En qué creemos

Caribe Imaginado

altaltA mis estudiantes

Los primeros años de mi vida era mi abuela quien me criaba pues mis padres y mi abuelo trabajaban.

De ella aprendí que el temor de Dios era el principio de la convivencia en armonía con los seres humanos que me rodeaban. Amarás a tu prójimo, no mentirás, no robarás, el resto de los mandamientos y las parábolas y sermones de Cristo, por no dejar de mencionar los salmos y los proverbios que eran su prédica de mujer sabia. Cuando tenía nueve años mis padres se mudaron lejos de mis abuelos y yo recuerdo que los extrañaba y lloraba cuando los domingos nos devolvían del paseo por la costa playera de Cataño después de ir a la iglesia. Luego por alguna razón ya no podían dar tantos viajes así que comenzamos a asistir a otra iglesia local en la que se hablaba de otras cosas y se condenaba cualquier avance científico arguyendo que eran engaños del diablo. Pero el diablo según mi abuela, fue vencido por Cristo. Esta nueva iglesia me interesaba tanto porque me contaba de milagros que la ciencia no podía explicar y que por lo mismo eran superiores las creencias de la iglesia por sobre las científicas. Hasta que dos cosas pasaron en mi vida escolar. Mi padre me regaló una enciclopedia y mi mente comenzó a ser seducida por la ciencia y sus avances. Entonces me sentí que pecaba al privilegiar el pensamiento científico de evolución por sobre las palabras interpretadas de la Biblia de la iglesia a la que asistía, y que jamás había escuchado en la iglesia de mi abuela. En la nueva iglesia todo parecía ser pecado, si no estaba escrito allí, pecado. La tierra, según algunos religiosos aún continúa siendo el centro del universo. Es decir, que si la tierra tiene sólo 5 mil años, según el tiempo bíblico, entonces por qué razón los científicos arguyen otra cosa. Un gran conflicto se daba en mi mente. Si yo abría mi boca y decía que el mismo método para el descubrimiento de medicinas, el científico, era bueno para curar, por qué razón no podía ser bueno para explicar la edad de la tierra. Qué de malo pensaba yo podría haber en que descendiéramos de un primate si el primate también fue creado por Dios. El mundo, como dijeron una vez, se acabaría cuando los planetas se alinearan. Crecí y no se acabó. Todavía hoy conozco gente que lo sostiene y cuya educación bíblico-céntrica les insta a no leer libros fuera de la temática de esa determinada religión, pues podrían pecar y alejarse de los caminos de Dios. Con tanta duda en mi cabeza en aquellos días, no me quedaba otro remedio que acudir temerosamente a Doña Pepita, la mujer más sabia y religiosa que conocí. Mi abuela me lo explicaba de la siguiente manera. Dios nos da libre albedrío, no para que creamos en Él o no creamos, sino para que bajo el principio del amor al prójimo nos ayudemos los unos a los otros o no. Se podrán imaginar mi espanto, mi abuela hablando en parábolas o algo así. Entonces resumió, el pensamiento científico es muy importante cuando busca el bien común de los seres humanos, no crees? Había arqueólogos, astrofísicos, químicos, humanistas, sociólogos, paleontólogos, hematólogos, etcétera en los tiempos bíblicos? No. Entonces, el libre albedrío no es solamente el elegir entre lo que es bueno o lo que es malo, es la bendición que Dios le da al ser humano para poder generar bondad o conocimientos de las leyes del universo que Él creó y que nosotros vamos paso a paso comprendiendo. Por lo tanto, a la iglesia vamos a cultivar nuestra relación espiritual con Dios y nuestros hermanos. No es una buena conducta que la iglesia, ninguna, imponga sus creencias o impida el desarrollo del conocimiento científico o de otro tipo simplemente porque no está escrito; como no es buena conducta el atacar a los religiosos por lo que crean. Cada cual tiene libre albedrío y la suerte que tenemos es que en nuestro país se defiende el derecho al culto así como el de una educación justa para el que la quiera aprovechar. Tengo temor de Dios y creo en la ciencia. Doña Pepita, mujer de hincar rodilla, me hizo ver los tonos de grises entre posturas extremas que me enseñó a respetar.