País roto

Caribe Imaginado

altTodos fuimos criados con miedos.

Solo que yo descubrí cómo asustar a los cucos.

El miedo es un harapo que deja a un país desnudo.

Vi el futuro en el vientre de una semilla.

Supe que nací engañada

desde que la enterré en el suelo

y creció hasta hacerse mi abasto de sancocho.

María, te creo.

A lo mejor somos

dos niñas perdidas

en un siglo necio.

¿Cómo se arranca la brutalidad de un pueblo

que se odia a sí mismo?

Un pueblo que suicida sus sueños por los ajenos

de tal forma que apuesta a su muerte

para postrarse en la tortura a idolatrar los navajazos de sus dogmas.

Aplauden las mediocridades con los ojos inocentes de las focas.

Llegan perfectos desconocidos a repetir lo dicho,

que ya dijimos siempre y nunca escucharon.

El plagio de propuestas de seres esporádicos

que por capricho saltan a fingir altruismos,

cuando la prioridad solo eran ellos mismos

y no cogieron palos en piquetes del patio.

Tú que has caminado y luchado 20 años de tu vida,

que bien pudiste usar de otra forma como:

montar una panadería para vender la muerte con azúcar

o nutrirte de las lagunas ajenas para hacer una escuela lucrativa

de desertores de este suelo.

Preferiste la lucha entre becerros

de esta manada que insulta su defensa.

¡Qué burdo es el escudo de Puerto Rico!

Debió el cordero estar asado o frito

y servido en una bandeja de oro con papas a la zeta,

para invitar a los genocidas del norte de una buena vez

a masticar las tripas de esta tierra.

Veo contigo las puertas abiertas

y el aire fresco de todas las naciones

soplando la brisa de la espera.

La libertad es el nombre que nos llama.

Oscar se añeja y el pulso de su vida

no puede diluirse entre las rejas.

¡Somos delincuentes de un derecho!

Los colonizadores se encargaron de comerle los sesos

a estos hijos tristes de sus guerras.

María, creo en ti

porque soy el 3% de la población

que nunca se equivoca de sueño.

Jamás me pondré la piyama de la entrega

para anestesiarme a la anexión que reniega

los bríos que tenemos en los empeños.

En Puerto Rico, María,

somos pocos los despiertos.

¡Han dado la señal!

Y la lucha más difícil que enfrentamos

es combatir la pobreza espiritual de nuestro pueblo.