Lucha obrera, represión y el Partido Nacionalista en la década de 1930 (Segunda parte)

Caribe Hoy

[Nota editorial: ponencia presentada por el autor, en ocasión de una exposición visual sobre el tema bajo discusión. Para fines de publicación se editó y dividió en dos partes la ponencia].

El Nacionalismo en la antesala de 1935

Se ha indicado que entre el 1932 y 1935 el Partido Nacionalista atravesaba una fuerte crisis interna en su liderato relacionada con los estilos de dirección al interior de dicho partido y los reclamos de algunos sectores sobre la ausencia de democracia interna y los procesos de toma de decisiones. Tal crisis, sin embargo, no impidió el reclamo de los trabajadores del azúcar de que Albizu Campos asumiera la dirección del movimiento huelgario.

Entre los funcionarios del Partido Nacionalista que estaban involucrados en la lucha interna que se había desatado se encontraba Contralor Ramón S. Pagán; Águedo Ramos Medina, Tesorero y José Lameiro, Secretario General. Se indica que diferencias entre éstos y Albizu habían llevado a la separación de los puestos que ocupaban. Hubo un debate generalizado que trascendió la discusión interna colocándose el debate en los periódicos de la época. Es en medio del desarrollo de esta agria disputa, como comienza a articularse por el Gobierno de Estados Unidos el crimen que culminaría en la Masacre de Río Piedras.

Ramón S. Pagán era un masón que pertenecía a la Logia Patria. Como indicamos, además, era el Contralor del Partido Nacionalista de Puerto Rico por lo que, a su vez, formaba parte de la Junta Nacional de dicho Partido. De acuerdo con los documentos que obran en Obras Escogidas, Tomo II:

“A principios del mes de agosto de este año recibió la suprema dirección del Nacionalismo confidencias de los centros del propio poder enemigo, y las cuales revelaban el propósito firme del gobierno yanqui de hacer asesinar con cualquier pretexto a los directores del Partido Nacionalista de Puerto Rico y por supuesto a su presidente. La táctica a seguir era el soborno de elementos en el seno del Partido Nacionalista que gozaran de la confianza de nuestra suprema dirección.

El gobierno interventor habrá de apoyar por todos los medios incluyendo la publicidad una campaña contra nuestra suprema dirección con el fin de debilitar la resistencia moral nacionalista y así desarrollar una necesaria indiferencia nacional en el momento de la realización del asesinato.

Don Ramón S. Pagán fue uno de los hombres que corroboró la existencia de ese plan que venía dirigido por la policía secreta yanqui en Puerto Rico.”

Un examen de diferentes testimonios recopilados por el Partido Nacionalista en su Informe de 30 de octubre de 1935 sobre los sucesos, el cual figura en las Obras Escogidas bajo el título La Masacre de Río Piedras: Declaración de la Junta Nacional, refleja los siguientes elementos:

a) El 10 de octubre de 1935, a invitación del Círculo Cervantes de la Universidad de Puerto Rico, Albizu Campos dictó una conferencia la cual fue recibida con gran apoyo y simpatía por parte de los asistentes. El día 20 de octubre, en Maunabo, Albizu dio otro discurso, el cual fue transmitido por radio al país con igual aceptación.

b) Luego del discurso pronunciado por Albizu en la UPR, varios estudiantes vinculados a funcionarios de la institución y del Gobierno de Puerto Rico comenzaron a recoger firmas para una asamblea. Pretendían la censura al discurso de Albizu, donde este había acusado a la escuela estadounidense en Puerto Rico de ser formadora de “traidores, cobardes y afeminados que sirven de buenos instrumentos al imperio norteamericano”. Con tal propósito, se propuso una Asamblea para tener efecto el 23 de octubre de 1935, la cual fue inicialmente pospuesta para el día 24 a las 9:00 a.m., y luego para las 11:00 a.m.

c) El día en que se llevaría a cabo la Asamblea se introdujeron en el recinto universitario policías vestidos de civil que serían introducidos en el salón de la Asamblea, mientras se mantenía una fuerza uniformada armada dentro de la Universidad; se custodiaban tanto los accesos a la Universidad como al pueblo de Río Piedras para impedir la entrada de nacionalistas que pudieran venir en auxilio de los estudiantes nacionalistas. Se indica que el plan diseñado contaba con la autorización del Gobernador Winship, del Coronel Riggs, del “Attorney General” Lcdo. Benigno Fernández García, cuyo hijo era uno de los organizadores del recogido de firmas y solicitud de Asamblea, y del Sr. Chardón, Canciller de la Universidad.

