El síndrome Páramo

Política

Desde hace muchos años, y durante los últimos cuatro se ha develado con una flagrancia increíble, se vive en Puerto Rico un fenómeno que quizá otros han llamado de múltiples formas, pero que a mí me parece muy apropiado llamar el síndrome Páramo. Salido del mundo creado por Juan Rulfo, Pedro Páramo encarna, como personaje literario, el rol de cacique, mandamás incuestionable, es aquél que casi nunca cumple lo que promete, es la mezquindad misma, cree encarnar al pueblo y que es indispensable para su existencia (la del pueblo), es aquél que decidirá quién estará en buena situación y quien simplemente no, tiene por costumbre hacer pactos fatulos, es, sin más, como otro de los personajes de la novela lo describiría: “Un rencor vivo”. Pedro Páramo es, indudablemente, aquél que asume la postura soberbia de afirmarse como gestor de sus propios designios y los de los demás sin tener otra motivación para ello que no sea su ventaja. De igual forma, Pedro Páramo, de entre sus incontables hijos, sólo a uno le ha brindado el cobijo de padre. Ése se llamó Miguel. Este personaje lleva a cabo cualquier cantidad de atrocidades y crímenes en su pueblo y en algunos aledaños, pero Pedro Páramo todo se lo alcahuetea sin mayores problemas legales ni morales.

Con base en todo lo anterior, bien podría afirmarse que por el Puerto Rico contemporáneo merodea un fantasma que se expresa a través de múltiples agentes sociales. El espectral síndrome Páramo se apodera de muchas de las acciones estatales, las cuales claramente van a favor de todos los intereses menos de aquellos que responden a la población general y mucho menos a los del país, si es que a estas alturas se puede afirmar que se vive en un país. Figuras públicas, desde el rango más alto hasta la más de base, asumen posturas unívocas teniendo como postulados principales la mezquindad, la soberbia, el engaño y el rencor, ése que sustenta chapuceramente la venganza. Se atenta contra todo lo que no vaya acorde con lo que el partido en el poder estatal establezca y entienda que es lo “mejor”. A toda hora se hace evidente la falta de planificación, pareciera que muchas de las acciones estatales están matizadas por conflictos de intereses que, aunque sabidos de antemano, no fueron notorios sino hasta que alguna cadena noticiosa u otras organizaciones sociales los hayan manifestado y denunciado de manera clara y directa. Hay tanta improvisación en un contexto en el cual se necesita todo lo contrario. Y como si fuera poco, a pocos meses de la celebración de las elecciones generales, se pretende hacer creer a toda la población que al problema de la criminalidad, por ejemplo, se le puede contener quintado derechos de la Constitución. Eso es realmente mezquino. ¿Cómo a alguien le sobra la cara para venir a anunciarse por televisión afirmando que debe ser reelecto porque hizo lo que tenía que hacer? La pregunta sería: ¿tenía que hacer a favor de qué o quiénes?

Pero, lo anterior es lógico, es decir, una cosa se sigue de la otra sin implicar mayor incoherencia. Si a mucho(a)s se le ha dado rienda suelta para hacer lo que les venga en gana y, encima de todo, se les faculta por medios que aún son difíciles de aceptar para que todo aquello hecho de manera arbitraria tenga alguna justificación legal, entonces el sistema de justicia se torna cada vez más injusto en un lugar en donde aquello justo puede manosearse de maneras muy acomodaticias. Así las cosas, muchos funcionarios asumen la frase de Pedro Páramo: “La ley de ahora en adelante la vamos a hacer nosotros”.