“Este vicio por amasar palabras e inventar historias”

Crítica literaria
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“Los personajes nos escogen a nosotros los escritores para que contemos sus historias y no lo contrario. En una ocasión le llegó a una puertorriqueña residente de Brasil mi novela Cinco Marías y un Ángel. Quiso conocerme cuando vino de visita a Puerto Rico. La invité a nuestra casa para conocerla y luego de cenar me hizo dos preguntas: ¿De dónde saqué el apellido de Miss Rossie (Decheneaux) y de dónde saqué el personaje de nombre Manuel Antonio López? Le conté que cuando necesito nombres, voy a los cementerios. Y en Buxeda encontré una tumba de Matilde Decheneaux y tomé el apellido francés que necesitaba. De hecho, su nombre completo era Matilde Clotilde Anatilde. Y Manuel Antonio López es de la historia cañera, fue el primero que compró los fundos que luego se convertirían en la Hacienda San Vicente de Vega Baja. Ante el asombro de ambas, me contó que Matilde Decheneaux era su abuela paterna y que Manuel Antonio López su abuelo materno. ¿Los escogí a ellos, o ellos me escogieron a mí? Siempre que voy a Buxeda le rezo a Matilde y le pregunto por qué me escogió, pero todavía no me contesta.” (T. Casanova)

Con esa maravillosa anécdota y uno de sus secretos –su curiosa forma de conseguir nombres para sus personajes- comenzamos la entrevista con Tina Casanova, y es que esta escritora nos obsequia su carisma, sus historias y talento. Es una mujer de personalidad encantadora y luminosa. Siempre dispuesta a una crítica honesta y constructiva, así como su simpatía y verticalidad. Conocemos a Tina tanto por sus novelas históricas en las que --a través de la crónica de ficción-- retrata meticulosamente nuestra política, economía y sociedad en las distintas etapas de nuestra historia; como por sus publicaciones en la literatura infantil, en especial la exitosa colección de Pepe Gorras donde narra con humor las vivencias de preadolescente, su familia y compañeros de clase en el Puerto Rico de hoy.

“Estamos en un banco de la cancha. Discutimos la tragedia. Eso de estar colgados en una clase es tremendo lío, casi como si rompiera tu nuevo juego electrónico. O como si tuvieras que ir a vacunarte.” ¡Peor que eso! (Pepe Gorras, T. Casanova)

Hago la salvedad de que cuento con un crítico literario en casa que tiene entre sus top-10 best sellers Pepe Gorras o la extraña historia de un perro sin cabeza y Pepe Gorras o el lío de Claudia y el Pelotas, que lleva siguiendo desde 2009 (cuando tenía 8 años) y dice que “están escritos con lógica, tiene aventuras reales, como cuando se llevan un gato a la casa, son divertidos y se parecen a mis amigos y a mí, aunque Pepe Gorras no juega balompié.” (Miguel Marín-Fuster).

 

Ana María Fuster: ¿Cuándo y cómo sentiste ese llamado irremediable por la literatura?

Tina Casanova: “Debe haber sido muy joven. Leía mucho y pienso que, como la viruela y el sarampión, se pega. Era una lectora reaccionaria. Me conmovía profundamente lo que leía, me hacía reflexionar, me incitaba a rebelarme. Así que cuando lo que leía no me cuadraba, cambiaba el texto. Creo que ahí podemos encontrar la raíz de este vicio por amasar palabras e inventar historias. Los libros, escasos siempre, al igual que la comida, en mi hogar de barrio pequeño y en la región de la montaña, cuando los podía encontrar, eran como tesoros. En aquel tiempo leíamos lo que encontrábamos y esto era: paquines, novelas de Corín Tellado, de vaqueros y libros de textos. Todos los leía con la misma pasión. Y todos los atesoraban, no prestaba mis libros nunca. Pero comencé a escribir poesías. Era una urgencia inmediata que no podía esperar. Escribir lo que sentía, lo que veía, lo que me preocupaba y lo que me hacía feliz o triste. La poesía, en aquel tiempo, inspirada por Alfonsina Storni, Julia de Burgos, Bécquer, Borges, Vicente Huidobro, hasta José Ángel Buesa con sus versos cuadrados y rima perfecta, conformaba mi mundo interior que no compartía con nadie. Nadie las leía, porque era como desnudar mi alma y por eso la sorpresa cuando comencé a publicar. Los periódicos traían mucha poesía y cuentos que recortaba y guardaba celosamente en cajas. Todo me inspiraba y todo me urgía a escribir. También pintaba por aquellos tiempos, en papeles de estraza donde mi madre traía la compra envuelta de la tienda y con tizones del fogón donde nos hacía las comidas. Como ves, eran verdaderos ‘’carboncillos’’. Luego, en una etapa de mi vida llegué a trabajar la plástica con más o menos interés. Entonces, de mayor, escribí Sambirón. Pretendía ser la culminación de todos mis sueños, un esfuerzo por conocerme a mí misma por medio de la historia de mi patria y de mi gente. Era una sola novela que quería escribir y ni siquiera pensé que llegaría a publicarla. Y eso fue todo.”