d) El día de los hechos el nacionalista Ramón S. Pagán conducía un vehículo en dirección contraria a la Universidad. En su vehículo viajaban como pasajeros Eduardo Rodríguez Vega, Pedro Quiñones y Dionisio Pearson. Mientras conducía a poca velocidad el cabo de la Policía Pérez saltó frente a él, le detuvo y exigió que le mostrara su licencia. Pagán fue detenido por la Policía encontrándose su vehículo en dirección hacia el Sur como a un kilómetro de la Universidad por la Calle Braumbaugh. Al ser detenido y no presentar su licencia, se le instruyó que guiara hacia el Cuartel de la Policía. En su auto, en los estribos, se acomodaron dos policías, uno a cada lado. Detrás de ellos se colocó un auto escolta de la Policía. Mientras avanzaba, entre la Calle Arzuaga y De Diego, se le disparó a Pagán en el pecho. La Policía que les seguía en otro auto abrió fuego sobre el vehículo resultando Pedro Quiñones y Dionisio Pearson acribillados por las balas, falleciendo Quiñones y quedando herido Pearson. Otra persona que no estaba en el grupo, de nombre Juan Muñoz Jiménez, falleció también por disparos de la Policía. Un nacionalista de nombre José Santiago Barea, que se encontraba en el área, al observar lo ocurrido, abrió fuego con su arma contra la Policía. Al acabársele las balas levantó los brazos solo para ser fusilado en el acto por oficiales de la Policía una vez se había entregado.

e) Consumado los hechos, se pretendió dar inicio a los trabajos de la Asamblea en el Recinto de manera que se provocara el incidente que justificaría los asesinatos. La dirección de la Federación de Estudiantes Nacionalistas Puertorriqueños, presidida por Juan Juarbe, no respondió a las provocaciones.

f) En su Declaración el Partido Nacionalista expresó lo siguiente:

“Por supuesto, tales crímenes no quedarán impunes. La patria vengará el asesinato de sus héroes Pagán, Quiñones, Rodríguez Vega y Santiago.

El Jefe yanqui de la policía, Coronel Riggs ha declarado a la Nación que “Habrá guerra, guerra y guerra”. Así consta en La Democracia. El Nacionalismo reconoce su franqueza y recoge el guante: Habrá guerra, guerra, guerra.

¡Guerra contra los yanquis!”

En el mensaje ofrecido por Albizu Campos al despedir el duelo de los mártires de la Junta Nacionalista de Santurce muertos en la Masacre de Río Piedras, luego de una fuerte denuncia al régimen colonial en Puerto Rico, convocó a los asistentes a que esos asesinatos no quedaran impunes. Indicó que la historia de la libertad de la patria “se amasa con nuestra sangre y se amasa también con la sangre de los yanquis”. Convocando una vez más a los presentes, les tomó el siguiente juramento:

“Juramos todos que el asesinato no perdurará en Puerto Rico”.

Los acontecimientos luego de la Masacre de Río Piedras

A la Masacre de Río Piedras siguió un proceso de encarcelamientos sin fianza de nacionalistas, registros, allanamientos y otros abusos. En diciembre se efectuó una Asamblea del Partido Nacionalista. Allí Albizu Campos fue reelegido Presidente de dicha Organización. En la referida asamblea se aprobó una Resolución, promovida por Albizu, en la cual se llamó “a desafiar al aparato represivo gubernamental, aprobándose la abstención electoral, y la confrontación defensiva”. Es entonces cuando Albizu hace el llamado a los nacionalistas a “armarse bien” y “no dejarse registrar en la calle”.

El 1ro. de enero de 1936 el Partido Nacionalista convoca al servicio militar a todos los nacionalistas mayores de 18 años “como una necesidad de defensa nacional inmediata”. Se declara “el estado de guerra entre los Estados Unidos y Puerto Rico, demandando la desocupación inmediata de nuestro territorio o de lo contrario se apelaría a las armas”.

