Hablemos [confesiones y liberación] a través de las redes sociales: ¿he mencionado nombre yo?

Caribe Hoy

altDesde sus comienzos, el diálogo por las redes sociales se ha convertido en un micrófono abierto para que el interlocutor o interlocutora exprese a su receptor o receptores cualquier pensamiento, observación o comentario que le venga en deseo hacer. De ese poder de comunicación masiva surge la problemática acentuada del cyber-bullying, definido como proferir insultos o maltrato a través de medios cibernéticos, práctica seguida mayormente por jóvenes y adolescentes.

A raíz de ese poder de comunicación masiva, popular y personal comenzaron movimientos para instruir al usuario sobre unas nuevas reglas de etiqueta para las redes. Es decir, reglas para controlar lo que se debe o no se debe publicar, la forma, el contenido, etc. En corto tiempo, el público tuvo que aprender una ética de comportamiento cibernético, para evitar la publicación de información sin filtro alguno y con posibles consecuencias letales, cuando particularmente se dirigen a la crítica de algo o alguien. Ante este fenómeno, los países comienzan a legislar sobre el contenido aceptable. También se impone responsabilidad legal dirigida a usuarios y dueños de las plataformas para que observen y mantenga control sobre el contenido de las publicaciones.

El fenómeno de compartir la vida personal a través de las redes no se ha detenido. Los seres humanos tenemos la necesidad de expresar lo que sentimos. Sin embargo, no siempre es fácil expresar pensamientos, sentimientos o emociones de frente a la persona a quien suponen éstos van dirigidos. Las redes sociales permiten o facilitan que el interlocutor o la interlocutora, tenga un sentido de espacio y libertad de expresión sin tener de frente a la persona sujeto del mensaje. Dan un sentido de distancia y protección ante la reacción de la persona o audiencia a quien se le dirige el mensaje.

En el mundo globalizado que vivimos tener una “presencia social” en las redes puede alimentar el ego de una persona, puede significar para otras la diferencia entre el éxito y el fracaso, o el mero estatus quo. A través del alcance global de las redes, puede una persona hacerse famosa o indeseable de un minuto a otro. A esto se le conoce como “viralización”. Sí, irse viral, viene del concepto acelerado de propagación de un virus. Esto no hay que explicarlo mucho, porque lo estamos viviendo con la pandemia provocada por el Covid-19.

Bueno, pues el tema surge porque el viernes en la noche, la esposa de un profesor y candidato a legislatura de un partido de recién formación, publicó en sus redes sociales un mensaje en audio de media hora, donde denuncia el maltrato psicológico al que su esposo la ha sometido en los 10 años de matrimonio. Naturalmente el mensaje se fue viral, y el golpe el impacto que tuvo sobre el candidato se sintió de inmediato, causando su dimisión al puesto.

Es evidente a través del audio, que la esposa, quien también es una persona instruida y educada, no llevó a cabo este “acto de liberación” como una reacción visceral. El audio fue bien pensado. Su contenido y publicación deben haber sido consultados con profesionales y con una red de apoyo sólida. La voz, su voz, habla con una honestidad dolorosa y lastimosa de su situación de mujer maltratada. Sin embargo, me surge la pregunta ¿Porqué este momento? ¿Hay en lo profundo algún ánimo de vengar o castigar al agresor? ¿Es verdaderamente esa expresión pública con alcance global, un acto liberador para la víctima? ¿Logra la víctima sanar su espíritu con esa acción? No sé cuáles sean las respuestas a estas preguntas, pero es importante reflexionar en el impacto de las expresiones en las redes sociales. Reflexionemos.