 

AMF: Dicen que los escritores somos neuróticos en el momento de la creación apalabrada, ¿tienes rituales o manías a la hora de escribir?

TC: “No. Solamente necesito tiempo, el cual no está de sobra ahora con tantos proyectos como trabajamos Sigfredo y yo. El único ritual que ejerzo es levantarme temprano cuando quiero escribir. Descubrí que en las madrugadas es cuando más produzco. Lógico, tengo menos preocupaciones del día en la cabeza. No puedo escribir escuchando música. Tampoco cuando tengo interrupciones. Es decir, esto es un ejercicio en solitario que prefiero hacerlo cuando más tranquila estoy. De lo contrario pierdo mucho tiempo, me distraigo y suelo levantarme a menudo de la computadora.”

 

AMF: Eres una mujer que transmite un vibra de ternura y alegría: ¿cuál es papel del amor y la bondad en tu momento de escribir, en tu vida como escritora?

TC: “Tengo una amiga que quiere personajes masculinos malos y nunca he podido complacerla completamente. Mis personajes malos siempre tendrán un motivo que los obligó a ser malos. No son malos porque sí, porque llevan maldad por dentro. No se me dan bien los personajes malos. Prefiero trabajar los personajes normales con sus dosis de bondad y de maldad bien repartidas. Tal vez sea porque no siento la maldad como cosa mía. Sé que existe, pero no vive dentro de mí. Tampoco la envidia o el rencor. Eso sí, soy rabiosa a la hora de reaccionar a las injusticias y a veces me nubla la razón y no logro ser objetiva a la hora de lidiar con la estupidez humana. Siempre tuve mucho amor en mi vida y creo que es vital porque no puedes dar lo que no poseas.”

 

 

AMF: Cuéntanos sobre tu trabajo con la novela histórica en novelas como Sambirón, Como Paloma al vuelo y Cinco Marías y un ángel, o el mundo indígena en El último sonido del caracol ¿Cómo reconstruyes la historia desde la ficción? ¿Qué deseas mostrarnos con ellas?

TC: “Ni siquiera pensé que estuviera escribiendo novela histórica. Solamente quería reconstruir mi historia para llegar a conocerme, armar el rompecabezas de mi propia existencia. Nos enseñan tan poca historia nuestra en las escuelas que andas por ahí zurumbática, sin saber quién eres, a dónde quieres dirigir tus pasos futuros. Quería unir todos esos fragmentos que eran mi historia y que también eran yo el marco en el cual se movieron mis antepasados inmediatos y que me estaba moviendo yo. Y en ese intento es que surge Sambirón. Pero durante los cuatro años que duró el estudio investigativo para escribirla, me di cuenta que no podía armar toda aquella historia que había descubierto, es decir los últimos 150 años de nuestra historia, en una sola obra. Dejé dos periodos sin trabajar: la invasión norteamericana y las décadas del 40, 50 y 60. De ahí surgen entonces Cinco Marías y un Ángel y Como paloma en vuelo. Luego ya no pude parar. Había que continuar escribiendo sobre nuestra historia porque era un camino que me llevaba a mi interior y tenía que proyectarlo hacia afuera. Me apasioné con la historia, me envolví en ella. Y eso me llevó a comprenderme a mí misma, a quererme más y sobre todo a saber quién era y qué deseaba hacer con mi vida. También aprendí a conocer a mi gente, a mi isla. Y eso hace que valore lo que tengo. Como lo conozco, lo quiero y si lo quiero lo valoro y lo defiendo.”

 

AMF: Además eres una de nuestras escritoras más emblemáticas del género infanto-juvenil. Cuentas con varias publicaciones infantiles, en especial la afamada serie de novelas de Pepe Gorras. ¿Cuál es la necesidad de escribir para niños?

TC: “Simplemente fabrico mis lectores futuros. Los libros cambiaron mi vida. Los libros me hicieron lo que soy. Si ha sido una herramienta efectiva en mi vida, creo fervientemente que puede llegar a serlo para otros niños. Alguien dijo que cuando lees no estás haciendo algo, te estás haciendo alguien. Y ese ha sido mi caso. Me apena ver cómo hemos relegado el libro por los modernos artefactos electrónicos. Y cómo los adultos servimos de modelos deficientes para nuestros niños. No leemos, no le enseñamos que un libro puede ser tan divertido como un juego electrónico, la televisión o la computadora.”

 

AMF: ¿Cómo cambias el registro de la literatura adulta a la infanto-juvenil?