A los eventos narrados de manera sucesiva, se suma pues la determinación del Partido Nacionalista de llevar a cabo la guerra anunciada. Desde una correlación de fuerzas muy desigual, el Partido Nacionalista concentra sus energías en llevar a cabo la misma haciendo valer la palabra empeñada. El 23 de febrero de 1936 un comando nacionalista compuesto por Hiram Rosado y Elías Beauchamp reivindican los asesinatos perpetrados en la Masacre de Río Piedras, ajusticiando en las calles de San Juan a su autor intelectual, el Coronel Riggs. Horas más tarde, encontrándose arrestados dentro del Cuartel de la Policía al cual fueron llevados los integrantes del comando, los nacionalistas fueron fusilados. Antes del fusilamiento, en momentos en que era arrestado, Beauchamp les dijo a sus captores:

“Suéltenme, no se apuren. Que yo no voy a disparar contra mis hermanos puertorriqueños. Yo solo mato americanos. Al Coronel Riggs lo maté porque era un sinvergüenza y por el asesinato de Río Piedras.”

En Utuado, ese mismo día, otros dos nacionalistas morían en enfrentamientos con la Policía.

Durante el sepelio de los héroes nacionalistas muertos como resultado del ajusticiamiento del Coronel Riggs, Albizu Campos ofreció un discurso donde expresó lo siguiente:

“Señores: El valor más permanente en el hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva como se cultiva toda virtud y se puede perder como se pierde toda virtud. El valor en el individuo es su supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el valor. Ese es el supremo bien del individuo y de la nación. Porque el valor es el único que permite la transmutación del hombre para fines superiores. El valor es lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte y cuando el hombre pasa tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la inmortalidad.

El culto al heroísmo no es un culto romántico. El culto al heroísmo es el culto a la eternidad.”

Más adelante, y ya al final de su alocución a los asistentes, Albizu retoma el tema del valor en el ser humano, indicando:

“Mientras hayan, hombres libres y hombres de valor los asesinos no quedarán impunes. El régimen yanqui nos está haciendo un supremo bien. El yanqui quiere intimidarnos con el asesinato. Nos traen bandidos de Estados Unidos como maestros para enseñarnos inglés.

Podrán matar a Albizu Campos. Nada se resolverá. Podrán matar 10,000 nacionalistas. Surgirá un millón de puertorriqueños. La mejor manera y más rápida de hacer a la nación nacionalista en 24 horas es siguiendo esa escuela de asesinatos. El nacionalismo no atacará a mansalva sino cara al sol, cara a la eternidad.”

El Proyecto Tydings y la respuesta del Partido Nacionalista

A raíz del ajusticiamiento de Riggs, su amigo el Senador Millard Tydings propuso mediante un proyecto de ley que pasó a ser conocido como el Proyecto Tydings, ofreciendo la independencia para Puerto Rico. Los términos del proyecto eran onerosos para Puerto Rico. Este Proyecto, a juicio de muchos en el país, estaba diseñado para que el pueblo rechazara la independencia y con ello la propuesta nacionalista. Sin embargo, Albizu, respondió con una propuesta basada precisamente en la premisa de la cual partía el Proyecto para reivindicar la independencia. Indicaba que, si bien las intenciones del Proyecto Tydings ofrecían una independencia onerosa, en el mismo estaba plasmado el reconocimiento del tal derecho para Puerto Rico, lo que suponía afirmar el carácter colonial de la dominación de Estados Unidos sobre Puerto Rico. Si partíamos del reconocimiento de dicho carácter colonial, entonces era inevitable reconocer el derecho del pueblo puertorriqueño a su independencia. De esta manera Albizu respondía al reto.

Si el pueblo puertorriqueño tiene el derecho a escoger la opción de la independencia, indicaba Albizu, lo que debe hacer en primera y última instancia es convocar a una Convención Constituyente en la cual se proclame, no por obra de una ley del Congreso de Estados Unidos, que no es sino el ejercicio de la voluntad del Gobierno de Estados Unidos, sino como resultado del ejercicio soberano de la propia voluntad de los puertorriqueños, la república de Puerto Rico:

“... en el Proyecto de Mr. Tydings hay que reconocer una cuestión vital y es que reconoce el derecho de Puerto Rico a ser una nación libre, soberana e independiente por su propia voluntad.”

Contrario a lo que se esperaba, la reacción en Puerto Rico en muchos sectores, incluso dentro de algunos vinculados al Partido Liberal, fue favorable al llamado nacionalista de convocar a una Asamblea Constituyente para proclamar la independencia. Para ello Albizu Campos convocó al Frente Unido Pro Constituyente de la República. En los planes de Estados Unidos no se encontraba realmente el propósito de que los puertorriqueños convocaran, como alternativa a la situación colonial en Puerto Rico, una asamblea constituyente. La opción era neutralizar al Partido Nacionalista y su propuesta política de independencia.

