con vistas a intensificar la lucha contra el dominio que ejercen en el país las corporaciones norteamericanas.

...La opinión general es que, si Albizu se hace cargo de la reorganización de la huelga y pone frente a la misma, junto a los líderes que aún están firmes, a los propagandistas del nacionalismo, la huelga continuará y asumirá las proporciones de un verdadero conflicto. El Partido Nacionalista cree en la lucha de clases y tiene tendencias de renovación social de acuerdo con su credo político. Además, favorece la resistencia militante en cualquier forma efectiva contra el Gobierno.”

Esta afirmación, en nada difería de aquella expresada por un sector disidente dentro del Partido Socialista, disidente respecto a la huelga, aunque no disidente respecto a su identificación con el Partido propiamente. Este sector, auto denominado “Afirmación Socialista”, indicaba en un Manifiesto publicado el día 15 de enero de 1934:

“Al entrar en el campo obrero el líder nacionalista, se inicia una consolidación de los elementos izquierdistas del Socialismo y de todos aquellos grupos que, no siendo radicales, estiman sin embargo, que sería saludable nacionalizar al obrerismo puertorriqueño con vistas a intensificar la lucha contra el dominio que ejercen en el país las corporaciones norteamericanas.”

Ramón Medina Ramírez, por su parte, nos indica al respecto:

“En 1934, la población agrícola, esclavizada con jornales de hambre en los enormes latifundios cañeros, se levanta en huelga general. Albizu

Campos es llamado urgentemente por los trabajadores para que les dirija nuevamente. Los trabajadores rechazan en esta ocasión la intervención solapada de los líderes socialistas, entregados hace ya mucho tiempo al capitalismo explotador.”

Más adelante indica que “cada discurso de Albizu Campos– en referencia a su participación en la Huelga– es un incentivo de fervor revolucionario contra el poder ilegal impuesto por los Estados Unidos.”

Juan Antonio Corretjer, señala que el programa del Partido Nacionalista aprobado en 1930 demuestra de principio a fin la conciencia que tenía Albizu en relación a la importancia que representaba para la lucha anti colonial precisamente ésa lucha reivindicativa de los trabajadores. Al respecto indica:

“Todas las grandes cuestiones sociales empiezan por plantear un problema filosófico que finalmente se resuelve en el campo de batalla.”

Eso era lo que precisamente implicaba en aquel momento para Estados Unidos, desde la perspectiva de la propuesta del nacionalismo albizuista, la participación de dicho sector político en el conflicto huelgario contra los dueños de las centrales azucareras yanquis; contra los intereses económicos imperialistas en Puerto Rico; y contra la dominación de Estados Unidos sobre nuestro país: un conflicto que solo podría encontrar solución en el campo de batalla de los intereses nacionales del capital absentista y aquellos de los trabajadores y trabajadoras puertorriqueños enmarcados dentro de un reclamo de independencia y soberanía política.

En aquel momento la población de Puerto Rico era apenas de dos millones de personas de las cuales 137 mil eran trabajadores empleados en las fases agrícola y fabril de la industria del azúcar. Como indica Corretjer, “en una población de menos de dos millones, algunos 700 mil puertorriqueños dependían de la agricultura y elaboración fabril del producto.” Más adelante, a la página 26, nos indica:

“El llamamiento hecho por los trabajadores a Albizu Campos para que liderara la huelga alertó al imperialismo que la organización de los trabajadores agrícolas de la principal explotación del país ya no podía ser diferida. Era probable que esa organización se hiciera con una orientación independentista, anti imperialista quizás.”

Las coordenadas, estaban delimitadas. Independientemente de cualquier apreciación sobre el carácter de clase pequeño burgués que se atribuya al movimiento nacionalista en ese momento, la vinculación de la reivindicación nacional de la independencia, la soberanía y la libertad política con una clase social como la clase trabajadora, vinculada a un reclamo social y económico que empalmara con el reclamo político de tal libertad, soberanía e independencia, comprometía el proyecto colonial e imperialista de Estados Unidos en Puerto Rico. Es a partir de tal experiencia que Estados Unidos redefine sus planes de dominación política en Puerto Rico.

Dentro del contexto del desarrollo de la huelga Albizu compareció a una tribuna en Guánica y encontró la misma rodeada de policías, supervisados personalmente por el Coronel a cargo de la Policía de Puerto Rico, Francis E. Riggs. El propósito era impedir que los trabajadores pudieran acercarse a la tarima. En dicha ocasión, Albizu lanzó una severa advertencia a la Policía cuando indicó que “si por las balas de la policía muere un obrero, morirá el gobernador Winship. Y si por las balas de la policía muere un trabajador, morirá Riggs”. Finalizó indicando: “Si aquí suena un tiro, matamos al gobernador inmediatamente.”

Se indica que a partir de ese momento se elaboraron dos opciones para manejar al nacionalismo: sobornarle como organización o destruirle como organización. Paralelo con este propósito, comienza a llegar a Puerto Rico el resultado de unas recomendaciones económicas que bajo la política del Nuevo Trato se extenderían a Puerto Rico vía transferencias federales; se intensifica la labor de sobornar dirigentes dentro del Partido Nacionalista que solicitaran, primero la destitución de Albizu y luego, en el caso de algunos de éstos, plantear la eliminación física de Albizu Campos. Riggs levantó como consigna “Guerra, guerra, guerra al nacionalismo”.

 

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