TC: “Es muy diferente. Cuando escribo para niños, me convierto en niña. Los niños siempre están en busca de diversión, ellos no analizan, no buscan respuestas, no desean conocerse a ellos mismos. Ellos sólo quieren ser felices y divertirse. Así que el escritor de literatura infanto-juvenil tiene que ceñirse a esos parámetros, sin dejar de acomodar subrepticiamente, sin que el pequeño lector lo note, las enseñanzas que quiere ofrecer. Los pequeños no toleran el sermoneo, tampoco las moralejas. Ellos quieren identificarse con la trama y los personajes y gozar con ellos, divertirse. El humor es fundamental, también la acción y la intriga. Si el autor logra esto, tiene el público chico. Trato de agarrar el pequeño lector desde el comienzo. Su límite de tolerancia es escaso, no persisten en la trama hasta encontrar el punto de interés. Si no lo encuentran al principio, dejan la lectura y pasan a otra cosa. Mis primeros libros infantiles carecen de este elemento porque fue un proyecto que trabajé a petición de mi editor. No fue espontáneo. Se escribieron para cumplir un propósito académico-didáctico. Luego ya mi literatura infantil-juvenil fue más relajada, más divertida.”

 

AMF: Mi hijo Miguel –uno de tus lectores más entregaos-- pregunta: “¿cómo creaste el personaje de Pepe Gorras? Tina, ¿viene una tercera aventura de Pepe, su familia, el Orejotas y sus compañeros?”

TC: “El personaje de Pepe Gorras surgió como reacción al Manolín Gafotas de Elvira Lindo que devoraba con pasión los veranos en España. Y pensé con tristeza que los niños de Puerto Rico no tenían un Manolín Gafotas que los hiciera alucinar de risa. Por supuesto, Manolín Gafotas es demasiado irreverente como para poder introducirlo a niños boricuas. Entonces surge Pepe Gorras. Quería llegar al mayor número de niños posibles, así que Pepe Gorras debe ser un chico pobre, de barriada, que asiste a la escuela pública, no es el más estudioso, tampoco es un dechado de virtudes. Es, ni más ni menos, un niño común y corriente que tiene que solucionar a diario problemas comunes y corrientes. Tuve suerte que, primero ganó el Premio Barco de Vapor y segundo entró en el currículo académico tanto de la escuela privada como pública.

“Ya Pepe Gorras III está a punto de ser terminado. Lo trabajé aquí en Arriondas, Asturias, donde me encuentro al momento de esta entrevista y estará listo para ser publicado este año tan pronto llegue a Puerto Rico. Dile a Miguel que hay un personaje nuevo, el Tío Pipa y que Pepe por fin le da el primer beso a Claudia, auuuuuuuu!!”

 

AMF: Hace muchos años llevas un colectivo sin fines de lucro dedicado a los niños y el desarrollo educativo. ¿Qué actividades realizan?

TC: “Es el Colectivo Ambos por la Niñez, sin fines de lucro, que componemos Sigfredo y yo. Por un periodo de doce a trece años visitamos las escuelas públicas, los colegios privados y las universidades, los martes y los jueves todo el año. Ofrecemos talleres de lectura creativa, redacción de cuentos, charlas, lectura de cuentos, conversatorios a los estudiantes. También ofrecemos talleres de lectura creativa a maestros y bibliotecarios para que aprendan la forma de utilizar el libro como herramienta efectiva en el aprendizaje de los estudiantes. Visitamos instituciones penales para llevar libros usados, ofrecer talleres a los confinados y llevarles recursos con el propósito de ayudar a su rehabilitación y que puedan integrarse a la sociedad una vez terminada sus sentencias. Llevamos libros usados a las bibliotecas de las escuelas en sectores deprimidos. Y también nos integramos a otros proyectos de ayuda comunitaria como El Festival de los Reyes Magos en Vieques, Iniciativa Comunitaria y otros en la medida en que podamos distribuir nuestro tiempo. Todos los servicios de Ambos por la niñez se ofrecen gratuitamente.”

 

Y así es Tina Casanova, una extraordinaria escritora tanto como novelista como en la narrativa infantil, con su misión creativa y filantrópica en ese camino que se hace al andar. Nos despedimos mediante correo electrónico, pues Tina se encontraba de viaje en España al momento de la entrevista, con la promesa de vernos pronto y seguir conversando sobre libros, la educación, la historia isleña por contar, esa palabra que aprendió a amasar desde pequeña y, por supuesto, de Pepe Gorras, no sea que Miguel nos reclame. Esperamos pronto sus nuevas publicaciones.

 

Datos autobiográficos de Tina Casanova:

 

“Natural de Ciales, Puerto Rico. Mi primera novela Sambirón ganó mención de honor del Premio Anual de Novela del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Casi todas mis novelas siguen la línea histórica. Escribo además literatura infantil y juvenil. Ganadora del primer Premio Barco de Vapor con la primera entrega de la serie juvenil Pepe Gorras, también ganadora del Premio Nacional del Pen Club, premio que ganó además la segunda obra de la misma serie. Mi novela En busca del cemí dorado ganó mención de honor del Premio Pen Club. Mi entrega más reciente en la categoría de novela juvenil, El cuadro del padrino Antón, acaba de salir al mercado. Termino en estos momentos, la tercera de la serie Pepe Gorras y una novela que trata el tema del fin del mundo.”