La nueva respuesta de Estados Unidos y la antesala a la Masacre de Ponce

En abril de 1936 se inician los procesos judiciales contra varios dirigentes del Partido Nacionalista acusados de conspirar para derrocar al Gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico; incitar a la rebelión armada y reclutar soldados para tales fines. El 19 de julio, el jurado que entendía en el caso no pudo ponerse de acuerdo en un veredicto. Los puertorriqueños, que integraban el jurado, insistían en la no culpabilidad de los acusados, mientras que los norteamericanos insistían en la culpabilidad. Un nuevo panel de jurado fue escogido para un nuevo juicio, el cual comenzó el 27 de julio, con la participación de diez jurados estadounidenses, que encontraron culpables, entre otros, a Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer, Luis F. Velázquez, Juan Gallardo Santiago y Julio H. Velázquez en los tres cargos imputados.

Encontrándose encarcelado el liderato nacionalista en la Cárcel La Princesa, en espera del resultado de la apelación interpuesta ante el Tribunal de Circuito de Apelaciones de Boston, se produjeron los sucesos del Domingo de Ramos de 1937 en Ponce. Estos pasarían a conocerse en la historia de nuestro país como la Masacre de Ponce. En una orgía de sangre que dejó como secuela 19 muertos y entre 150 a 200 heridos, quedó sellada finalmente la ruta de la resistencia del pueblo puertorriqueño frente al colonialismo yanqui.

El precio pagado fue muy alto. La dirección del Partido Nacionalista fue enviada a prisión en Atlanta, Georgia. La represión contra el nacionalismo se acentuó como resultado de los intentos de parte del Gobierno en responsabilizar al nacionalismo por lo sucedido en Ponce aquel Domingo de Ramos. La táctica nacionalista, sin embargo, se dejó sentir una vez más. Al siguiente día del traslado de los nacionalistas encontrados culpables en la Corte Federal a Estados Unidos, otro comando nacionalista tiroteó el automóvil en el cual viajaba el Juez a cargo del proceso seguido contra Albizu Campos y el resto de sus compañeros. Ocho nacionalistas, entre ellos Manuel Ávila, Presidente de la Junta Nacionalista de Santurce y Raymundo Díaz Pacheco, quien en 1950 falleciera en el ataque nacionalista a La Fortaleza en el contexto de la Insurrección de 1950, fueron acusados, procesados y encarcelados por dicho atentado. La guerra del Partido Nacionalista contra el Gobierno de Estados Unidos continuaba.

La política del Partido Nacionalista de llevar adelante la “guerra defensiva” contra Estados Unidos no encontró descanso. Cada golpe infligido por el Gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico, fue devuelto con acciones contundentes del nacionalismo como recordatorio a dicho gobierno de que en Puerto Rico se mantenía viva la lucha por la independencia. En ella el nacionalismo estaba dispuesto a pagar, no importa los sacrificios que costase, el precio necesario por defender la dignidad de Puerto Rico ante Estados Unidos.

A manera de un pre epílogo

A partir de 1937 las circunstancias en el mundo comenzaban a tomar un giro más definido. El Gobierno de Estados Unidos avizoraba un nuevo conflicto mundial de grandes proporciones que irremediablemente, tarde o temprano, arrastraría a dicho país a una nueva confrontación militar. En Alemania, Italia y Japón se discutían planes de hegemonía mundial y comenzaba en Asia y África el diseño de nuevas aventuras expansionistas e imperialistas.

Nos dice Juan Antonio Corretjer que en septiembre de 1939 el Sr. Pedro Capó Rodríguez, actuando por encomienda del Departamento de Estado de Estados Unidos, visitó a Albizu Campos y los nacionalistas encarcelados en prisión. Su encomienda era ofrecerle al Partido Nacionalista y a Albizu Campos la gobernación de Puerto Rico a cambio de dos condiciones: primero la renuncia por parte de dicho partido y su liderato a la violencia como método para llegar a la independencia; y segundo, el cese de la campaña anti americana desarrollada en Puerto Rico. Indica sobre el particular Juan Antonio Corretjer, lo siguiente:

