Llegaron alumbrando la ciudad, con sus linternas en los cascos, con su dignidad a prueba de toda oscuridad, con sus cuerpos caminando, con sus consignas de lucha. Alumbrando la noche, junto a cientos de miles, caminaron la ciudad, la reconstituyeron. Salieron de las cuevas, de las cavernas, del mundo de las sombras, para alumbrar a los citadinos y hacerlos ciudadanos. Para denunciar una vez más que la explotación y la producción material – que hace posible gran parte de la producción ‘inmaterial’ – siguen en profundo crecimiento y violencia aguda.
La calle, preñada de solidaridad, se ilumina con los rostros de los que resisten, luchan y construyen - aunque sea por un momento, por unas horas, por un día - la comunión de los humanos en su creación colectiva, la ciudad posible. En España, los mineros con su dignidad en alto, nos iluminan con su ejemplo. Los mineros nos convocan y demuestran cómo salir de la oscuridad, del miedo y sus estalactitas, de la inacción y su guano. Caminemos.