Poemas de hoy que mencionan un ayer para unos de aventuras, para otros guerras. Se lo que sea y para quien sea el poema del ayer es una odisea. ¡Pero qué Odisea es el presente! Pero no la que se pasa y te libera.
Pues esto es la Colonia lugar donde las opciones para el mañana son efímeras. Pero del efímero industrial. El que en línea recta camina unidireccional mirando al horizonte aunque detenido en el plano. Ese del que se espera un resultado. Se habla del mañana que beneficia a los que escribieron el ayer pero no de los que lo escriban. Porque escribimos de lo que leímos como si lo viviéramos pero se nos niega el escribir sobre algo nuevo. Sobre un; “¿Qué tal sí-".
Tratamos. Y aunque el proceso es conflictivo, escribimos. Los autores del ayer no lo avalan y nos penalizan. Nos reprimen, hasta que si lo tienen que hacer; nos cierran la cuenta de banco de mañana. Porque, a eso que nos leen mientras fuerzan nuestra pluma controlando nuestro pulso sin permitirnos danzar al son de nuestro sentir y pensar; les aterra, a elles les aterra. Que rayos, somos Colonia. Por eso somos Colonia.
Pero no por siempre y para el Sol, no por mucho. Porque somos escritores con la historia en la sangre no solo en la memoria. Porque hemos surgido de diferentes sepas pero todos somos boricuas. Y contamos como sangran tus inocentes porque los nuestros habrían querido que se contaran las suyas. Hoy es el mañana de ayer. No nos levantamos porque no estamos en el suelo, estamos sentados. O actuando. Diferente pero con la misma meta. Pasivo y sonoros. Letal y silencioso.
El imperio se encuentra en este libro como cazador inexperto en bosque sin ruidos. Los que iban a volar, ya volaron. Los que iban a correr, ya corrieron. Les que quedamos, cambiaremos el idioma como hicieron con la pintura, la danza, esculturas y como hicimos con el “jerigonza" si es necesario para escribir lo que queda de hoy y lo que venga en los mañana.
Poemas de lo efímera que es la dualidad de nuestros derechos.