“En septiembre de 1939, una tarde de domingo, recibimos los que entonces estábamos presos en Atlanta, la visita de un funcionario del gobierno yanqui. Según sus credenciales y sus palabras, había venido a vernos en misión de ‘su’ gobierno. Puertorriqueño residente en Washington desde sus años de estudiante de abogacía, allí había residido y casado desde principios de siglo, y desde entonces servía a ‘su’ gobierno en el Departamento de Estado o en el de Justicia. Su nombre es Pedro Capó Rodríguez. Nos dijo traía instrucciones de ‘su’ gobierno de reconocer que Estados Unidos estaba inevitablemente enfilado hacia una guerra, y reconocía lealmente que no podía enfrentarse a las responsabilidades de una guerra mundial sin la ‘solidaridad hemisférica’. Y que la tal ‘solidaridad hemisférica’ tenía un obstáculo en su camino: los errores ‘involuntarios’ cometidos por Estados Unidos en Puerto Rico. El peor de estos errores, decía él, era nuestro encarcelamiento. El gobierno, seguía diciendo, reconocía que no era aquella prisión nuestro sitio, sino Puerto Rico, en donde debíamos ocupar las posiciones de bien público que mejor que ningún otro puertorriqueño, merecíamos. Y él tenía la autoridad de ‘su’ gobierno para asegurarnos que el gobierno estaba dispuesto a ponernos pronta, inmediatamente en Puerto Rico 'sanos y salvos como entraron en Atlanta'. Además, el gobierno hacía solemne promesa de 'garantizar unas elecciones libres', para que el Partido Nacionalista ganara las elecciones de 1940, substituyendo al desacreditado General Winship con 'una figura prestigiosa' que devolviera al gobierno el prestigio 'perdido'. Y se comprometía además el gobierno a extender a Puerto Rico 'una autonomía tan amplia, como que equivaldría a una independencia sin bandera'... lo único que nosotros teníamos que hacer-- nosotros pobres presos en tierra enemiga, a miles de millas de nuestra patria-- lo único sería declarar que 'la independencia no está en issue' y pedir a nuestros amigos en América Latina que suspendieran la intensa campaña pro independencia de Puerto Rico que en aquellos tiempos agitaba todo el continente hispanoparlante."

Por su parte Marisa Rosado nos indica, en referencia a una entrevista hecha por ésta a Don Paulino Castro Abolafia el 15 de enero de 1976, en la cual dicho patriota narra los acontecimientos en Puerto Rico, lo siguiente:

"En Puerto Rico tuvimos aviso de la visita del señor Capó por conducto de la Sra. Julia Mercado de Velázquez, quien venía a visitarnos y efectivamente, yo acudí al aeropuerto, -- era entonces Secretario del Partido--, a recibir al Sr. Capó. Tuvimos una conferencia de casi medio día sobre los asuntos de Puerto Rico y nos citamos con el Presidente del Partido Nacionalista para un apartamento que tomó Capó en Miramar (Calle Hernández, Habitación 206, segundo piso). Allí lo visitamos Ramón Medina Ramírez y yo, y después por varias ocasiones con un grupo de nacionalistas y otras personas que citamos para discutir este asunto.

El Partido, después de varias conferencias con este señor le informó que solamente podría cooperar con el Gobierno de Estados Unidos, si el Congreso aprobase inmediatamente una Resolución Conjunta ofreciendo la independencia de Puerto Rico y entonces el Partido consideraría terminada su misión y podría considerar disolverse y cooperar con los Estados Unidos en otras materias.

Quedamos citados para una subsiguiente reunión y cuando fuimos, se había mudado de apartamiento y no pudimos reunirnos."

Mientras estos acontecimientos se desarrollaban, Estados Unidos había echado a andar un proyecto alterno. Nos narra el profesor Jorge Rodríguez Beruff en su libro Las Memorias de Leahy: Los relatos del Almirante William D. Leahy sobre su gobernación de Puerto Rico (1939-1940) el siguiente relato:

“Para fines de los años treinta la Administración Roosevelt confrontaba una delicada situación política y social en Puerto Rico, en un momento en que la planificación estratégica le asignaba a esta posesión caribeña cada vez mayor importancia para los planes de defensa en la región del Caribe y para la protección del Canal de Panamá. El Caribe, Panamá y Suramérica se fueron convirtiendo en preocupaciones estratégico-militares casi obsesivas a medida que se deterioraba la situación internacional en Asia y en Europa. En ese contexto, se percibía la situación política en Puerto Rico como altamente inestable, hasta explosiva, y como capaz de comprometer los planes estratégicos por su volatilidad.

