El RADO

Creativo

El Rado es un reloj suizo, muy popular en mi país. Tan popular, que casi todas las personas tienen uno. Pero, te habrás puesto a pensar, ¿quiénes son los que realmente tienen un Rado?

Yo no tengo uno. En todo caso, tengo otro reloj suizo, también clásico. A fin de cuentas, en mi memoria infantil lo suizo era equivalente a la precisión y un reloj suizo medía con exactitud el tiempo. El tiempo es lo que deseábamos rescatar. El Rado, no obstante, nos provee de un objeto simbólico.

El Rado es un reloj que en su expresión más popular tiene un baño de oro, unos tantos quilates de diamantes y está cerrado al vacío como si fuera una pequeña cápsula. ¿Pero es un Rado realmente diferente a otros relojes suizos?

Creo que el Rado ha sido representado en mi país como el reloj de lo posible; nos permite aparentar que podemos tener un reloj caro, pero, al tiempo, es lo suficientemente barato para que lo podamos comprar. Es un objeto dotado -es el símbolo de “poder tener”.

Pero, ¿qué se tiene realmente cuando se tiene un Rado? Creo que se tiene la certeza de medir el tiempo. Creo que se tiene la certeza de tener un artefacto, como lo llamarían los artistas, que tiene un fin práctico y a la vez simbólico: ¡tengo un Rado!

El Rado, dentro de la simbología social es representativo del hombre fuerte, del hombre tradicional. Es, hasta cierto punto, un ícono de virilidad, de ser hombre, de ser el macho. Realmente, estamos hablando de los hombres que desean manifestar que realmente son hombres y, de paso, varoniles. No todos los hombres pueden llevar un Rado.

Pero, por otro lado, no creo que el Rado realmente mantenga hoy el valor el valor emblemático que tenía en el pasado. A fin de cuentas, los relojes de diseño son sustancialmente más baratos que los relojes clásicos y representan una modernidad tardía; son eficientes, son desechables, son andrógenos y, más que nada, nunca se perciben como inolvidables.

Ah! Pero un Rado es un reloj de valor inmemorable. Es un símbolo en el que debemos de fijarnos en todo momento y enfocar nuestra mirada. El Rado, como tantas cosas, no pasa de moda. Y, mientras no pase de moda, la gente lo sigue comprando y, por otro lado, concediéndoles un estatus que realmente no tienen, pero que el reloj les permite representar. Como nos recuerda Baudrillard, la representación es siempre un simulacro, pero sin lugar a dudas queda siempre, simbólicamente hablando, bien parada.

Pero, ¿cómo se siente quién lo lleva? ¿Cómo se siente el observado con un Rado, al que quizá se le haya desprendido el baño de oro, pero que no obstante puede decir y mostrar que lleva un Rado? En esta medida, el Rado nunca pasa de moda, ni en el tiempo, los vaivenes del precio del oro, en fin, sin tener nada más que mostrar, tener un Rado resulta suficiente en la vida.

Ante esto, insisto en que, no me compraré un Rado. Es un reloj que nunca me ha gustado. Pero respeto profundamente que a otros sí. Tolero esa diferencia por que creen que ante el Rado, hay cientos, e incluso miles de otras marcas suizas, que por igual o menor costo, ofrecen una calidad superior o equivalente. El Rado, a fin de cuentas, no fue el último reloj que diseñaron en Suiza. Los otros, la competencia, también saben de relojes y aunque no estén de moda, sí representan buenas marcas, también lujosas ante otros ojos sociales. Yo, por lo pronto, me quedo con esos otros suizos.