Coronavirus: vida, muerte y espiritualidad

Caribe Hoy

altEn el mundo moderno actual la competencia, la carrera alocada para hacer y lograr más cosas en menos tiempo, y no estarnos nunca quietos era la norma, hasta que nos golpeó el coronavirus.

Es como si de repente fuéramos en una pista de carreras de autos montados en un Bugatti Chiron Supersport 300+ (el carro más veloz del mundo que corre a una velocidad máxima de 304 millas por hora o 489 kilómetros por hora), y de repente nos sacaran de esa dimensión, y a menos de 400 metros viéramos que de frente tenemos la muralla china. Si no frenamos de inmediato y abruptamente, sabemos que nos vamos a estrellar y será una muerte segura. Algo así es el sentimiento que el Covid-19 ha provocado en el globo terráqueo, y por supuesto en nuestra isla del encanto.

La realidad es que la amenaza real de ser contagiado con el virus del Covid-19, le ha caído al mundo como verdadero balde de agua helada. La carrera de la vida loca, como la conocíamos antes de la pandemia del Covid-19, tuvo obligadamente que ser frenada en aras de evitar la muerte en masa de millones de seres humanos. La vida ya no será igual. Para los que sobrevivan será vivir antes y después del Covid-19.

Pero mientras esperamos que llegue ese después, porque aún no ha llegado, qué de positivo, si algo, nos ha traído este frenazo obligado que casi nos deja desnucados por el “whip lash” violento que el Covid-19 ha dado a nuestras vidas. Bueno, la contestación que propongo la doy a modo de pregunta. ¿Cuántas veces pediste tener un tiempo de ocio para tirarte a tus anchas y solo descansar, no hacer nada, o meramente disfrutar de la familia y de las cotidianidades de la vida, pero no tenías tiempo (o eso decías) porque el trabajo lo impedía? Bueno, pues forzosamente todos los gobiernos del globo terráqueo, a la vez, han tenido que declarar una pausa salubrista obligada, y en todos los países hay cuarentenas. Es ahora, en este momento que puedes y debes aprovechar para tomarte ese descanso añorado, para hacer esa meditación de vida, para hacer esa limpieza material, física y espiritual que habías postergado por tanto tiempo.

Lo súbito y desconocido de esta enfermedad, nos causa incertidumbre y preocupación. ¿Que pasará con el trabajo, la economía, la comida, el sistema de salud, etc.? No hay contestaciones ciertas para ninguna de esas interrogantes en este momento. Lo único cierto es, que a cada uno de nosotros se nos ha plantado la pregunta de si queremos vivir o morir.

Al que elija la vida, se le ha dejado saber de forma clara que la única forma de preservación, hasta que se estabilice la pandemia, es mantenernos encerrados, mantener una distancia social, mantener higiene con el lavado de manos entre otros, y tener consciencia hacia el prójimo. Esto requiere dejar de ser egoístas y egocentristas. Esto requiere volver a tener contacto con los valores básicos de convivencia social.

Para elegir la vida se requiere que cada uno de nosotros, ejerciendo el libre albedrío, sea responsable. Para elegir la muerte, no. ¿Por qué digo que ejerciendo el libre albedrío? Porque no empece a las campañas agresivas y asertivas que lleven a cabo los gobernantes, aún hay personas que siguen con actitudes y actuaciones irresponsable ante esta crisis. Por ejemplo, salen a la calle rompiendo la cuarentena y/o en violación a las medidas restrictivas impuestas, no toman medidas de salubridad, no tienen conciencia social y consumen desmedidamente los suplidos básicos. O sea, que cada persona en su carácter individual, tiene el deber y la obligación de decidir si desea vivir o morir. Ante esta crisis salubrista, queda claro que los que deseen vivir y respetan la vida de las otras personas, deben seguir las restricciones impuestas por el estado, por el tiempo que sea necesario.

¿Y en el tiempo del claustro que podemos hacer? Me atrevo a sugerir que antes de conectarnos con las redes sociales, que estoy segura es lo primero que haremos, debemos aprovechar la coyuntura para conectarnos con nosotros mismos. ¿Cómo? Una sugerencia es comenzar y terminar el día haciendo breves reflexiones de agradecimiento por la vida misma, por el día que tuvimos, por la familia.

Podemos, por cinco minutos, sentarnos en algún rincón callado, cerrar los ojos y solo enfocarnos en escuchar nuestra respiración, nuestros latidos y nuestro cuerpo. Durante ese tiempo veremos como distintos pensamientos intentan entrar en nuestra mente para distraer nuestro enfoque. Esos pensamientos uno los mira pero los deja ir. ¿Cómo? Inhalando profundamente y soltando el aire en un conteo de 5 a 6 segundos, y concentrando el pensamiento en la respiración.

Este simple ejercicio, por 5 minutos, en la mañana y en la tarde, ayuda a centrarnos y fortalecer nuestro espíritu. Poco a poco, como todo un buen atleta, si lo practicamos, tendremos la fortaleza de resistir más tiempo en meditación. Ejercer la meditación fortalece nuestro espíritu y nos ayuda a centrarnos en las cosas que tienen más importancia y valor. Te pregunto, ¿si te mueres ahora que importancia tienen las cosas materiales que dejas atrás? Ninguna, verdad. Pues entonces, enfócate primero en tu ser espiritual.

Mientras escribo esta columna, me vienen a la memoria enseñanzas de mi padre quien trascendió muy joven y a destiempo. Él siempre nos insistía que al llegar de la calle, lo primero que había que hacer era lavarnos las manos. También uno de sus mantras era “mente sana, cuerpo sano, espíritu sano”. Así que queridos lectores y lectoras, aprovechemos este momento de historia universal para decidir vivir, respetar al prójimo, asumir responsabilidad social y elevar nuestra espiritualidad. Salud y larga vida a tod@s.