En Washington, la política hacia Puerto Rico había estado marcada por las desavenencias entre los actores claves con perspectivas contradictorias. Ernest Gruering, el encargado de la oficina de territorios, había logrado imponerse momentáneamente a su superior jerárquico, el Secretario del Interior Harold Ickes, con el apoyo de Roosevelt. Gruering se había alineado fuertemente con el gobierno de ‘mano dura’ del General Blanton Winship y con la Coalición conformada por los partidos Socialista y Republicano, sobre todo después del asesinato del Coronel Francis Elisha Riggs.

Esta alianza, sin embargo, fue perdiendo credibilidad con respecto a su reclamo de poder garantizar la estabilidad política en el país. En 1938 resurgió dramáticamente la violencia nacionalista en el espectacular ataque a Winship y otros funcionarios en Ponce. El gobierno también enfrentó una militante huelga de los trabajadores de los muelles. No solo se había prácticamente ilegalizado el Partido Nacionalista, sino que también se había puesto en marcha una persecución contra el sector muñocista del Partido Liberal. Para completar el escenario político, en los partidos coaligados el faccionalismo cobraba fuerza.

Así, Winship y el líder colonialista Rafael Martínez Nadal, se fueron percibiendo crecientemente como interlocutores políticos inaceptables.”

La inminencia de una guerra de grandes proporciones, la necesidad militar de Estados Unidos de asegurar su predominio en el Caribe junto con la protección militar de las rutas marítimas y aéreas y el control de los accesos al Canal de Panamá dibujarían la necesidad de recomponer su dominación colonial sobre Puerto Rico. La era de las “reformas” dentro del estado colonial de Puerto Rico había llegado. Las reformas incluirían el modelo de desarrollo económico, la estructuración del estado político colonial en el país, las transferencias de fondos federales masivos a la Isla; la militarización del país, el aislamiento del nacionalismo como expresión política y la desviación del sentimiento independentista en Puerto Rico hacia una forma de relación política, en términos similares a los propuestos a Albizu Campos y al liderato nacionalista mientras éstos cumplían sus sentencias en un prisión federal en Atlanta. Le correspondería a un nuevo partido político, el Partido Popular Democrático fundado por Luis Muñoz Marín, usufructuar en la década siguiente el potencial que tuvo la vinculación política del nacionalismo con un movimiento político reivindicativo de masas, propulsor de la soberanía y la justicia social.

A manera de conclusión

Hace poco más de ochenta años, surgió en Puerto Rico, quizás por primera vez, la posibilidad de vincular de manera orgánica el reclamo de la independencia nacional con un fuerte movimiento organizado de los trabajadores. Esta conjunción de objetivos pudo haber sido capaz de atraer hacia el Partido Nacionalista de Puerto Rico las demandas de otros sectores del pueblo, todo ello dentro de un torrente de lucha anti colonial y anti imperialista. Este potencial, sin embargo, fue atacado en su raíz y desarticulado como resultado de la amenaza que el mismo representaba para el sostenimiento de los intereses políticos, económicos y militares de Estados Unidos en Puerto Rico.

Desde una perspectiva histórica del proceso político, nos parecería sencillo identificar como elemento definitorio en la articulación de la estrategia represiva contra el Partido Nacionalista, evitar que se llegara a consolidar en un solo proyecto político, la lucha por la independencia de Puerto Rico y la lucha por las reivindicaciones económicas y sociales de la clase trabajadora.

Si para algunos la historia no se repite, para otros sí: se representa la primera vez como verdad, la segunda como tragedia. Quizás por esta razón es que es tan común escuchar decir que quien no conoce la historia está condenado a repetir sus errores.

La historia nos dice que, a lo largo de más de un siglo, los cambios políticos mínimos e insignificantes que han ocurrido en la forma en que se ejerce la dominación colonial sobre Puerto Rico, han sido forzados por las luchas que ha librado el pueblo puertorriqueño por su independencia nacional. Cada vez que el independentismo logra romper el cerco del aislamiento al cual nos pretende condenar el Gobierno de Estados Unidos, se comienzan a discutir y avizorar cambios en la manera en que se manifiesta y desarrolla la dominación colonial sobre Puerto Rico. Esta fue la consecuencia del consenso articulado por nuestro pueblo en la lucha por la terminación de los ejercicios militares en Vieques. La razón es sencilla, juntos tenemos la capacidad de forzar cambios; divididos, el imperialismo nos domina.

