El miedo y los espirales de violencias

Cultura

La percepción de la realidad es uno de los campos de batalla más importantes para cualquier lucha de poder. Cómo definimos, explicamos y sentimos las cosas, influirá en la manera en que actuamos en torno a ellas. Aquí, los medios de comunicación son fundamentales. Si los periódicos, la televisión y la radio proclaman a los cuatro vientos que la violencia en la calle es rampante y que debemos estar alerta al pillo y al asesino, es muy probable que el miedo se colará hasta en la borra del café. Así, el futuro se nubla con las sombras de un presente que grita: ¡“encierro y muerte al criminal”!

Sumémosle a esto una crisis económica mundial en un marco colonial, un estado local agresivo de derechas y neoliberal, y la consecuente agudización de la lucha de clases y tenemos un cuadro muy peligroso, pues las políticas públicas que erosionan las libertades y derechos democráticos – adquiridos a través de luchas sociales – van profundizándose a pasos agigantados. Esto, sin mucha respuesta de parte de la ciudadanía en general. El miedo y el desempleo rampante hacen mella en la desmovilización de la agencia política. Van cavando hondo en el desgano, el cinismo y la indiferencia. ¿Cómo reactivar la resistencia popular, la lucha organizada a nivel ciudadano?

 

Cuando analizamos con detenimiento, la realidad es más compleja: las estadísticas para este año no van reflejando el mismo nivel de violencia que los periódicos pregonan, y la economía sigue en declive. Sin embargo, la violencia estructural de parte del gobierno, los bancos, y el capital financiero en general es cuasi-omnipresente. Los blancos y los bancos siguen acumulando y apretando, y los demás - clases medias, pobres, mujeres y niños e inmigrantes – compitiendo por las migajas que se encuentran en las diferentes economías (formales e informales, subterráneas y legales), todas ellas siempre entremezcladas.

En año eleccionario muchos no quieren movilizar fuerzas más allá de las agendas del partido, pues los recursos son escasos y es necesario accesar al poder político en la plataforma estatal. Sin embargo, continúan las agresiones, cada vez más sistemáticas y profundas contra el espacio público y la vida en común, contra la ciudad y la ciudadanía (la cual no definimos de acuerdo a papeles de identidad sino a través de la participación política), contra la solidaridad. Defender lo logrado y luchar por la transformación de la realidad (tanto de la percepción como la experiencia y creación de la misma) usando todas las fuerzas y medios posibles es responsabilidad de todos. Lo demás es la nada.