Austeridad(es)

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De camino a Berlín, leí una guía de la ciudad que comenzaba con la frase “atrevida y bella en su austeridad...” Me chocó a primera impresión. A pesar de emplear la palabra austeridad para referirse a la sobriedad y sencillez de los espacios citadinos, esta resuena de otra manera por la fuerza de los tambores de la crisis económica que atraviesa actualmente Europa.

Uno de los puntos de mayor tensión en la crisis económica europea es el empuje que da Ángela Merkel desde su despacho en Berlín a las medidas de austeridad para ser implementadas en otros países. ¿Qué son las medidas de austeridad? Recortes a rajatabla que afectan al estado de bienestar, como ser el acceso a la salud, la educación, el desempleo especialmente en España, Grecia, Portugal, Irlanda… y el listado crece.

El 12 de julio, el gobierno de España anunció el mayor recorte de su historia. Unos 65 mil millones de euros que afectan las prestaciones sociales como ser la reducción del seguro de desempleo a partir del sexto mes, ya que supuestamente el cobrar dicha ayuda desincentiva la búsqueda de trabajo, dando por hecho que la gente no quiere trabajar y sin considerar que un cuarto de la población no encuentra en qué. En este tema el gobierno se come su propia cola, y ha anunciado una medida para expulsar a los españoles e inmigrantes del país. En jerga empresarial: una reducción de personal a nivel nacional.

El recorte en la ayuda a desempleados invoca a otra definición de austeridad, que según la Real Academia de la Lengua Española también significa “mortificación de los sentidos”. Y la mortificación se queda corta para describir las ofensivas palabras de una diputada del partido oficialista cuando se anunció el hachazo a los desempleados: “que se jodan!”.

Tal muestra de desprecio hacia la población ha generado una campaña para obligar la renuncia de la diputada en cuestión. Pero esta reacción (con la cual estoy de acuerdo) debe también ir acompañada de una iniciativa ciudadana contra el aplauso de los parlamentarios oficialistas donde se colaron las palabras “que se jodan!”, lo cual es otra muestra de infamia que no debe quedar impune.

A estos recortes, deben sumarse otras tres rondas anteriores de tijeretazos en salud, educación y otros ámbitos sociales. Todo esto mientras se da una piñata para los bancos. Cabe añadir que el actual gobierno español está en sintonía con las medidas impulsadas por Berlín y con el auspicio del Fondo Monetario Internacional (FMI). Éste último ha sido más solemne, en comparación con la arrogancia del parlamento español, y ha expresado que las medidas son difíciles pero necesarias. Sin embargo, el FMI es la entidad que más ha impulsado la austeridad a nivel mundial.

Bajo la sombrilla del FMI, se ha consolidado la fórmula para administrar un gobierno como una empresa a base de recortes. Ya sea de presupuesto o de personas, para favorecer a una junta directiva o accionistas sobre la población o un grupo de trabajadores(as).

Al parecer, esta tarea de cortar cabezas a sangre fría con despidos y recortes lleva a altos cargos de gobierno y a empresarios ejecutivos a lanzarse a hedonismos y gastos exorbitantes en bienes de lujo, que gozan de crecimiento en ventas pese al estancamiento económico.

Es en este sentido, se debe rescatar la austeridad. Exigir sobriedad y sencillez a esa élite que precisamente se da excentricidades mientras ejecuta recortes y despidos focalizados. Y devolverles la gastada receta que contribuyó a la crisis económica y a la asfixia social que ahora se extiende, para que así otras personas puedan tener un respiro. No basta con una reducción salarial simbólica como proponen aplicar al gabinete, sino darle un hachazo al infinito listado de beneficios marginales y atribuciones que son precisamente la fuente de la marginalidad de la mayoría de la población.