Estamos en momentos en que es posible articular nuevos puntos de consenso que nos lleven hacia nuevas opciones. Las condiciones sobre las cuales se desarrolla en estos momentos nuestra vida como pueblo plantean, con un sentido de urgencia e inmediatez, profundos cambios materiales, económicos y sociales, sin los cuales está en entredicho nuestra viabilidad como país. Sabemos que, en el proceso de lucha, la vinculación de la independencia con la justicia social es medular en cualquier proyecto futuro. Sin embargo, es necesario, además, desarrollar la capacidad y la tolerancia para, junto a otras fuerzas que en estos momentos no son independentistas pero que tienen el potencial de evolucionar hacia el reclamo de la misma, articular un proceso de alianzas que permitan superar el estatus quo y la permanencia de la colonia.

Es por esto que es importante conocer la historia, conocer lo que han sido nuestras fortalezas como pueblo, pero también conocer lo que han sido nuestras debilidades. Cuán fuerte sea frente a nosotros el enemigo está en proporción a cuán profundas sean nuestras debilidades e imperfecciones como movimiento político.

Durante la década de 1930 el imperialismo diseñó una provocación, dirigida al sector de mayor potencial político en Puerto Rico en la defensa de la independencia, que trajo eventualmente sus consecuencias. Mediante la misma logró desviar, en momentos en que el país atravesaba una de sus etapas más importantes en la movilización de decenas de miles de trabajadores y en momentos en los cuales se cernía sobre Puerto Rico la implantación de importantes cambios en lo que sería un nuevo modelo de desarrollo económico y militar, la inserción del Partido Nacionalista de manera orgánica en tales luchas. El aislamiento al cual fue sometido el Partido Nacionalista, unido a la represión desatada contra su liderato y militancia, allanó eventualmente el camino hacia la creación del Estado Libre Asociado.

Hoy, luego de más de ocho décadas, cuando la criatura engendrada en 1952 se agota en su modelo de desarrollo y entra en su más profunda crisis estructural en su historia, la independencia se plantea ya no como un sueño de unos cuantos, sino como una necesidad inescapable para todos. Las estrategias que para su adelanto formulemos hoy deben asegurarnos nuestros objetivos, sin responder a provocaciones por parte de nuestros enemigos, sin vacilaciones de clase alguna a la hora de tomar nuestras decisiones. Sin embargo, la postura imperial de los sectores más conservadores de Estados Unidos parecería responder al interés de asegurar el control sobre sus territorios bajo modelos distintos.

En medio de la crisis fiscal por la que atraviesa Puerto Rico, en el Congreso de Estados Unidos se discutió y aprobó el proyecto PROMESA. Si bien se trata de una ley federal que provee para la colocación en sindicatura al gobierno de Puerto Rico mediante la imposición de una Junta de Control Fiscal, ciertamente lo más importante de la misma es la uniformización por parte del Congreso de Estados Unidos, al amparo del Artículo IV, Sección 3 de su Constitución de una política territorial para todos sus territorios y posesiones. Una Junta de Control Fiscal reafirmaría la condición colonial territorial de Puerto Rico disolviendo de paso la bruma creada por Estados Unidos con la fundación del Estado Libre Asociado y su falsa representación ante las Naciones Unidas en 1953, según la cual Puerto Rico habría alcanzado un desarrollo en gobierno propio equivalente al ejercicio de su libre determinación como pueblo.

La Junta de Control Fiscal en Puerto Rico será el instrumento a través del cual Estados Unidos garantice a los acreedores el pago de la deuda pública contraída por el territorio con los propios fondos con los cuales el modelo colonial impuesto vendría obligado a atender la salud, la seguridad pública y los servicios públicos esenciales. La Junta también operaría como un garante de las inversiones y ganancias de las empresas multinacionales en Puerto Rico.

La respuesta del pueblo puertorriqueño a esta nueva intentona de perpetuar al modelo de subordinación colonial tiene que ser política. Ante la imposición de una Junta de Control Fiscal, la respuesta del pueblo organizado tiene que ser el reclamo firme y decidido de nuestro ejercicio del derecho a la libre determinación.

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